El viernes 4 de enero, en el diario Público (también se encuentra en la edición digital), el periodista cultural José Manuel Costa reflexionaba en el artículo «Conciertos, piratas y trabajadores» sobre el precio de las entradas de conciertos y la posición actual de las estrellas del rock internacionales, que a largos periodos de descanso, suman giras multitudinarias:
«Hasta entrados los años ochenta, los grandes grupos montaban giras elefantiásicas que a veces no resultaban rentables, pero este déficit se compensaba con el efecto promocional que tenían sobre las ventas de su último disco. Sin disco no había gira y un nuevo disco implicaba sacarlo a pasear por el mundo.
Esto ha cambiado y sabemos por qué. El intercambio de archivos ha hecho disminuir las ventas de discos, de manera que las giras deben ser rentables en sí mismas. ¿Cómo de rentables? Aquí entramos en el quid del tema. Esa rentabilidad ¿debe ser suficiente como para que el artista en cuestión pueda tirarse unos cuantos meses o incluso años viviendo de las rentas? Aparentemente, de eso se trata. La inmensa mayoría de los artistas que cobran estas cifras son gentes de las que no tenemos noticia durante eones y de repente aparecen como caídos del cielo, nos abruman con su mitología y su música y vuelven a desaparecer hasta nueva orden. No sé, parece una actitud algo pirata, donde las armas de asalto son el estupor admirativo que provocan y la presión mediático-social que generan».
Una visión interesante y certera, aunque habría que explicar que en los periodos de descanso, la mayor parte de creadores en activo (dejemos a las viejas glorias que se reúnen puntualmente para hacer caja) se dedican a componer nuevos temas en vista a siguientes discos. En cualquier caso, recomendamos la lectura completa de este artículo para así conocer las alternativas que Costa contrapone a este modelo.
Lee el artículo «Conciertos, piratas y trabajadores» en la web de Público.