SERIES
“Una observación desde fuera que busca lo fascinante, lo anecdótico y lo grotesco, en lugar de tratar de comprender la idiosincrasia de un periodo complejo y muy convulso de la historia de Colombia”
“Narcos”
Creada por Chris Brancato, Eric Newman, y Carlo Bernar
Netflix, 2015
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
La primera temporada de “Narcos” finaliza en un momento tan avanzado de la vida de Pablo Escobar que no puede uno dejar de pensar que la existencia de una segunda temporada necesitará de un retorcimiento tal del material de partida que puede que los puntos fuertes de la serie (la propia historia de Pablo Escobar) no compensen sus grandes defectos (especialmente cierto desorden narrativo: acumulación desorganizada de acontecimientos y algún que otro error de casting).
A pesar de la veracidad y anclaje histórico de mucho de lo contado aquí, los mecanismos ficcionalizadores resultan tan evidentes y forzados que da la sensación de que se hace un uso tramposo del material de archivo y la voz en off, que crean un sentido de veracidad para lo que no es sino un relato exagerado y melodramático de lo ocurrido, anclado por supuesto en la realidad, pero rellenado como conviene para deleite del espectador. Paradójicamente, es en el hecho de que lo contado tenga una base real donde está la gran baza de la serie. Ese “basado en hechos reales” (acompañado de un “algunos elementos se han alterado” al que no prestamos tanta atención) nos hace caer sin remedio en el morbo que provoca uno de los personajes más fascinantes de la historia reciente de América Latina: Pablo Escobar.
De todas formas, “Narcos” no deja de ser una observación desde fuera que busca lo fascinante, lo anecdótico, lo grotesco, en lugar de tratar de comprender la idiosincrasia de un periodo complejo y muy convulso de la historia de Colombia. El uso de un narrador y punto de vista norteamericano (y policial) ya nos deja claro qué posición se toma, a qué público se quiere retener y qué versión de la historia se va a contar.
La serie pretende enlazar con ese subgénero televisivo de tanto éxito que se basa en la fascinación por el criminal o el malvado y que reina en la ficción norteamericana reciente, gracias a personajes como Dexter o Walter White. Estas historias normalmente se apoyan en la compleja evolución y exploración de dilemas morales dentro de la mente de los protagonistas que, sin embargo, aquí no existen. “Narcos” juega a esto sobre todo en dos niveles. Por una parte trata de presentarnos al agente Murphy como alguien que va comprendiendo que uno puede retorcer la ética para que el fin justifique los medios y, por otra intenta, más de lo que debería, que nos caiga bien Pablo Escobar, convertirlo en una simpática figura trágica a la que las circunstancias terminan por superar. Pero no alcanza ninguna de las dos. El personaje de Murphy resulta plano y su evolución poco creíble y forzada (las telenovelescas reacciones de su mujer no ayudan) y el Pablo Escobar real siempre será mucho más interesante que su doble en la ficción: su biografía es una de esas historias que, de no ser contrastablemente cierta, nos parecería excesiva.
Y ahí está el gran poder y al mismo tiempo riesgo de “Narcos”, en el proceso de traslación a guion de una realidad inverosímil. Establecer si realmente lo consigue o dónde se ha de definir el límite entre ambas dimensiones depende de la relación que el espectador decida construir con lo narrado.
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Anterior crítica de serie: “Stranger things”, de Matt y Ross Duffer.