CINE
“Adolece de falta de originalidad, además de presentar una falta de carisma preocupante entre sus principales personajes y la ausencia de un calado emocional que sí está presente en los mejores títulos de animación de los últimos tiempos”
“Mascotas” (“The secret life of pets”)
Yarrow Cheney y Chris Renaud, 2016
Texto: HÉCTOR GÓMEZ.
Con el trono del cine de animación copado indiscutiblemente por Pixar (por más que se atisbe cierto aroma acomodaticio y de repetición de fórmula en alguna de sus últimas películas), y con el segundo escalón ocupado por la resurgida Walt Disney Pictures Animation -empujada por el fenómeno Frozen (Chris Buck & Jennifer Lee, 2013)-, el resto de la cuota del mercado de animación se lo reparte un amplio abanico de compañías que intentan a toda costa dejar su sello en un sector altamente competitivo y que, demostrado queda, supone unos grandes beneficios económicos.
Entre estas compañías se encuentra Illumination Entertainment, una joven empresa (fundada en 2007) que supo colocarse en el mapa gracias a un villano reconvertido en héroe a su pesar, el protagonista de Gru – Mi villano favorito (Pierre Coffin & Chris Renaud, 2010), que ha dado lugar a una franquicia que cuenta con tres películas (la tercera pendiente de estreno en 2017) y un spin-off protagonizado por Los minions (Kyle Balda & Pierre Coffin, 2015), auténticos robaescenas de la saga y verdaderos artífices del merchandising que ha sabido colarse en los hogares habitados por niños menores de cinco años de todo el mundo.
El propio Chris Renaud, director del filme seminal del estudio y de su secuela en 2013, vuelve a dirigir -junto con Yarrow Cheney- este nuevo intento de Illumination de conseguir un éxito de taquilla ajeno al universo de los pequeños seres amarillos, después de los fracasos de Hop (Tim Hill, 2011) y Lorax: En busca de la trúfula perdida (Renaud & Balda, 2012). Y lo hacen recurriendo a una fórmula tradicional que casi siempre funciona: arriesgar poco en el planteamiento narrativo y apabullar al espectador con unos efectos visuales que disimulen las carencias.
Después de ver Mascotas (The Secret Life of Pets, 2016), es inevitable tener una sensación de dejà vu ante un punto de partida y un desarrollo que remite sin sonrojos a Toy Story (John Lasseter, 1995), a esa idea de “¿qué hacen nuestros juguetes cuando nosotros no estamos?” trasladada esta vez al mundo de las mascotas, y a la aparición de un elemento extraño que rompe el equilibrio perfecto entre el protagonista y su dueño. Una pelea entre este nuevo elemento, Duke (Eric Stonestreet) y el protagonista Max (Louis C.K.) desencadena una serie de aventuras en las que acabarán encontrando el verdadero sentido de la amistad. Les suena, ¿verdad?
Así pues, “Mascotas” adolece de falta de originalidad, además de presentar una falta de carisma preocupante entre sus principales personajes y la ausencia de un calado emocional que sí está presente en los mejores títulos de animación de los últimos tiempos. Le salvan, sin embargo, momentáneos destellos a cargo de algún secundario, la inclusión acertada de ciertas piezas musicales que rompen el ritmo narrativo (véase la escena de las salchichas con la música de “Grease”) y, es innegable, un aprovechamiento máximo de las posibilidades de la animación en 3D, que dan lustre a las innumerables secuencias de acción y persecución que tienen lugar durante todo el metraje. En definitiva, una película destinada a un público infantil que es cada vez más exigente y que, por si fuera poco, es incapaz de colmar las expectativas de los adultos que los acompañan, por mucho que intente colar cierta metáfora sobre la represión de los negros a través del conejito al que da voz Kevin Hart, cuya gracia se pierde totalmente en el doblaje (y con guiño incluido a “Los chicos del barrio”), pero cuyo mensaje acaba siendo tan conservador como se podía esperar en este tipo de producto.
Siempre nos quedarán los Minions…
–
Anterior crítica de cine: “Escuadrón suicida”, de David Ayer.