DISCOS
“Todo suena impecable, inmaculado, cada instrumento se distingue a la perfección en cada momento”
Supertennis
“Mañana”
WARNER
Texto: CÉSAR PRIETO.
Alburquerque, villa pacense lindante con Portugal, posee el castillo del intrigante y novelesco Álvaro de Luna, un festival –el Contempopránea– con veinte ediciones ya en defensa de la música española y un grupo emblemático dentro de este circuito, en el que además se han forjado: Supertennis. Su primer disco en una multinacional –la más atenta últimamente a esto del indie– les ha dado medios para poder desplegar su estética de manera pulcra y cuidada. Todo suena impecable, inmaculado, cada instrumento se distingue a la perfección en cada momento. Chapó a la producción de Carlos Hernández y a la técnica de grabación de Daniel Cárceles.
Es la primera impresión, tanto más patente si atendemos a la densidad instrumental aliada con el lirismo de las melodías. Muy pop en las primeras canciones, tanto puede recordar a La Guardia en ‘Nada que perder’ como iniciar con un fraseo a lo Brincos en ‘Ni contigo ni sin ti’. Un batiburrillo de épocas que se resuelve en amalgama de buen encaje. Incluso en la que da título al elepé, la presencia de la delicada Chloé Bird da un aire a Los Ángeles con el juego de voces. De Los Planetas extraen bastantes tonos, quizás más marcados en ‘Todo irá bien’.
Las letras basculan entre ideales de vida, hedonismos varios e introspección íntima. Y poco a poco se van creciendo como se crece la andadura rítmica del disco. Uno llega a ‘Tipo normal’ y percibe que la línea de bajo es similar a la del ‘Town called malice’ de The Jam, y a partir de ahí las tres canciones que cierran el disco arrasan. ‘Caballo ganador’ es un prodigio de armonía y fuerza y en este final esplendoroso se llega a ‘Ahora sí’, con todos los números para convertirse en un verdadero himno que, aun con guitarras, tiene mucho de La Casa Azul en melodía y en dolorosa ingenuidad.
El tema que cierra el disco, ‘El ilusionista’ más largo y quizás dado a la experimentación, tiene el justo punto de equilibrio entre dulzura y potencia. Un disco, pues, que se escucha con agrado, que aprovecha bien los medios de los que ha dispuesto y que despliega media docena de canciones con un encanto mayúsculo.
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