Los Chichos: Hasta que el cuerpo aguante

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“¿Por qué una prostituta no se merece una canción? Pues se la hicimos (‘Amor de compra y venta’)”

 

El trío rumbero, que conserva a dos de los miembros originales con los que se formó en 1973, continúa su andadura por los escenarios. Carlos H. Vázquez los entrevista días antes de su próxima parada en Madrid, dentro del festival Inverfest.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.

 

Sobre Los Chichos, decía El Vaquilla (Juan José Moreno Cuenca) en su libro “Noble y auténtico” que “la música de estos tres chavales ya forma parte de los sentimientos de toda una generación que hemos vivido desde la subcultura de la marginación social”. De abuelos a padres y de padres a hijos, la rumba chichera ha llegado tan lejos como ellos han podido. Y no es poco: los 22 millones de discos vendidos los avalan. Del mítico trío de ‘Quiero ser libre’ (Philips, 1973) quedan los hermanos Julio y Emilio González Gabarre. Jeros (Juan Antonio Jiménez Muñoz), que dejó Los Chichos en 1990 y se lanzó después en solitario (falleció el 22 de octubre de 1995), fue sustituido por Emilio González García (Junior), hijo de Emilio. No serán inmortales, pero sí son eternos. El día 19 de enero, en el Circo Price de Madrid (dentro del Inverfest), Los Chichos actuarán para “reventar” el recinto madrileño. De Vallecas al cielo.

 

Vendieron ocho millones de copias de ‘Quiero ser libre’ y ni se enteraron.
Julio: Yo te cuento la anécdota: la prensa se echó encima de la discográfica (Philips) y les dijeron: “Estos señores necesitan sus trofeos”. Entonces, el señor Mariano de Zúñiga, director general, bajó a la imprenta y vio que se habían vendido ocho millones de singles. ¡Y sin promoción!

 

En total, Los Chichos han vendido 22 millones de discos.
Junior: Oficiales sí.
Julio: José María Íñigo, en un programa con María Teresa Campos, nos lo dijo: “Chavales, habéis vendido 22 millones de ejemplares”.

 

Con 22 millones de copias vendidas, ¿un artista puede permitírselo todo?
Julio: No, porque el caché de entonces no daba (eran cuatro perras) y no existían las redes sociales. Pero si llegamos a salir hoy día, en lugar de 22 millones habrían sido 70 millones, porque hay más medios, recursos y nos conocerían más. Y si nos ponen a grabar un disco, en treinta minutos lo tendríamos.
Junior: El nivel de promoción es muy pequeño, aunque España era muy grande. Los Chichos llegaban a un sitio a trabajar, por ejemplo a Galicia, y ni ellos mismos eran conscientes de lo que habían vendido. De todas formas, esta ha sido una música muy tapada por lo que hablaba.
Julio: La llamaban “el lerele”.
Junior: No, no conozco a ninguna persona que no se identifique con una canción de Los Chichos. Tú no estás en la droga, pero seguro que conoces a alguien que sí lo está; no te acuestas con prostitutas, pero conoces a alguien que sí. Son vivencias.
Julio: Son vivencias de la vida transformadas en problemas. ¿Por qué una prostituta no se merece una canción? Pues se la hicimos (‘Amor de compra y venta’). Son cosas que pasan. Con Farruquito (Juan Antonio Montoya Manzano), en 1974, fuimos testigos visuales. Estuvimos trabajando en Sevilla, lo conocimos allí y al día siguiente se mató con su cuñado El Rete (Diego Jiménez Santiago) en un accidente de moto. Pero son eso, vivencias, y yo tengo unas cuantas.
Junior: Hace 35 años, Los Chichos ya estaban cantando ‘Papa, tú no pegues a la mama’. Hoy, la violencia de género está muy en boga, pero antes estaba todo encubierto. Y fíjate, Los Chichos ya lo denunciaban en aquella época.

 

 

¿Por ese motivo no sonaban en Los 40 Principales y ni aparecían en las listas?
Junior: Obviamente. Estábamos cantando a la situación que tenía el país; todo era jolgorio, toros y flamenco… Pero no era así.
Julio: Era algo que pertenecía a los políticos, porque les interesaba subsanar y arreglar, ¿sabes? Y nosotros lo hacíamos en canciones, como ‘La cachimba’. Lo nuestro eran canciones reales. Unas estaban vividas en carne propia, otras porque las habíamos visto en la carne de otras personas y otras eran inventadas. Pero reales al fin y al cabo. Mira los presos.

 

Como El Vaquilla (Juan José Moreno Cuenca), sin ir más lejos. De hecho, Los Chichos hicieron la banda sonora de la película “Yo, El Vaquilla”. El llamado “cine quinqui” también hablaba de lo mismo.
Emilio: Una vez, el compositor Felipe Campuzano nos dijo que había que grabar un tema de verdad para buscar una salida para poner verde a todo el gobierno sin insultarlos: “Desertor de todas las leyes, nunca le gustaron, lucha con la policía, ellos son contrarios”. ‘El Vaquilla’ fue un tema muy fino y muy bien hecho, y sin ofender a nadie. Eso sí, avisando: “Señores, abran los ojos y miren la realidad”.
Julio: [Joan Manuel] Serrat nos dijo, más o menos con estas palabras, lo siguiente: “Son los que ponen voz a los sin voz”.
Junior: Muchas veces hasta nos decían si hacíamos canción protesta. Hacemos canciones que se ven en la calle, día a día. Pero eso no es canción protesta, eso es algo que se ve. ¿Que son políticamente incorrectas? Sí, porque reconocen los problemas sociales. Hoy por hoy, por los medios que hay, se conoce todo, pero antes no se sabía nada.
Julio: Por ejemplo, la canción ‘Miles de madres llorando’ habla de la droga. Desgraciadamente es un tema latente y permanente que no se acaba. Unos le llaman “caballo”, pero yo digo que la heroína es la maldición del diablo. Y va estar para siempre… y por desgracia.
Emilio: Pero es lo que nosotros cantamos, que no es otra cosa que la vida real y lo que le pasa a las familias y los problemas que tiene un chaval o la gente con el amor y el desamor.

 

 

¿Cómo es actuar en las cárceles? Ahí están los conciertos del penal de Ocaña I, por ejemplo.
Emilio: Fue una experiencia muy bonita. Aquel día le dimos mucha alegría a los presos, pero uno se iba a casa con mucha pena. No solo nos pasaba en esa cárcel, sino en todas: Carabanchel, la Cárcel Modelo de Barcelona… Es un público que, quizás, pone más interés por las circunstancias.
Junior: Tampoco los podemos denominar público, se les está dando una vía de escape a su monotonía, y eso les da alegría. Pero luego también da tristeza, porque ves esas caras y no puedes transmitir esa alegría, entonces te tienes que limitar a cantar para tratar de distraerlos. O sea, no es que se tengan que divertir, es que se tienen que distraer. Pero también te digo que es muy difícil, porque tú te vas, pero no puedes olvidar que ellos se quedan allí.

 

Y ustedes se iban con la música a otra parte.
Julio: No es por echarnos flores, ni muchísimo menos. Aquí estamos como cuando se juega al póquer con las cartas al descubierto: las cosas claras y el chocolate espeso. Lo que manda en una discográfica son las ventas. Hubo una temporada en la que los dineros de nuestra promoción no nos hacían falta y se lo daban a un hermano de Mocedades, aquel de pelo blanco (Sergio Blanco). Pero no estábamos bien pagados.
Junior: Ni reconocimiento ni nada. Si alguien en este país merece estar en las listas de ventas, esos son Los Chichos. En 2018 hacemos 45 años de carrera. La media de nuestro público va de los 17 a los 24 años y se conocen todas las canciones porque han pasado de padres a hijos y, estos, a su vez, a otros hijos. Cuatro generaciones escuchando a Los Chichos.
Julio: Salimos como tres potros árabes, dentro de nuestra ignorancia. Solo queríamos cantar y componer. De las ventas no éramos conscientes, pero hemos aprendido. El señor (José Luis) Torregrosa, un maestro, tenía unos arreglos muy avanzados. En nuestros discos, la música era nuestra, como las letras, pero ponían: “Adaptación: José Luis Torregrosa”.

 

O sea, que parte de los derechos de Los Chichos iban para José Luis Torregrosa.
Julio: Exactamente. A usted yo le entrego una letra y una música para que me la arregle, que para eso usted es arreglista, pero ya cobrará por su cuenta lo que le tengan que pagar.

 

¿Han engañado mucho a Los Chichos?
Emilio: No, no es que nos hayan engañado. Hombre, un poco sí, pero tampoco tanto.
Junior: Siempre ha habido beneficiados en estos temas y no siempre ha tenido que ser el artista. Ahora, a la gente joven que quiere grabar un disco le hacen contratos muy espartanos. Incluso les obligan a firmar que de cada concierto les tienen que dar un dinero. Un dinero de un trabajo tuyo, donde te estás dejando la piel en el escenario y la vida en la carretera, se lo vas a tener que dar a ellos porque te han grabado un disco. Pero claro, si no haces un disco no sales en los medios, y si no sales en los medios te quedas en tu casa. Entonces tienes que tragar sí o sí y las compañías se aprovechan. Pero también lo entiendo, porque está la venta por Internet también, pero nos estamos cargando el mundo de la música.
Emilio: Ya habrá alguien en la casa de discos, porque son muy listos, que saque algo por el 45 aniversario. Lo mismo sale un disco por ahí y no nos enteramos.
Julio: Hombre, si nos vendieran como “leyendas vivas”…
Junior: En España, por desgracia, se respeta muy poquito a los artistas. Te vas a Sudamérica y un artista lo es para toda la vida: le quieren, le respetan y le miman. Pero aquí no. Llegar es fácil, como hacer un primer y un segundo disco, pero el tercero es la criba: si no estás, no eres nadie. Pero si estás, te encumbran. Nosotros no somos estrellas, sino obreros, bregadores de esto. Cada fin de semana salimos y estamos conduciendo, para lo bueno y para lo malo.
Julio: Por eso América es América. Allí, si le echan una mano al artista, tira para arriba.

 

Usted, Emilio, fue a Salamanca a ganarse la vida. Después vinieron las actuaciones en la “Costa Fleming” y lo de cantarle a las prostitutas. ¿En qué momento Los Chichos pasaron de buscarse la vida a ganársela?
Emilio: Fue por mediación de Antonio Sánchez, el padre de Paco de Lucía. Desde aquí, por cierto, quiero rendirle un homenaje a Paco de Lucía, que murió en estas fechas. Su padre nos llevó a una casa de discos (Philips) y a raíz de ahí se grabó ‘Quiero ser libre’. Pegamos un zambombazo.
Julio: En directo nos echó el ojo y nos dijo después: “Chavales, venid conmigo”. Íbamos a los productores y nos miraban por encima del hombro, ¿sabes?, pero don Antonio Sánchez lo vio claro. Fue un lince.

 

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“Nosotros no somos estrellas, sino obreros, bregadores de esto. Cada fin de semana salimos y estamos conduciendo, para lo bueno y para lo malo”

 

El primer concierto de Los Chichos fue en el 72, en la sala Nueva Elektra, en Vigo, que se quemó. De hecho, en uno de esos viajes tuvieron un accidente de coche que casi les cuesta la vida.
Julio: Había unos abismos inmensos a los lados de la carretera. Íbamos con un Seat 1430 nuestro y decidimos parar para comernos unos bocadillos. Estando en un clarito, el coche se esbaró y dio dos vueltas de campana. Miramos alrededor y alucinamos.
Junior: Se fueron a caer en los únicos dos o tres metros que había después de uno de los abismos.
Julio: En ese sentido hemos tenido muchísima suerte. Muchísimos cantantes han fallecido en la carretera, como Nino Bravo. Hemos tenido mucha suerte, pero toco madera.
Junior: De todas maneras, las carreteras de antes eran tela. Antes, para cruzar Despeñaperros te tirabas horas, pero ahora lo cruzas prácticamente en cinco minutos. Y para ir a Galicia tenías que ir un día antes porque a partir de Benavente había que pasar por todos los pueblos y páramos. Pero ahora han hecho una cacho autopista hasta La Coruña que es increíble.

 

¿Cómo habría vivido Jeros [Juan Antonio Jiménez] los tiempos de hoy?
Julio: Más o menos como nosotros. Cuando Emilio y yo nos buscábamos la vida, Jeros, que era vecino y amigo nuestro, venía a buscarnos por la noche y nos íbamos a la Costa Fleming. Pero antes de eso, éste (se refiere a Emilio) me había metido un palizón a mí porque mientras él estudiaba yo le tocaba la guitarra a las señoritas (risas).
Junior: Eran de la misma quinta, se criaron y se formaron juntos como artistas. Después evolucionaron a la vez.
Julio: ¿Sabes lo que son ahora las redes? ¡Si te ponen en una pantalla y sales hasta en Japón!

 

¡Los Chichos en Japón!
Junior: En Japón no, pero te voy a contar una cosa curiosa que nos pasó en Chile. La primera vez que fuimos allí, hará como cuatro años, no se vendían discos nuestros, todo se escuchaba por Internet y no tenían una imagen física nuestra. Los chavales, cuando llegamos, estaban buscándose la vida intentando quitarnos algo y tal, y nos preguntaban si éramos españoles. “Sí, de Los Chichos”, les decíamos. Entonces, de repente, éramos dioses.
Julio: Venían con los móviles llenos de nuestras canciones.
Junior: En Santiago de Chile hay un sitio muy turístico que se llama el Mercado Central, donde hay restaurantes en los que te puedes sentar mientras escuchas a los músicos que van tocando por ahí, por las mesas. Cuando llegamos y se corrió la voz de que estaban por allí Los Chichos, todo el Mercado Central se quedó sin músicos porque vinieron a nuestra mesa con las guitarras. Pasamos un ratito que te cagas de agradable.

 

Pero no sois profetas en vuestra tierra…
Junior: La verdad es que no. Lo mejor de Los Chichos son los chicheros (seguidores del trío). Para mí no hay chicheros catalanes, andaluces o extremeños: son chicheros y punto. Y da lo mismo a donde vayamos, porque la gente nos quiere y nos considera algo muy suyo. Cada vez que vienen a un concierto hacen una regresión al pasado, escuchan canciones que escuchaban en casete cuando iban con sus padres en el coche. Son tantas horas de carretera escuchando la música de Los Chichos… Una vez hicimos una entrevista en la radio, en directo, con Manolo Gordo, en Andalucía. Abrió micrófonos y entró la gente para hablar. Recuerdo que habíamos sacado el recopilatorio del 25 aniversario (con canciones nuevas) y llamó un chaval diciendo lo siguiente: “Me encanta encontrar de nuevo esa canción porque era la que me ponía mi madre cuando se mató mi padre”. Se nos cayeron los huevos al suelo.

 

Usted, Junior, quería ir con su padre a los conciertos de Los Chichos. Es más: en Barcelona, le llegó su momento cuando tuvo que sustituir a Jeros.
Junior: Sí. La primera vez que yo me subí a un escenario fue con 14 años, en el Parc de Montjuïc, delante de 14.000 personas. Pasé todo el miedo del mundo. Después de eso ya no viene nada: hemos ido al Viñarock (2009 y 2015) y hemos cantado para 80.000 personas. También fuimos al Primavera Sound en 2016, pero, sinceramente, yo no sabía que existía este festival ni lo que era. Resulta que es un evento —me entero— en el que se meten 200.000 personas, que las entradas se venden de año en año y que se encarecen cuando más cerca está la fecha. Cuando hicimos la rueda de prensa, uno de los periodistas preguntó qué pintaban ahí Los Chichos. Pero, mira, yo no lo sé. Lo único que sé es que donde están Los Chichos están los chicheros. En nuestro escenario tuvieron que poner dos barras de seguridad porque ya no entraba más gente. Al final, el que administraba los escenarios se llevó una charla por no habernos puesto en uno más grande. Los Chichos, un grupo de Vallecas, fueron los triunfadores del Primavera Sound. ¿Qué te parece?

 

Nadie se lo esperaba, desde luego.
Junior: Nadie. Hemos estado en el Extremúsika (2007), clausurando un concierto a las cinco de la mañana, justo después de un grupo punk. El público, que diez minutos antes estaba pegando botes con los punkis, después cantaba ‘Mujer cruel’ con nosotros.
Julio: Yo no entiendo una cosa: habiendo sido uno de los artistas españoles con más ventas, sin redes… ¿Por qué estos desbarajustes? No lo entiendo. Las discográficas suelen cambiar de gente. Igual entra una camarilla de chavales jóvenes con otras ideas… y puerta.
Junior: Nosotros sacábamos un disco y teníamos que comernos una promoción de dos o tres semanas, levantándonos a las ocho de la mañana hasta las doce de la noche, de emisora en emisora, y a lo mejor teníamos tres minutos en un programa de televisión para presentar nuestra canción. Claro, así no podemos competir con unos chavales que están en una cadena 24 horas al día. No es culpa de ellos, porque es la ley de la oferta y la demanda, pero es muy complicado tener que estar bregando para tener minutos cuando otros tienen horas.

 

“Alguien puede decir que no le gustan Los Chichos, estoy de acuerdo, ¿pero decir que no valen? Nadie”

 

Los tiempos cambian, pero no olvidan a Los Chichos…
Julio: Alguien puede decir que no le gustan Los Chichos, estoy de acuerdo, ¿pero decir que no valen? Nadie.

 

Que Los Chichos se retiren, ¿es cosa de Dios?
Junior: ¡Esa es la palabra! Es cosa de Dios. Lo hemos intentado, pero llevamos toda la vida. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cada uno se va a su casa? Como dice mi padre, hasta que el cuerpo aguante.
Junior: Mientras nuestra ilusión siga estando, ahí haremos lo que nos guste.
Julio: Hay muchísimos artistas que se han retirado y han vuelto. Paco de Lucía tenía esa premonición. Tocó con los mejores del mundo siendo el líder, pero cuando se cansó ayudó a todos los flamencos.
Emilio: Un artista se puede retirar cuando ya no pueda más, pero si está en su mejor momento, a pesar de los años que lleve en los escenarios, tiene que aprovecharlo. Mientras uno tenga fuerzas y ganas… El día 19 vamos a reventar el Circo Price con La Húngara.
Julio: ¡Que sea lo que Dios quiera!

 

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