“So The Wind Won’t Blowlt All Away”, de Erik Voeks

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DISCOS

“Un disco que apunta en dos direcciones: la de la excitación y la de la ternura, de enérgica matemática de las guitarras eléctricas al sutil vuelo de acústicas ácidas, de la vitamina al tranquilizante”

 

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Erik Voeks
“So The Wind Won’t BlowIt All Away”
HANKY PANKY RECORDS, 2016

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Nos tenía abandonados hace mucho tiempo. En 1993 Erik Voeks arrancó con un primer disco espléndido, “Sandbox”, y desde entonces nos había dejado huérfanos, con sólo un epé registrado en estos casi quince años, aparte, claro está, de su trabajo con los Hidden Pictures. Así que este segundo disco nos viene como agua de mayo en una escena, la del pop de guitarras vitaminado, que está dando frutos jugosos en los últimos tiempos.

Desde un lugar aparentemente tan poco dado al pop como Kansas, llega un nuevo fruto aromático, previo paso por España donde se ha forjado una banda que lo acompaña –The Spanish Settlement, gente de Los Brujos, Santi Campos o Los Potros–. Esto lo ha decidido a volver a grabar una estupenda colección de canciones con sabores de dos texturas diferentes; por un lado se abre con un buen ramillete de guitarras y magnetismo en las melodías. ‘GML2C’ es puramente costelliana, inmensa en su espíritu básico, y a partir de aquí las referencias son definitorias y agradables. Esos coros que se deslizan a la manera de los Beach Boys y esas guitarras puro The Byrds en ‘She Loved Her Jangle Pop’, esa voz con el timbre de McCartney en el juego circense a lo Beatles que es ‘Grey Rain Town’ o, como los Teenage Fanclub del reciente “Here”, esa adaptación del power pop al lirismo y la dulzura, que concluye en dos pistas clasicotas y bien enhebradas: ‘Tired Of Feelin’ Alone’ –vientos perfectos– y ‘She Was Doomed’.

Ocho canciones que elevan el ánimo, ideales para escoger la ropa que te vas a poner la noche de un sábado, que dejan paso a cinco más trazadas desde otros parámetros. Ya en ‘Mondrian’ se observa un cambio de tono, más reposado y psicodélico, folk de países de fantasía a lo Incredible String Band o Big Star, una psicodelia que vuelve a recrear a los Beatles de nuevo en ‘Remember You’. Y poco a poco se vuelve más campestre y poético, con tonos en las guitarras del Neil Young de “Harvest” hasta llegar a la extrema belleza de ‘Ending Of The Ending’, nanas pop para el regreso de ese mismo sábado.

En definitiva, un disco que apunta en dos direcciones: la de la excitación y la de la ternura, de enérgica matemática de las guitarras eléctricas al sutil vuelo de acústicas ácidas, de la vitamina al tranquilizante. Y en ambos lados triunfa con canciones que van mucho más allá del puro placebo. Son verdadera cura de sentimientos.   

 

Anterior crítica de discos: “Non ho ‘l’etá”, de Vega.

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