“Maratón de baile”, de Los Ginkas

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DISCOS

“Los Ginkas no salen de ahí, de ese espacio en el que hay diversión a raudales, letras entre la ficción de kiosko y el cinismo y efervescencia pimpante”

 

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Los Ginkas
“Maratón de baile”
CHIN CHIN RECORDS MUNDIALES

 

TEXTO: CÉSAR PRIETO.

 

 

Su tercer disco y Los Ginkas no salen de ahí, de ese espacio en el que hay diversión a raudales, letras entre la ficción de kiosko y el cinismo y efervescencia pimpante. Como los grupos que siempre vivieron en un mundo aparte, paralelo, y que son la adoración de unos cuantos aficionados –aquellos que entienden la música como tres acordes y fantasía, van quedando pocos–, Los Ginkas creen que la única solución posible a la debacle, lo único que puede hacer frente al pesimismo y la decrepitud, es colgarse las guitarras y convertirlas en ferias de colores.

No es casual que el homenaje que siempre hacen en sus discos se enfoque aquí hacia Federico y Terry, la primera encarnación de Terry IV, que con una maqueta de cuatro temas definieron en los últimos ochenta una manera de hacer, su ‘Cuarzo del espacio’, historia peliculera de inadaptaciones adolescentes y venganzas, estaba tan bien resuelto en su encarnación básica, que mira que los de Pamplona lo intentan, pero les queda un tanto falta de fuerzas. Sin embargo, lo consiguen con ‘Ambientador emocional’, una narración pulp pop clavadita a lo que hicieron esos Terry IV, o ‘Chupitic’ que recupera el espíritu de otros injustamente olvidados, los TCR de ‘Es pop’. No en vano José, llega desde esos TCR para tocar la guitarra con ellos y componerles las tres maravillas que son ‘Desde dentro’, ‘Puntualidad’ y ‘Rita Red Bull’.

Son historias de gentes aparte y guitarras a tope, pop sin complejos que mete la directa. Cualquier canción, como ‘Al revés’, versión de The Peasants que ellos convierten en un ejemplo de lo que habrían hecho los grupos de chicas de los 60 sin la tutela de Phil Spector, o ‘Maratón de baile’, directa e insistente y con sonidos del laboratorio de Joe Meek. También son maravillosas las recreaciones de los tópicos americanos en la música, ‘Bobby (me vuelves loca)’ es un pop-a-billy amplio, pura dinamita dichosa que viene del ‘Never to be forgotten’ de Bobby Fuller, o ‘La moto’, que lo combina todo en su recreación de las calles y establecimientos más vistas en series adolescentes: ahí hay algo de sixties, algo bubblegum, algo infantil, algo nuevaolero…  ahora sí que aciertan al encarar la versión, que no es más que una vieja locura que hicieron The Chipirons, aquella reunión informal de Los Nikis y Ataque de Caspa.

Incluso se atreven con un cierto deje latino en ‘Cocos fríos’ bajo las melodías burbujeantes y los arreglos de guitarra y diversión, o con proclamas que son rabiosamente hilarantes como en ese ‘Himno de las ratas unidas’  –el cinismo, que les decía–. Los Ginkas han creado el disco de nuestro país ideal, hecho a medias de cartoon y de justicia poética.  No hay nada que destaque más allá de la pura y radiante felicidad de hacer canciones, que ya es bastante.

Anterior crítica de discos: “Piedras rulantes”, de Guillermo Rayo.

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