Fueron una de las formaciones pop más singulares de los 80. Veinte años después de disolver sus filas, Carlos Pérez de Ziriza recupera la historia de Esclarecidos en el Cuadernos 12 de Efe Eme. Un fascinante recorrido que apoyamos con esta selección de sus diez mejores canciones.
Selección y texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Inigualables, irrepetibles, singulares, únicos… escojan ustedes cualquiera de los muchos calificativos que se les pueden aplicar a Esclarecidos, una de las bandas más elegantes que nunca dio el pop español. En este texto seleccionamos diez de sus mejores canciones, para complementar el amplio reportaje que hemos publicado en el número de Cuadernos Efe Eme de este verano. No se nos enfaden si detectan alguna ausencia de peso: con ellos, es prácticamente inevitable.
Lista en Spotify:
1.‘Arponera’ (“Esclarecidos 2”, GASA, 1985).
Inevitable. Ineludible. Canción absolutamente mayúscula. ¿La mejor que nunca hicieron? El punto de distanciada e irónica emotividad en la voz de Cristina Lliso y los textos de Alfonso Pérez era ya aquí plenamente reconocible. Sobresalía en su segundo trabajo, “Esclarecidos 2” (1985).
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2. ‘En algún desierto’ (“La fuerza de los débiles”, GASA, 1996).
Preciosa pieza cuya referencia tiene su origen, según nos confesaba el propio Alfonso Pérez, en una anécdota de la vida del singular Daevid Allen, de Gong, quien en aquella época conducía un taxi por las calles Sydney. Uno de los argumentos más clásicos —pero también más emocionantes — del audaz “La fuerza de los débiles” (1996).
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3. ‘Una sorpresa’ (“De espaldas a ti”, GASA, 1989).
La distinción hecha sonido. La apertura del soberbio “De espaldas a ti” (1989), con aroma a club de jazz, tenía su reverso en “Dos sorpresas”, su deshuesado cierre.
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4. ‘Hay’ (“Dragón Negro”, GASA, 1994).
En una fase en la que Esclarecidos, tan ajenos al ocaso de ciertos dinosaurios de los ochenta estatales como al incipiente indie, seguían respondiendo tan solo a su propio instinto, sin reparar en contextos ni coyunturas, tampoco dejaban de facturar auténticas delicatessen como esta, uno de los puntos álgidos del satinado “Dragón Negro” (1994).
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5. ‘No hay nada como tú-Soberbia’ (“Rojo”, GASA, 1991).
Tres minutos directos al corazón. Pocos grupos pueden recurrir a líneas como “yo no sé qué haré, me vendaré el corazón”, y no solo salir indemnes del entuerto, sino además agitar las entrañas. Del transicional “Rojo” (1991).
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6. ‘Bajo la nieve’ (“Esclarecidos 2”, GASA, 1985).
Puede no ser una de sus mejores canciones, pero nos apetecía destacarla porque sí es la que conecta de forma más clara con todas esas exquisitas bandas británicas con las que se les asociaba: Everything But The Girl, Working Week, Weekend… de “Esclarecidos 2” (1985).
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7. ‘El club de los inocentes’ (“De espaldas a ti”, GASA, 1989).
Contagiosa a más no poder. Rítmica particularmente indeleble, ese saxo inconfundible y una progresión melódica impecable. Y de nuevo el contraste entre un sonido satinado y una lírica inquietante. “El club de los inocentes, ni tú ni yo podemos entrar… ”. Estaba en “De espaldas a ti” (1989).
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8. ‘La fuerza de los débiles’ (“La fuerza de los débiles”, GASA, 1996).
La influencia de la música de Brian Eno y de Robert Fripp es aquí más patente que nunca, gracias al peso ganado en la banda por Suso Saiz a la hora de pulir un álbum tan irrepetible como el que comparte título con esta canción, su largo cierre. Gran golpe de timón en su trayectoria, delimitando un territorio apenas explorado en nuestro país desde presupuestos adultos y de cierta solvencia, en el ahora ya lejano 1996.
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9. ‘Las hormigas’ (“De espaldas a ti”, GASA, 1989).
Otra de sus canciones definitivas. Cristina Lliso nos canta, con esa voz diseñada para el deshielo del casquete ártico, aquello de “no tengo ningún interés en leer del revés mientras viajo en camión”, y todos nos caemos de culo. No vale la pena tratar de descifrarla, solo disfrutarla. Estaba en “De espaldas a ti” (1989).
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10. ‘Estoy esperando a mi amor’ (“La fuerza de los débiles”, GASA, 1996).
Otro de los remansos de relativa paz de “La fuerza de los débiles” (1996). Suena un reloj. “El tiempo pasa y no soy joven… en el paraíso hay sorpresas, si es que hay paraíso, si es que sigues siendo mi amor”. Los eternos flecos del amor y la nostalgia, sempiterna fuente de expresión creativa, delimitados aquí sin asomo de sensiblería, pirotecnia emocional ni morriña autocomplaciente.