“Navarrete consigue la difícil tarea de incorporar elementos de fantasía, suspense y horror, pero en vez de arrojarlo todo en un conjunto desordenado, teje esa gran variedad de emociones y géneros musicales en un precioso tapiz”
“El laberinto del Fauno” no solo destacó por el buen hacer de su director, Guillermo del Toro; también contó con una partitura poderosa que llegó a estar nominada en los Oscar, obra del compositor español Javier Navarrete. De ella nos habla Fernando Fernández.
Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.
“El laberinto del Fauno” (“Pan’s labrynth”)
Música de Javier Navarrete, 2006
Al hilo de la banda sonora de “Tigre y dragón”, hace unas semanas comentábamos la injusta valoración de los músicos asiáticos, que por fortuna van teniendo cada vez más peso en el cine de animación. Una situación similar, y si cabe más sangrante, es la que han vivido los magníficos compositores españoles, olvidados hasta los años 80. En las últimas décadas esto ha cambiado, y su reconocimiento profesional está fuera de duda: nombres como Alberto Iglesias, Víctor Reyes, Fernando Velázquez o Roque Baños ya trabajan en proyectos tanto nacionales como internacionales. A ello contribuyen premios como los Jerry Goldsmith, que este año celebran su duodécima edición valorando el trabajo de los compositores en múltiples campos audiovisuales a nivel internacional.
Una muestra del gran trabajo de los compositores españoles fue la nominación a los Oscar que consiguió Javier Navarrete en el segundo capítulo de la inacabada trilogía sobre la Guerra Civil española realizada por Guillermo del Toro, “El laberinto del Fauno”, y tal vez uno de sus mejores trabajos. Se presentó a los Oscar como mejor película extranjera por México (ya que aquí no se consideró, y buena parte de la producción era de aquel país), a pesar de contar una historia claramente española rodada en suelo nacional (con esas ruinas de Belchite claramente reconocibles), con reparto totalmente español (excepto el fauno, encarnado por el gran amigo de Del Toro, Doug Jones) y por técnicos españoles. Además, es una de las poquísimas películas de carácter fantástico que alguna vez han sido nominadas en la categoría de mejor película extranjera, logrando ser la película de habla española más taquillera de la historia en los Estados Unidos. Por aquel entonces Del Toro repartía sus trabajos entre Estados Unidos y España: en suelo norteamericano llamaba al compositor Marco Beltrami y en suelo español, a Javier Navarrete, probablemente uno de los músicos españoles menos reconocido de ese póquer de ases de la música de cine patrio al que me refería antes. Pero todo cambió con las seis nominaciones a los Oscar obtenidas por la película, incluyendo una a la mejor banda sonora.
La música de Navarrete consigue algo complicado en este tipo de películas: la mezcla de géneros, un asunto bastante difícil hasta para los cineastas y músicos más expertos, porque las películas de múltiples personalidades no suelen contar con el beneplácito de la crítica universal. Pero “El laberinto del Fauno” lo consiguió gracias a la magia y emoción de la música. Este cuento de hadas gótico centra su narrativa en Ofelia, una niña que lucha por sobrevivir en la Guerra Civil Española mientras se embarca en una búsqueda (literal) de un mundo fantástico. A pesar de ello, la película es una narración para adultos, incorporando elementos fantásticos como faunos y hadas, pero también mucha sangre, violencia e incluso tortura. Los elementos de fantasía de la película están empapados de oscuridad y los mundos en los que habita Ofelia son siniestros, lo que culmina en un clímax efectivo y realmente emocionante.
En su partitura musical, Javier Navarrete consigue la difícil tarea de incorporar elementos de fantasía, suspense y horror. Pero en lugar de arrojar todo en un conjunto desordenado, como suele ser habitual hoy en día, logra tejer esa gran variedad de emociones y géneros musicales en un precioso tapiz. Toda la banda sonora basa la partitura en una simple canción de cuna que se presenta al principio del álbum y que tiene una importancia emocional decisiva en la película (con esas dos preciosas apariciones diegéticas). Por ello, en ciertas ocasiones se escucha a una voz solista canturreando el tema. Una voz inocente, acompañada de piano, cuerdas y un coro etéreo que consiguen ofrecer un tema sorprendentemente eficaz, especialmente si consideramos su progresión melódica simple a lo largo de la partitura, donde se utiliza con orquestaciones, ritmos y sincopaciones muy variadas, pero en absoluto complejas o elaboradas. Con este tema Navarrete sugiere la inocencia presente de su protagonista, pero dentro del contexto de una historia que es de todo menos inocente.
Por este motivo, la mayor parte de la música incluye un sonido realmente dramático y serio, por no decir oscuro y siniestro, con abundante tensión y suspense, e incluso atonalidad. Pero Navarrete evita explícitamente cualquier referencia en la música, aunque sea sutil, de que la historia se está desarrollando durante un periodo de guerra. Ese no es el interés ni la trama de la historia en absoluto, como queda confirmado cuando el «arco musical» de la partitura llega a una maravillosa cadencia emocional al descubrir el sentido de parte de la trama fantástica de la historia. Con ‘Una Princesa’, Navarrete nos saca finalmente de la oscuridad y vemos realmente un vestigio de luz. Esta es la última vez que escuchamos a la voz solista tarareando el tema principal, acompañado por la suave presencia del coro. Entonces, de manera brillante, como si estuviera atrapada en la emoción e incapaz de continuar, la voz se detiene abruptamente. El coro toma el control y termina la pieza. Es una muestra perfecta, a la vez dramática y conmovedora, de la calidad del trabajo del compositor.
El final de la banda sonora, con ese triste violín acompañado a piano interpretando el tema principal proporciona un cierre perfecto para una preciosa, dramática y completa banda sonora. La tarea de combinar las impresionantes imágenes de “El laberinto del Fauno” requerían un acercamiento extremadamente amplio y creativo por parte de Navarrete, cuya labor y técnica orquestal sería más que suficiente para realizar una grandiosa partitura fantástica. Sin embargo su trabajo final es producto de la brutalidad oscura de la película. El ambiente siniestro de los diseños de Del Toro impregna cada momento de la música, y el estilo elegante de la composición musical hace que la banda sonora tenga un encanto y atractivo diferente, a pesar de que el impacto emocional sea en gran parte áspero y deprimente. Parte de ese atractivo proviene del hecho de que el sonido es muy fresco para la mayoría de los aficionados que disfrutan de este género cinematográfico, con una alta sensibilidad romántica. Musicalmente, esto es algo que manejamos muy bien en nuestro país: hacer la oscuridad tan brillante, sin miedo a la batalla entre armonía y disonancia. Es una partitura que exige mucho durante cada escucha y, sin embargo, no puedes dejar de volver a por más. Utilizando una gran paleta orquestal y coral, la partitura de Navarrete es rica en integridad temática y grandes esquemas tonales, al mismo tiempo que consigue infunde una sensación de temor con un acompañamiento persistentemente disonante con las piezas más terroríficas, manteniendo su interés simplemente gracias a sus toques aparentemente exóticas. Otras bandas sonoras y películas, en cambio, caen en la más pura y efectista disonancia.
Todo esto convierte “El Laberinto del Fauno” en una banda sonora, como mínimo, digna de análisis y admiración. Se puede conseguir perfectamente gracias a la larga duración de su presentación en cedé, una extensión que se arriesga a convertirse en una agotadora experiencia emocional de escucha (algo que Navarrete también pretende), pero que también incluye al menos una buena parte de música más armoniosamente accesible para los aficionados no habituales de este género más alejado de las disonancias. Una de esas bandas sonoras que a muchos les puede costar clasificarla entre las mejores, pero que como mínimo hay que reconocer que es inconfundiblemente poderosa, aún más por su maravillosa conjunción con las historias y las imágenes de Del Toro.
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Anterior entrega de Las grandes B.S.O.: “El Padrino”, música de Nino Rota.