CINE
“Larraín transmite su idea con éxito y triunfa al otorgar al personaje nueva vida”
“Jackie”
Pablo Larraín, 2016
Texto: JORDI REVERT.
La cultura pop, en su ritmo vertiginoso, a menudo reduce sus mitos a meras imágenes unidimensionales. El caso de Jackie Kennedy no es distinto, y su figura transitaba esa memoria del siglo XX como viuda de oro y víctima de la maldición de los Kennedy. La compasión, sin embargo, no deja ver más allá y Pablo Larraín lo sabe. En “Jackie”, el director chileno se compromete de manera absoluta con el objetivo de darle a su personaje aristas, una complejidad que contempla su carácter a veces caprichoso, otras arrogante, siempre entregado al amor por su marido. En su película, Jackie Kennedy es estudiada como cúmulo de emociones tras ser sacudida por la muerte, y Natalie Portman le proporciona precisión, sensibilidad e inestabilidad, eliminando la distancia de la interpretación y componiendo un ser humano vertiginoso y fascinante.
Larraín, que ya había apuntado a su interés por las tensiones entre la Historia y su representación en “No” (2012), aquí ejecuta una doble maniobra de lo más astuta. Por un lado, reduce su retrato a los días anteriores y posteriores al asesinato de Kennedy en Dallas, potenciando su estudio del carácter de su protagonista en el duelo y relegando el hecho histórico a un segundo plano –cuya reconstrucción, en cualquier caso, es brillante−. Por otro, utiliza la tragedia para articular una reflexión que apunta al final de un sueño. La muerte lo es también de un proyecto de Historia, de un futuro más prometedor que aquí es destrozado, arrebatado. Esa utopía que se disuelve, tanto en lo íntimo como en lo histórico, queda sintetizada en la mención a Camelot, como lugar al que ya no es posible volver. Tal vez “Jackie” peque en algunos pasajes de ampulosa o de grave para llegar a esas conclusiones, pero es indudable que Larraín transmite su idea con éxito y triunfa al otorgar al personaje nueva vida.
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