Cuando Mikel Erentxun dejó de huir de sí mismo

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“Es la primera vez que no he querido sonar a otra cosa. Ese es el mayor logro de Paco Loco en este disco, convencerme de que no tengo que parecerme a nadie”

Charlamos con Mikel Erentxun sobre “El hombre sin sombra”, las doce nuevas canciones que ha alumbrado acompañado de Paco Loco en la producción y Maika Makovski en las voces. Una entrevista de Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: JUAN MANUEL RODRÍGUEZ.

 

Faltan unos cuantos días para que vea la luz su nueva colección de canciones cuando Mikel Erentxun atraviesa la puerta de la sala de Warner exultante. Está deseando hablar de “El hombre sin sombra” (estará a la venta desde el viernes 19 de mayo), un disco conceptual sobre un amor que se desgasta, se apaga y vuelve a renacer sorteando los contratiempos, las curvas y los abismos. A pesar del dolor, el sentimiento sigue vivo. La misma conclusión se percibe en su rostro, en la pasión con la que explica el proceso que le ha traído hasta este lugar. De las cinco o seis veces que le he entrevistado en los últimos años, esta es sin duda la charla en la que le encuentro más feliz. Quizá porque está muy satisfecho con la nueva cosecha, muy a gusto con repetir con Paco Loco a la producción o muy ilusionado con la compañía de Maika Makovski en la mayoría de los temas, pero sospecho que la razón principal se encuentra en otro detalle. Por primera vez se ha sentido tan cómodo con su voz que no ha necesitado romperla, filtrarla o forzarla para cantar. No ha buscado espejos en otros, ni en otros discos, ha buscado dentro de sí mismo. Por primera vez desde hace mucho tiempo se ha encontrado cómodo cantando y siendo, simplemente, como Mikel Erentxun.

 

El año pasado editaste “A corazón abierto”, un disco plenamente acústico, y este te lanzas con “El hombre sin sombra”, en la misma senda. ¿El primero influyó al segundo, o tenías claro que ese era el camino que ibas a trabajar desde que empezaste a gestar este disco?
“A corazón abierto” es un disco que nace como resultado de estos últimos años, en los que casi por necesidad me vi abocado a hacer acústicos. El origen de estos acústicos es económico, las circunstancias han obligado a muchos artistas a tener que hacer ese tipo de formatos. Lejos de verlo como una penitencia, para mí ha sido al revés, ha sido todo un descubrimiento. Descubrí que disfrutaba muchísimo saltando al escenario únicamente con mi guitarra. Ahora me van mejor las cosas, desde hace un par de años podría hacer conciertos solo con banda, pero todavía hago acústicos porque me gustan muchísimo. “A corazón abierto” nació para reflejar por qué me gustan y qué es lo que doy de sí cuando toco yo solo con la guitarra. Todo ese mundo es el que ha influido en que mi nuevo disco tenga una carga acústica muy importante, lo que más lo diferencia de “Corazones”, que era un disco mucho más eléctrico.

 

“El hombre sin sombra” es más homogéneo que “Corazones”, es una de las diferencias.
Es mucho más homogéneo. Aquel era doble, este es un disco sencillo, más corto, más concreto. También es un disco conceptual, centrado en el amor, sobre todo en el amor de largo recorrido, como el mío, un poco basado en mi experiencia, en ese sentido vuelve a ser autobiográfico. Musicalmente sí que es más homogéneo, más acústico y sobre todo es más Mikel Erentxun. Es la primera vez en los veintipico discos que he grabado que no he querido sonar a otra cosa, y ese es el mayor logro de Paco Loco, convencerme de que no tengo que parecerme a nadie. Mi manera de trabajar es siempre: “Mira esta canción, escucha esta de John Lennon, me gustaría que sonase así…”. “Corazones” es un disco hecho así, y disfruté muchísimo porque pude acercarme a todos mis héroes, fue muy divertido y lo pasamos muy bien, pero esta vez Paco me dijo: “Olvídate, tú ya eres Mikel Erentxun, tienes tu personalidad y tu forma de cantar, esto tiene que sonar a ti”. Por primera vez no estuvimos escuchando cosas en el estudio, Paco no me dejó hacer eso. Y lo mismo con la voz. A mí no me gusta mi voz, nunca me ha gustado. Llevo muchos discos huyendo de mi voz, en “Detalle del miedo” empecé a cantar más grave, en “24 golpes” empecé a romper la voz, un poco en la línea Vasallo, en “Corazones” a cantar de una manera más natural pero utilizando muchos filtros… He probado muchos caminos para alejarme de mi voz hasta que he llegado aquí y Paco me ha dicho: “Tío, cantas de puta madre. Canta como Mikel Erentxun y olvídate de lo demás”. La gente en las redes dice: “¡Hostia! ¡Ha vuelto Mikel Erentxun!”, como si me hubiera ido a algún sitio. Entiendo a los que opinan eso, como mi madre. Ahora, con 52 años no canto como cuando tenía 20, afortunadamente canto mucho mejor, me gusta más mi voz actual, pero he cantado de una manera mucho más natural, y hemos grabado y producido y arreglado de una manera más natural. Por eso este disco tiene esa lectura más homogénea y si quieres más sencilla.

O sea, que llevas mucho tiempo huyendo de ti mismo…
Sí, hasta este disco.

Hasta que te has aceptado.
Sí, pero no le quiero quitar mérito a Paco Loco, ha sido culpa suya exclusivamente. Yo le decía: “Soy yo, ¡ponle un filtro!”, y nada. Hago hincapié en esto porque creo que es importante, empecé a huir de mi voz cuando me di cuenta de que no me gustaba.

 

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“Cada vez me siento más cantautor, disfruto mucho cantando mis letras, las estoy cantando con un sentimiento que antes a lo mejor no ponía»

 

 

¿Y cuándo ocurrió eso?
Grabé un disco en directo, en el teatro Victoria Eugenia, con el que cerraba una etapa, y lo grabé cuando decidí que no me gustaba mi voz, ni lo que hacía, ni nada, y dije: “Voy a acabar, voy a hacer un disco en directo para terminar esto y empiezo otra andadura”. A partir de ahí es otra carrera musical. En este disco he cantado así porque era la única forma de transmitir lo que estaba diciendo, estaba cantando cosas muy duras sobre mí. Estoy jodido, estoy triste, y voy a cantar jodido y triste, que es como lo siento. Creo que he cantado de una manera muy honesta. Hablo mucho de eso porque estoy muy orgulloso, ¿eh? [sonríe]. He cantado muy normal, sin tratar de ser nadie, simplemente tratando de transmitir lo que decía la letra. Estoy muy orgulloso de mi faceta como escritor, porque antes no escribía mis letras, llevo varios discos haciéndolo y cada vez me siento mejor. Cada vez me siento más cantautor, disfruto mucho cantando mis letras, las estoy cantando con un sentimiento que antes a lo mejor no ponía.

 

¿El mensaje ha condicionado tu manera de transmitirlo, entonces?
Sí, y yo creo que eso es fundamental. Ahora soy más intérprete, interpreto la emoción que quiero transmitir en esa canción. La música no es secundaria, pero va detrás de lo que quiero transmitir. Aquí se nota más.

 

En la entrevista que te hizo Juan Puchades al publicar “Corazones” confesaste que después de escribir ese disco te quedaste seco a nivel creativo. ¿Te costó poner en marcha la maquinaria de nuevo?
Me costó mucho arrancar. Una vez arrancas, ya no paras. Terminé mi disco y al poco me llamó Sole (Giménez) para pedirme una canción y salieron casi tres. Me atasqué con una y fui a otra, y al final la tercera es la que le he dado. Esta vez me he quedado con cosas que decir.

 

¿Cómo ha sido el proceso creativo, antes de llegar al estudio?
El proceso creativo, al principio, mal, porque no me salía nada y ya me estaba comprometiendo con todo el mundo, estaba un poco nervioso. Me gusta ponerme retos, porque si no me pongo fechas el disco se va. Cerramos la grabación cuando apenas tenía dos canciones. Pero hay un momento que es como los naipes: la bola se va haciendo grande y las canciones empiezan a caer. Entonces respiro con tranquilidad.

 

O sea, que esa tensión es buena.
Sí, es muy buena, esa tensión que tiene un nombre en la literatura. Esa sensación de estar veinticuatro horas proyectando y escribiendo algo, no es como un trabajo de oficina, no puedes olvidarte. Cuando escribes las canciones estás siempre en ello, te están hablando y hay una parte de ti que está centrada en la canción, y hasta que no encuentras la palabra que buscas no puedes abandonarla. Yo no puedo estar con muchas canciones a la vez, hasta que no cierro una no puedo pasar a la siguiente. Hay veces que me falta una frase. Concretamente, en ‘Tienes que ser tú’ me faltaba solo el estribillo, “Como tú no hay dos”. En el cine, viendo la precuela de Harry Potter («Animales fantásticos y dónde encontrarlos»), la protagonista le dice al protagonista en la escena de amor: “Como tú no hay dos”. De repente, mi cabeza hizo ¡pank!, y ahí está. La grabé en el móvil en el cine, llegué a casa a la una de la mañana, bajé, la metí en la canción, y acabada. Eso pasa con libros y con cosas, durante muchos meses estás metido en esa vorágine. Ahora ya no, ahora ya es relax.

 

¿Y por dónde empiezas a armar una canción? Porque si a veces te falta la frase clave…
Antes, cuando solo escribía la música, era más sencillo: escribía muchos bocetos de melodía, construía las canciones, las grababa en inglés inventado o con “lalalás”, y ya se las pasaba a Diego Vasallo, o a Jesús María Cormán, o a Rafael Berrio, o a Lapido, con todos los que he trabajado. Desde que las escribo yo van a la vez, letra y música. En el móvil tengo un millón de ideas musicales sin letra y un cuaderno con un montón de frases y palabras. Los encajo, los asocio y eso pasa a otro cuaderno donde ya pongo la canción, empiezo a construir a la vez música y letra.

 

Qué romántico, lo de seguir trabajando con el papel.
Sí, y trabajo con pluma. Me gusta escribir con pluma en casa, si salgo ya es con boli, pero en el secreter que tengo en casa trabajo con pluma. Con mi Montblanc que lleva conmigo treinta años, se carga manualmente.

 

Está bien tener algún objeto “fetiche” que te acompañe en todas tus etapas musicales. Muy simbólico. ¿Tienes más?
Sí, tengo muchos símbolos. Mi pluma me la regalaron mis padres cuando estudié arquitectura en el año 85. Tengo este reloj [se lo señala] que me compré con el primer dinero que gané en Duncan Dhu, en el 86, lleva conmigo 31 años. Uso el mismo tocadiscos, que me lo regaló mi tío antes de empezar en Duncan Dhu. Tengo varios objetos físicos a los que les tengo un cariño enorme porque me han acompañado muchísimo. Y luego me encanta el papel. Yo soy muy analógico, mi tele es de tubo. Debo ser la única persona en el mundo que tiene tele de tubo. Espero que no se me rompa nunca, porque ya me han dicho que cuando se me rompa, adiós.

 

Ahora que sacas el término, ¿habéis vuelto a grabar en analógico, a una sola toma?
En este caso, más. Yo llevo una cruzada analógica, bueno, no es una cruzada porque no lucho contra nadie, pero me gusta ser abanderado y defensor de un sonido que se está perdiendo. Todos mis discos han sido analógicos, pero desde hace tiempo me gusta recalcarlo para diferenciarme del resto. Este ha sido analógico y además grabado en ocho pistas, es un reto que nos planteamos y que le ha venido muy bien al disco, cuando tienes tan pocas pistas no tienes mucho sitio para muchos instrumentos. La batería está grabada en mono, una cosa que nadie hace: la gente graba un millón de micrófonos, de pistas… la gente graba en Pro Tools y ocupan setenta pistas. Aquí grabamos como grababan los Beatles.

 

Dice Juan Puchades en la nota de prensa que “El hombre sin sombra” es “un tratado de amor y desamor”, ¿estás de acuerdo, o ampliarías la descripción?
Estoy totalmente de acuerdo. Yo digo que es un disco sobre el amor y sus consecuencias, probablemente haya más canciones de desamor. Yo he tenido un 2016 en el que sentimentalmente he estado montado en una montaña rusa que me ha llevado a escribir este disco.

 

El disco parece hacer un viaje por todas las fases del amor. Empieza mostrando ‘El principio del final’, las grietas que anuncian que algo se rompe, pero luego pasa por muchos otros sitios: por el enamoramiento (‘Dos estrellas’), la convicción de que esa es la persona indicada (‘Tienes que ser tú’), lo que provoca la ausencia (‘Azar y física’) y la intención de seguir adelante a pesar de todo, ‘Enemigos íntimos’. Parece seguir un orden y llegar a un final en el que la historia se reconstruye. ¿Tratabas de pasar por todas esas etapas?
Antes ordenaba las canciones en un disco en función de criterios musicales, ahora obedece más a criterios letrísticos. Aquí es una historia con un principio y un final. De hecho, la primera canción se llama ‘El principio del final’, y el estribillo de ‘Enemigos íntimos’ dice “el principio del fin”. Sí hay un sentido, sí. Va por todas las fases del amor de largo recorrido, es difícil aguantar la pasión y la llama encendida, requiere mucho esfuerzo, aparecen los niños y todo cambia.

 

Es la primera vez que le dedicas un disco entero solo al amor. Encadenas dos discos conceptuales, ¿esto no es muy agotador psicológicamente, como autor?
Bueno, no lo sé, a mí me viene muy bien como terapia. Cuando salí del hospital salí muy marcado y escribir “Corazones” me evitó ir al psicólogo. Aquí lo mismo, cuando estaba mal en vez de desahogarme con mis amigos, que también, me desahogaba con el papel y con la pluma. Ahora ya no sé qué más queda, en el siguiente voy a tener que hablar de otra cosa…

 

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“Hay un momento que es como los naipes: la bola se va haciendo grande y las canciones empiezan a caer. Entonces respiro con tranquilidad”

 

O no, nunca se sabe… Una de las novedades es la voz que te acompaña en muchas canciones, Maika Makovski. ¿Por qué ella, y por qué un dúo?
Es más que un dúo. La idea fue de Paco. Tiene muchas ideas y casi todas son muy buenas. Su mayor logro ha sido hacerme cantar como te decía y que el disco suene a Mikel Erentxun, y su segundo mayor logro es la idea que tuvo de meter una voz femenina en el disco. Cuando le mandé una maqueta con ocho temas me dijo: “Veo una voz de mujer aquí, flotando en el disco”. Qué guay, se me ocurren un montón de discos con voz femenina: Johnny Cash, Leonard Cohen… era algo que yo no había hecho nunca. A mí hacer cosas nuevas me apetece. En vez de hacer yo los coros iba a ser una voz femenina, tenía su cierta lógica que en un disco de amor la voz femenina entre ahí. Hicimos una lista de seis posibles chicas y la primera era Maika Makovski. Tuvimos la suerte de que Maika aceptó el reto y se vino a Cádiz. Le dimos libertad absoluta, aunque al principio no fue así. La primera vez le dije que hiciera lo mismo que había hecho yo en la maqueta, pero no se encontraba a gusto. Nosotros estábamos en el control y ella cantando y nos dijo: “Déjame probar una cosa”. Se puso a cantar, Paco y yo nos miramos y nos dijimos: “Eso es lo que tiene que hacer, que sea ella”. Le dimos libertad absoluta, y para bien o para mal ya no ejerce de corista, ya es algo más. ‘El principio del final’ lo veo como un dúo: puedes quitar mi voz y la suya aguanta como una voz principal, y al revés. No es la mía y una armonía. En la mezcla la hemos puesto en un lugar más alto que la idea original, tiene un peso importante, hasta tal punto que me he visto obligado a buscar una voz que la sustituya en directo. Ir con ella sería un lujo imposible, tiene su carrera y esto ha sido una colaboración, pero estamos buscando una chica que llene ese espacio en directo [se refiere a Marina Iñesta, joven cántabra que lidera el grupo Repion]. Va a debutar el 17 de mayo, en Sevilla. Es algo que no he hecho nunca, llevar en directo una chica, guitarra y voz. Al final uno trata de buscar cosas distintas.

 

¿Responde al tú y yo que aborda el disco?
Sí, yo creo que encaja mejor que nunca, tiene un cierto sentido.

 

Encuentro varios autohomenajes: aparece el famoso “el corredor de la suerte”, título del octavo disco, en ‘Azar y física’, cantas aquello de “siempre quedará mañana, el mañana de mañana” en ‘Héroe’… ¿A qué se debe?
Sí, son guiños a mí mismo, hay alguno más. Me llamo “el viejo cantante de rock”, me gusta lanzar esas pequeñas perlitas a los fans. Musicalmente hay pequeños plagios a mí mismo, por ejemplo ‘Héroe’ se parece a otra canción mía, no voy a decir cuál, que la busquen los fans. Son guiños buscados. En “Corazones” también había canciones parecidas a otras canciones mías, pero aquí he dado un paso más con las letras.

 

‘Azar y física’ apenas dura un minuto, es casi un suspiro.
Sí, es como cuando vas a una comida de esas muy densas de nueva cocina y te plantan un sorbete de limón después del solomillo para que te cambie el sabor y sigas comiendo. Es una pequeña brisa, era mi idea original. Cuando mandé la maqueta a Warner, Alfonso [director] me dijo que era una joya, que había que hacerla más canción, pero no funcionaba, solo funcionaba así, como una pequeña perlita. Cuando le mandé la maqueta a Paco me dijo que era la mejor de las diecisiete. Decía que era la canción que mejor me definía, y yo siempre la vi como una canción muy menor, de hecho no la veía en el disco, pero Maika me dijo lo mismo. Ya había tres personas que decían que era una gran canción, por eso está en el disco. Cuando lo acabé se lo di a mi madre y es la que más le gusta del disco, ¡y la que más le gusta a mi mujer! Para directo ya hemos hecho una versión más larga, la hemos estirado de un minuto a dos. Sí entiendo lo que ellos dicen, es una canción del Mikel Erentxun más clásico, y para los que quieren que no huya es un ancla. Es una canción curiosa y me encanta el título, aunque no sé cómo me vino. ‘Azar y física’…

 

Contrasta con ‘Tienes que ser tú’, que es mucho más grandiosa en la producción. ¿Cuál es su historia?
Para mí es la mejor letra del disco. Estaba llamada a ser la gran canción del disco desde la maqueta, por eso tiene una producción grande: cuerda, metales… pero con el disco acabado nos dimos cuenta de que había otros singles más claros que este, pero sigo pensando que es una gran canción y sigue siendo de la que más orgulloso me siento. La anécdota de la canción es que intentamos por todos los medios hacer un dúo con Julio Iglesias.

 

¿Un dúo con Julio Iglesias? ¿En serio?
En serio. Desde el primer día yo la veía con un corsé muy americano, Tom Petty, pero Paco, que es un friki en el buen sentido de la palabra, me dijo: «Esta canción es como Julio Iglesias, es easy listening total, rollo setentas». Me convenció y llamamos a la compañía y le dijimos: «Os va a parecer un puto disparate, pero nos gustaría hacer esto». Lejos de parecerles un disparate les pareció una idea muy buena, conseguimos hablar con Julio Iglesias y mandarle la canción, nos pidió unos días para pensárselo y finalmente declinó la oferta, nos dio las gracias, dijo que estaba muy ocupado con su disco, que también es de dúos. Yo soy superfan de Julio, conque me haya contestado… pero la jugada es que yo ya tenía interiorizado a Julio, y de una manera inconsciente la he cantado como él. Estábamos cantando todo el rato y ya era… «Hey, hey». Creo que la he cantado como la hubiera cantado él. Creo que es una canción perfectamente para él, sobre todo por la letra.

 

En las letras de este disco, hay un verso fantástico: «Me han crecido alas en las cicatrices», en ‘Cicatrices’. ¿De dónde sale?
Tengo que decir que ese verso no es mío, es un verso muy parecido de una escritora que conocí, una poeta de Valencia a la que le doy las gracias en el disco. En su cuenta de Instagram tenía puesto algo de alas en las cicatrices, y cuando la conocí le dije que esa frase me encantaba y que si me dejaba meterla en una canción. Ella me dijo que sí, que era mía, que para ella era un honor. Yo aún no había escrito nada del disco, pasaron unos meses, estaba haciendo ‘Cicatrices’ y de repente me acordé de la frase aquella. La metí, le escribí para decírselo y le mandé la letra de la canción, me dio la autorización y ya está. Es una frase preciosa y encaja muy bien en el sentimiento de esa canción: aunque esté hecho mierda yo voy a salir de aquí como sea. Uno siempre acaba cicatrizando.

 

 

Hay mucho componente visual en tus letras.
Sí, muchísimo. Trabajo mucho con imágenes. Me gustaría pensar que la gente cuando oye mi música la puede ver, es muy difícil que vean las que yo veo, pero me conformo con que vean algo. Que mis canciones le produzcan imágenes.

 

¿’Llamas de hielo’ es «hija del rock» de músicos como Roy Orbison y Chris Isaack , como apunta la nota de prensa del disco?
Fue una canción de esas que nacen seguidas, me gusta mucho cómo la canto y cuando la mezclábamos le dimos importancia a la voz, pusimos mucha reverb, la voz está más grande que en otras. Es una canción con mucho sentimiento.

 

Al otro lado, como oyentes, esa fluidez en tus letras parece constante. Es sencillo cantarlas.
Son fáciles de cantar, sobre todo desde que las escribo yo. Diego era más sencillo pero me costaba, me tenía que dar pautas para encajar una letra. Con Cormán más, es un grandísimo escritor pero no miraba tanto la fonética ni mi puntuación. No digamos ya Rafael Berrio, sus letras cuesta la vida cantarlas, te obliga a cantarlas un poco a lo Bob Dylan, atropelladamente. En cambio mis letras están perfectamente encajadas, muy fluidas, las escribo sabiendo cómo es la melodía, no meto una sílaba de más, están escritas para eso.

 

¿Qué fue de aquellos planes de grabar un disco en directo con Duncan Dhu? 
Está ahí, es una idea que seguimos trabajando Diego y yo, no sé cuando, pero sí, tenemos una asignatura pendiente, el directo actual de Duncan Dhu merece la pena ser llevado a un disco. En este directo hemos recuperado un montón de canciones que no nos gustaba cómo sonaban entonces y sí nos gustan ahora, sentimos que es una buena fórmula de recuperar el repertorio antiguo.

 

Sigue pendiente, entonces. 
Sí, Duncan Dhu es un proyecto vivo, pero intermitente. Quizá más intermitente que cuando ya era intermitente. Pero hemos vuelto a los años noventa, cuando teníamos tres carreras. Hemos hecho una gira separada en el tiempo en dos años, tenemos ahora algún concierto en América, el año que viene probablemente haremos ese disco en directo, hay idea en el aire de un disco de estudio… hay planes, aunque Diego y yo estamos más centrados en nuestras carreras. Duncan Dhu es un proyecto que está vivo, no está cerrado.

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