CINE
“Es de agradecer la llegada de una película que da voz a Zappa para que escuchemos sus ideas, para que comprobemos la lucidez de un artista que se negó siempre a doblegarse ante las imposiciones del poder”
“Eat that question: Frank Zappa in this own words”
Thorsten Schütte
Texto: MANUEL DE LA FUENTE.
En una ocasión, hacia el final de su vida, le preguntaron en la televisión a Frank Zappa cómo le gustaría pasar a la historia. “No es importante”, respondió el músico. Tras unos segundos de pausa, añadió: “Quienes se preocupan mucho por cómo se les recordará son gente como Reagan o Bush, que invierten un montón de recursos y dinero para dejar un legado estupendo”. La entrevista cierra la película “Eat that question”, un documental dirigido por Thorsten Schütte sobre la figura de Zappa, construido sobre entrevistas de archivo que, en orden cronológico, van ofreciendo diversas pinceladas de su recorrido artístico. Con estas palabras se cierra un relato que desvela el nulo margen a la nostalgia que concedió al artista, una máxima que asume como propia la película.
Esa puede ser la razón del éxito del largometraje, muy celebrado a su paso por Sundance y el South by Southwest y que el Festival de San Sebastián estrena este fin de semana en España. Al contrario que los documentales anteriores sobre Zappa (dirigidos fundamentalmente a la televisión), “Eat that question” realiza una apuesta arriesgada: está compuesta únicamente de declaraciones del propio artista (no se entrevista a sus músicos, por ejemplo) y, por lo tanto, no hay ningún atisbo de sentimentalidad. Se trata, en suma, de un retrato que incide en la concepción política de la música de Zappa, esto es, en esa idea en la que destacó a lo largo de su trayectoria: usar la música para expresar sus ideas, nadar a contracorriente y defender su verdad frente al poder político que intenta silenciar la disidencia.
La película de Schütte abarca toda la carrera de Zappa, desde sus primeros discos de los años 60 hasta su enfermedad y fallecimiento en 1993. Sin ayuda de voz en off ni carteles explicativos, las entrevistas al músico ofrecen un fresco de la historia y cultura del siglo XX, desde los movimientos underground hasta la caída del Muro de Berlín, centrándose en dos etapas de su prolífica carrera como son los principios de los años 70 y el reaganismo. Ambas vienen marcadas por los encontronazos de Zappa con la censura, constantes en su trayectoria pero especialmente graves en dos episodios: la prohibición de tocar en el Royal Albert Hall por el contenido sexual de las canciones y su comparecencia en el Senado norteamericano en 1985 para denunciar los ataques de la presidencia de Ronald Reagan a la música rock.
Estos sucesos articulan un relato y la recuperación de la figura de Zappa que se propone el filme. Su público lo entendió a la perfección en su momento, especialmente el europeo, como muestra el documental. En una secuencia en que le preguntan a un fan francés a la entrada de un concierto por qué le gusta Zappa, responde: “Porque le importa una mierda lo establecido”. Así aparece corroborado una y otra vez a lo largo de hora y media de metraje. “No actúo nunca para líderes políticos ni religiosos”, explica Zappa después de desvelar su rechazo a una propuesta de Juan XXIII para actuar en el Vaticano.
La otra gran apuesta de la película de Schütte es reivindicar la seriedad del personaje. Aquí aparecen todos los rasgos que le otorgan su singularidad, como su rechazo a las drogas (“he expulsado a músicos por drogarse en las giras”, confiesa) o su dedicación absoluta a su obra sin incidir demasiado en el carácter humorísticos de sus textos para no desviar la atención de los despistados. Asistimos a ensayos con Kent Nagano tratando de poner en pie “Pedro’s Dowry”, le vemos en el rodaje de su primera película, “200 Motels”, componiendo con el Synclavier e incluso recibido como un héroe por Václav Havel en Praga. Mientras, la elección de la banda sonora incide en el interés de Schütte por mostrar la ineludible vertiente política de la obra de Zappa, desde el tema que abre el film, “Trouble every day” (respuesta zappiana a las canciones protesta de los años 60) hasta “When the lie’s so big” (su diatriba contra los republicanos y los fundamentalistas cristianos), pasando por canciones como “Cosmik Debris”, “Dinah-Moe humm”, “Tinseltown rebellion” o “G-spot tornado”, todos ellos sintomáticos de una música que siempre fue a la contra para demostrar que el arte y la cultura son, como dice Zappa en el film, los elementos fundamentales de cualquier sociedad, por mucho que los gobernantes se empeñen en reducirlo todo a una economía cortoplacista.
Tras las palabras finales de Zappa ignorando el tópico de cómo ser recordado a su muerte, asistimos a unos breves momentos finales emotivos, con el músico, ya visiblemente enfermo, dirigiendo “Ionisation” de Edgar Varèse. El filme, dedicado a Gail Zappa, la mujer de músico fallecida el año pasado, se cierra así como un documento excepcional, una indagación necesaria en la obra y pensamiento de un músico irrepetible que peleó sin cesar contra las políticas de adoctrinamiento que ejercen las clases dominantes sobre la población. Es de agradecer la llegada de una película que da voz a Zappa para que escuchemos sus ideas, para que comprobemos la lucidez de un artista que se negó siempre a doblegarse ante las imposiciones del poder. Fue, en definitiva, un optimista irredento consciente del lodazal al que se encamina la humanidad, como se recoge en el siguiente vídeo que, a modo de coda, aparece tras los créditos finales de la película de Thorsten Schütte.
Manuel de la Fuente es autor del libro “Frank Zappa en el infierno. El rock como movilización para la disidencia política” (Biblioteca Nueva) y traductor de “La verdadera historia de Frank Zappa. Memorias” y “¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa” (ambos en Malpaso).
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Anterior crítica de cine: “Juego de armas”, de Todd Philipss.