Fue un Rodríguez y un Troglodita, pero además de tocar con Loquillo, Ariel Rot y Andrés Calamaro, Guillermo Martín formó tándem con su hermano Fernando en Desperados y se subió a los escenarios con Jaime Urrutia y Andy Chango, entre otros. Hoy se cumplen diez años de la muerte del guitarrista, y sus compañeros de profesión le recuerdan en este homenaje. Por Francisco Sierra Ballesteros.
Texto: FRANCISCO SIERRA BALLESTEROS.
Fotos de Guillermo solo: PIPA ÁLVAREZ ENRICH.
Foto con Jaime Urrutia y Loquillo: LIBERTO PEIRO.
Resto de las fotos: ARCHIVO EFE EME.
“Como dijo Pancho Varona, Guillermo Martín es el músico más querido de los últimos cincuenta años. Y yo agrego: a quién más echaremos de menos en los próximos cincuenta”. Andrés Calamaro (Efe Eme, abril 2009).
“Era un tipo intuitivo pero supermusical, podía tener una noche floja y hacerte pasar un mal rato, pero cuando tenía la noche buena era humillante, te dejaba con la boca abierta y sin el mínimo esfuerzo. Como persona… siempre quise tener un Guille pequeñito en la mesilla de noche”. Ariel Rot.
“Como guitarrista tenía el rock, eso de lo que todo el mundo habla, pero nadie hace. Tenía un timbre muy especial, pero de esos que se incrustan muy bien en una banda. Obviamente, era la ortodoxia pura. En la banda, él sería el rock más clásico, Stinus el contemporáneo, y yo, entre esos dos polos. Como ser humano está todo dicho. Cuidado, tenía más lados de los que parecía, pero procuraba que solo aflorase uno”. Igor Paskual.
“Guille es la polla. Yo me di cuenta del cariño de la gente con él. En los conciertos la gente coreaba su nombre”. Jaime Urrutia (Efe Eme, número 71).
“Yo ahora no puedo tocar rock and roll ortodoxo porque ahí mi hermano era Dios. Y Dios se murió”. Fernando Martín (Efe Eme, enero 2011).
Hoy, 18 de agosto de 2016, hace 10 años que falleció Guille Martín, el desencadenante de avalanchas de admiración, respeto y cariño como las que acabo de citar. Por ello parece obligado reivindicar su recuerdo como parte fundamental de los quehaceres diarios de los amantes de la música que un tal Lucifer dejó tirada en un cruce de caminos; siendo recogida, desempolvada y mecida por el regazo de Robert Johnson hace ya algún tiempo (sé que no se cuenta exactamente así, pero apuesto a que ninguno estabais allí para confirmarlo).
Si hay una figura en la música popular española equiparable a las grandes leyendas de la mitología rockera, esa es la de Guille (Carabanchel, Madrid, 21 de julio de 1963). Guitarrista carismático y extraordinario, su carrera siempre se desarrolló a la sombra de figuras mediáticamente más relevantes, sin importarle demasiado que los grandes focos no le otorgasen el papel protagonista. La música que le rodeó durante sus primeros años estuvo íntimamente relacionada con la radio. “Las peticiones del oyente”, “Rueda la bola” y unos recién estrenados “40 Principales” comenzaron a introducir la música en los huesos de nuestro protagonista y de su hermano mayor, Fernando Martín. Adquirir los primeros discos era inevitable para no depender del antojo del programador de canciones o de aquellos perversos oyentes que nunca piden la canción que se necesita. Formula V, y los discos de Mirinda y Fundador, fueron las primeras grabaciones que entraron por la puerta de la vivienda familiar. Lógicamente, estaba abocado a la fascinación por los Beatles más temprano que tarde.
Cuentan que aprendió a tocar el piano antes que la guitarra, de forma autodidacta, lo que hacía presagiar que aquellos dedos estaban condenados a ser un manantial por el que brotase la música de una forma o de otra, por lo civil o lo criminal. Desde bien temprano comenzó a formar bandas en las que interpretaba temas de los Fab Four y alguna que otra rareza como ‘Alfonsina y el mar’. Los grupos en los que compartía notas con su hermano (cuatro años mayor que él) fueron una dinámica habitual de trabajo que se mantendría durante la mayor parte de su carrera artística. Aunque antes montaron Los Cables, la primera banda de los hermanos Martín que tuvo cierta relevancia fue Números Rojos. La formación nació en 1981 y dos años después conquistaron el tercer puesto en los premios Rock Villa de Madrid (el año que ganaron Polanski y el Ardor); incluso grabaron dos canciones. Todo marchaba relativamente bien hasta que apareció la tragedia: uno de sus componentes falleció en el incendio que arrasó la discoteca madrileña Alcalá 20 el 17 de diciembre de 1983. Y eso supuso el fin del grupo.
Desperados
Después de aquello, el madrileño se fogueó en bandas menores hasta que pasó a formar parte de los míticos Desperados en 1985. De nuevo acompañado de su hermano Fernando a la voz, se unió a Rafa Hernandez (guitarra), Amando Cifuentes (bajo), José Luis Vizcaya (batería) y Javier el Moro (armónicas y saxo), con los que empezaron a trabajar en el circuito madrileño.
En 1986 se estrenaron en el estudio grabando un minielepé homónimo, pero fue con su segundo trabajo, “¿Qué hay de nuevo viejo?”, publicado ese mismo año, con el que lograron cierta repercusión. Antes de esta época, el guitarrista tuvo sus primeros contactos con compañeros de profesión que resultarían decisivos en el discurrir de su carrera artística. Entre ellos, Ariel Rot: “Le veía de vez en cuando por Malasaña, en garitos como La Vía Láctea, un día puso en el bar unos temas de los Desperados y recuerdo que me gustaron. Eso sería en el 84 más o menos, justo antes de que yo me fuera a vivir a Buenos Aires”.
Cuatro años después de que los hermanos Martín se incorporaran a filas desperadas, obtuvieron su primer “éxito” gracias al single ‘Flores muertas’, incluido en el disco “El golpe”. El tema era una adaptación al castellano (por Ramón Recio) del clásico de los Rolling Stones ‘Dead flowers’. 1989 fue un año especialmente fructífero para Desperados, en el que publicaron su su último disco, “Tan alto como nos dejen, tan fuerte como podamos”. Sin embargo, los constantes cambios en la banda no permitían que la solidez del proyecto fuese excesiva. Aunque la voz de Fernando y la guitarra de Guille eran señas de identidad inalterables, el baile de nombres en la formación era constante. Hasta algunos de los ilustres del rock and roll patrio, como Josele Santiago y Julián Infante, participaron de forma anecdótica en el desfile.
Encuentro con Julián y Ariel
“Cuando volvimos de Buenos Aires con Andrés (Calamaro) en el año 90 empezamos a montar Los Rodríguez, y Julián (que ya había tocado con Guille) me insistía mucho en que tenía que ir a escucharlo a algún concierto. Una noche fuimos a ver a los ‘Despes’ al Siroco y flipé mucho con él. Me pareció el mejor guitarra de rock and roll de España”, confiesa Ariel Rot sobre esos primeros contactos con Guillermo. “A partir de ahí nos empezamos a ver todos los días en Tablada. Nos juntábamos en el bar, tomábamos birras, jugábamos al futbolín y por supuesto nos poníamos a tocar siempre que podíamos. Adorábamos a Guille como músico y como persona; él y Julián juntos podían hacerte enfermar de tanto reír, era una combinación letal”.
Efectuada la transferencia de afectos entre Guille y Ariel, Julián mediante, y teniendo en cuenta la falta de estabilidad de Desperados, no era descartable que los acontecimientos derivasen en la entrada del músico de Carabanchel en unos recién nacidos Rodríguez. Sucedió de una forma curiosa, según revela Rot: “No parábamos de probar bajistas y ninguno nos terminaba de gustar. Andábamos jodidos y frustrados, como siempre ahogando nuestras penas en el bar de Tablada. Guille andaba por ahí y le dijimos que por qué no cogía el bajo un rato, así al menos podíamos tocar un poco. Empezamos a tocar y todo el mundo a sonreír, había total sintonía y no había que explicar nada. Hablábamos el mismo idioma, éramos de la misma manada. Cuando terminamos un tema, él nos dijo: “¿Y esto era complicado?”. Todos salimos del local sintiendo que Guille ya era el quinto Rodríguez”.
Así fue como un guitarrista se convirtió en el único bajista que figuró como miembro oficial de la banda, un proyecto que combinó con Desperados, hasta que fue consciente de la imposibilidad de cumplir con las dos formaciones. Llegado el momento, optó por la familia: “Fue un duro golpe para todos, porque nos lo dijo un día antes de hacer la sesión de fotos y firmar el contrato, pero se comprometió a grabar el disco (“Buena suerte”). En el tercer show que hicimos Julián se rompió una mano y lo escayolaron. No podía tocar por un mes y teníamos algunos bolos, así que entró de vuelta Guille, pero esta vez de guitarrista sustituto. Como ves, estábamos predestinados a tocar juntos”.
La apuesta por Desperados no fue suficiente y la banda acabó disolviendose a principios de los 90. El guitarrista colaboró entonces con Micky y los Tonys, La Frontera, Luis Auserón y Los Enemigos. De forma paralela, los Martín dejaron de tocar juntos y dieron forma a un nuevo proyecto, Neverly Brothers, pensado para pequeños escenarios en los que se entonaban temas propios y versiones en formato acústico. Sin más pretensiones, la madrileña sala El Sol decidió editarlo en formato físico, evitando así que cayera en el olvido con el transcurso de los años. La citada grabación llevó por título “Solos o en compañía de otros” y contó con un puñado de colaboradores.
El fin de esa formación coincidió con un nuevo cruce de caminos con Ariel: “Un año antes de la gira con Sabina, Los Rodríguez ya pensábamos separarnos. Esa gira estiró la banda un año más, pero durante ese año no hicimos bolos. Yo tenía muchas ganas de tocar, así que hablé con Guille y decidimos armar The Rota, era el grupo de los dos. Ya habíamos hecho otras bandas que organizaba él para tocar en los garitos de Madrid, así que no nos costó mucho armar un repertorio y salir a tocar”.
Los siguientes pasos del Ron Wood español —así le llaman algunos— siguieron ligados a sus amistades argentinas, ya que fue reclamado por Calamaro para tomar parte de la gira correspondiente al disco “Alta suciedad”, en 1997. Andrés reclutó a una auténtica selección del mejor rock hispano-argentino, en el que figuraban también Ciro Fogliatta, Gringui Herrera, Niño Bruno y Candy Caramelo, con el que llegó a telonear a Bob Dylan. Tras la gira, el guitarrista colaboró también en la grabación del mitificado “Honestidad brutal”.
El cambio en la filosofía de trabajo de Calamaro durante la etapa de “El salmón” empujó a Guille a buscar un nuevo acomodo, y después de apoyar la incipiente carrera de Andy Chango en España, recaló en el grupo de acompañamiento de Jaime Urrutia, que entonces arrancaba en solitario. Ambos se conocían de los tiempos en los que Desperados y Gabinete Caligari ensayaban en Tablada, así que cuando Urrutia buscó músicos de acompañamiento para formar Los Corsarios se encontró con la agradable sorpresa de que el guitarrista andaba libre y deseoso de volver a los ruedos. Para completar el círculo de circunstancias favorables, el batería de la banda era Germán Vilella, su viejo compañero de los primeros Rodríguez. Todo estaba dispuesto para que los siguientes tres años de su carrera fuesen una cosecha constante de cariño.
Con Jaime Urrutia
Tras la gira de “Patente de corso”, Guille volvió a buscar nuevos aliados. No era difícil, viendo lo bien considerado que estaba entre los primeros espadas del rock patrio. Surgieron rumores sobre el interés de Bunbury por incorporarle a sus filas (su guitarra fue la invitada estelar en las sesiones de “Flamingos”), pero a comienzos del invierno de 2003 ocurrió algo determinante que despejó las dudas sobre su futuro: se fue del grupo. En el número 71 de la revista EFE EME, publicado en septiembre de 2005, Urrutia explicó cómo encajó su marcha: “Me dolió muchísimo. Todo fue una equivocación: Guille me llamó para decirme, ‘Jefe –me llaman jefe–, vas a estar un año parado y me tengo que buscar la vida’. Nuestro último concierto fue el del quinto aniversario de EFE EME. Ahí se gestó todo: Guille e Igor (Paskual, guitarrista de Loquillo y Trogloditas), conectaron mucho, se cayeron muy bien. Loquillo no es tonto y lo vio; en los ensayos y en el directo vio lo que estaba pasando. Igor también le dijo a Loquillo que Guille molaba mucho para los Troglos. Guille me llamó para decirme que se iba con el Loco, pero o no me lo dejó claro, o yo no me enteré bien, porque pensaba que era para la gira mientras nosotros no girábamos para preparar el disco, que calculaba año y medio. Lo de EFE EME fue en noviembre de 2003 y yo pensaba que Guille iba a estar en 2004 con Loquillo y luego volvería con nosotros, porque era un Corsario. Me llamó otra vez y vi que no, que Loquillo le había exigido, más o menos, el compromiso de ser un Troglodita. Y sí, me dolió mucho”.
«Nuestro último concierto fue en el quinto aniversario de Efe Eme. Ahí se gestó todo: Guille e Igor conectaron mucho, se cayeron muy bien. Loquillo no es tonto y lo vio»
Cuando coincidieron en aquel concierto de EFE EME, Igor Paskual y Guillermo ya se conocían, según el asturiano: “Habíamos coincido anteriormente en algún sitio. Creo que fue en la fiesta después del concierto de la Mercé en el 2002, cuando yo estaba a punto de entrar en Trogloditas. Él ya estaba en la banda de Urrutia, que también había tocado, y me cayó fenomenal. Una vez que ya estaba definitivamente en Trogloditas, coincidimos muchísimo con Jaime Urrutia, al que le iba fenomenal con su primer disco en solitario. Con Jaime en aquellos años tocábamos muchísimo. Cuando coincidíamos con él, los Trogloditas volvían todos a Cataluña, y a veces me iba en la furgoneta con Jaime y su banda hasta Madrid, y de ahí ya me subía a Gijón. Pero el contacto real de saber que conectábamos muy bien tocando juntos fue en esos ensayos para el concierto que dices, que, por cierto, fue maravilloso. Ese es el recuerdo que tengo. Lo primero que tocamos fue ‘Cuatro rosas’ y las dos guitarras se encontraron, fue algo increíble. Después de ese encuentro solo queríamos volver a tocar juntos. Aportó otra onda, un leve cambio de guardia. Tenía una personalidad muy alegre, poco dado a las confrontaciones, y nos vino bien. Además, Guille tocaba como Dios, intuitivo, rápido, y no olvidemos que antes había estado Xavi Tacker, que era descomunal, como dos guitarristas en uno, asustaba de lo bueno que era. Sustituir a Xavi no estaba al alcance de cualquiera, y Guille lo hizo”.
Igor Paskual: «Tocamos ‘Cuatro rosas’ y las dos guitarras se encontraron, fue algo increíble. Después de ese encuentro solo queríamos volver a tocar juntos»
Ingreso en Los Trogloditas
Guillermo Martín ingresó con todos los honores en los Trogloditas para la gira “Arte y ensayo” ocupando el puesto de Xavi Tacker. Allí coincidió con Simón Ramírez: “Le conocí personalmente cuando entró en Trogloditas ya con su leyenda en las espaldas, avalado por Igor y Vila. Enseguida conectamos, era una estupenda persona, superdivertido, tenía un sentido de humor muy peculiar, muy parecido al que a mí me gusta. Cada vez éramos más amigos, y desgraciadamente su enfermedad nos unió, si cabe, un poco más. Como guitarrista, ¿qué quieres que diga que no se haya dicho? Tenía un gusto muy fino y una sensibilidad exquisita. Se cumplen diez años de su ausencia y aún le echamos en falta. Es irremplazable”. La misma sensación tiene otro de los Troglos, Cuti Vericad: “Era un músico de rock and roll en estado puro. Tocaba sucio, sin filigrana ni virtuosismo. Tenía clase y escuela. No necesitaba ser un portento técnico ni nada parecido. Algunos guitarristas de circo y malabar, a veces apuntaban: ‘¿Pero este es el famoso Guille? Pues no toca tanto, ¿no?’. Yo les respondía: ‘Ahí, ahí, exactamente, tú lo has dicho’. Siguen sin enterarse de aquella gran verdad de ‘no es lo que comes, sino cómo lo masticas’. ¡Ay! ¡Cuánta tontería guitarrística, por el amor de Dios! Como ser humano siempre definí a Guille como ‘el carisma’. He conocido mejores y peores personas, mejores y peores músicos, pero nunca he conocido a nadie tan carismático como él”.
Aquella incorporación a la banda tenía un objetivo claro, como cuenta Loquillo: “En un principio, Guille e Igor iban a ser los encargados de dinamizar a los Troglos en una etapa nueva”. El grupo estaba formado por Sergio Fecé (teclados), Jordi Vila (batería), Simón Ramírez (bajo) y la pareja Martín y Paskual formando una dupla de guitarristas tan complementarios como espectaculares. Fueron días de vino y rosas para el rock and roll español. Lástima que el destino, como en aquella película, quisiera que el vino se picase y las rosas se marchitaran con tanta brevedad, ya que a principios de 2005 el último troglodita en aterrizar tuvo que ser intervenido quirúrgicamente debido a un cáncer pulmonar. Este contratiempo supuso que la banda se viese obligada a cancelar la gira por Argentina y Uruguay, y que Jordi Pegenaute le sustituyese en los conciertos españoles. A pesar de todo, Loquillo decidió esperar a que el de Carabanchel se restableciese para abordar un ambicioso disco en directo.
Peleando contra el cáncer
Tras la vuelta a la actividad normal y la grabación de “Hermanos de sangre”, el guitarrista siguió ejerciendo de Troglodita, dando la impresión de que estaba ganando la partida al cáncer. Todo se vino abajo con una arremetida todavía más agresiva que la primera. Tuvo que ser hospitalizado a causa de una neumonía, y esta vez fue Jaime Stinus el encargado de llenar tan inmenso vacío. La esperanza de que el músico sobreviviera al cáncer se fue desvaneciendo poco a poco, pero a pesar de ello decidió seguir tocando hasta que las fuerzas lo acompañasen. Reapareció el 20 de abril de 2006, aunque pocas semanas después se vio obligado a abandonar de nuevo los escenarios: “Fue muy duro para todos”, se sincera Loquillo. “Un buen día él quería volver porque se sentía mejor, después tenía una recaída, hacía esfuerzos tremendos para poder salir… era muy difícil trabajar así y por eso entró Jaime Stinus, para equilibrar aquella situación. Su muerte fue la muerte de los Troglos”, confirma el cantante. “Él estaba convencido de que no era tan grave como era”, añade Igor. “No sé si se engañaba a sí mismo o no quería admitirlo, pero nosotros veíamos que el asunto era grave de verdad. Él no le daba tanta importancia, hasta, por supuesto, ya el último tramo de su vida”.
A pesar de la gravedad de la situación, su círculo cercano prefería mantener el optimismo, pero el 3 de junio de 2006 fue su último concierto. La banda presentía el fatal desenlace. Pese a todo, Guille no perdió el sentido del humor. Una noche escuché a Leiva contar que Guille y Fernando siempre se caracterizaron por su pasión hacia el fútbol en general y hacia el Real Madrid en particular; y estando Guille muy enfermo en el hospital, pidió a su hermano que le tramitase el alta como socio del Fútbol Club Barcelona. Ante lo descabellado de la petición, Fernando se vio obligado a pedir explicaciones, y él le dio la respuesta: “Un culé menos”. Un chascarrillo que define la entereza con la que el músico afrontó la enfermedad.
“Él aceptó el cáncer con algo de preocupación, bastante valor y mucho sentido del humor. El humor lo mantuvo hasta el final y en cierto modo fue su salvación y bálsamo ante el miedo y el dolor”, reflexiona su compañero en Trogloditas, Cuti Vericad. A pesar de todo, en sus últimos momentos quedó postrado en una cama, paralizado de cuello hacia abajo. Dicen que murió por el ataque despiadado de un cáncer, pero sospecho que decidió irse cuando se apoderó de él la tristeza de no despertar a su guitarra del silencio.
Cuti Vericad: «El aceptó el cáncer con algo de preocupación, bastante valor y mucho sentido del humor. El humor fue su salvación y bálsamo ante el miedo y el dolor”
El 18 de agosto, hace justo diez años, se produjo el trágico desenlace: Guille falleció en Zaragoza a los 43 años. Los Trogloditas fueron informados antes de una actuación en Alicante. Tras el bolo todos acudieron a la capital aragonesa para despedir al difunto compañero y amigo, antes de proseguir la gira. Aunque ya se mascaba el fatal desenlace, la tristeza entre los más allegados fue infinita, como demuestra Ariel Rot: “El último recuerdo que tengo de Guille fue horrible, estaba muy enfermo y sabía que le quedaba muy poco. Nos despedimos por teléfono, yo iba a un bolo en furgoneta y la conversación se entrecortaba por la mala cobertura, resultaba muy angustioso. ¿Qué puede uno decir en esos momentos? Al final, para quitar hierro, le dije ‘mañana te llamo y hablamos más tranquis’ y él me dijo: ‘Adiós, Ariel’. Los dos sabíamos que ese adiós era para siempre”.
Igor también tiene un último recuerdo triste: “Desgraciadamente, lo recuerdo en el hospital un día antes de morir. Mal. Nos impactó mucho. Parecía tan vivo, tan lleno de vida y de pronto eso… Hubo un antes y un después, por supuesto, en muchas cosas. En el funcionamiento interno de la banda y de forma inconsciente, creo que dejamos de beber la noche con tanta furia. Se acabó la inocencia”.
Hoy en día, Guille es un laurel en las afueras de Zaragoza, un buen puñado de discos en las estanterías de multitud de personas que sienten la música como una necesidad vital, el recuerdo del guitarrista más carismático que pisó nunca un escenario en este país, sus zapatillas Converse colgadas en una pared de la casa de Leiva y un millón de anécdotas compartidas por los que más le querían. Todo eso y algunas cosas más que ni siquiera pueden ser contadas con palabras.