“Brío Afín apuestan por la artesanía y nos dejan un disco cuidado, atento a los detalles, lejos de cualquier convencionalismo”
Brío Afín
“Más que posible”
DISCOS CABAÑA
Texto: CÉSAR PRIETO.
La filosofía del sello discográfico Cabaña, gestionado colectivamente por músicos granadinos, queda patente en su lema: “Sin ánimo de lucro”. A la verdad, no hay tanto de original en esto, así es como funcionan la casi totalidad de las compañías independientes de este país que con una referencia, si pueden y les va bien la cosa, financian la siguiente. Lo que sí que es original es el tipo de música que editan, básicamente los grupos en los que están los gestores, unos maravillosos proyectos fuera de cualquier tiempo, arriesgados sin límite. A quién se le iba a ocurrir ofrecer un single –vía digital, acceso libre– con versiones de cuatro canciones de Chicho Sánchez Ferlosio, la persona más alejada de los parámetros culturales que rigen hoy en este país. Con ello, gracias a Dios, los chicos de Cabaña nos mantienen caliente la esperanza.
Como mantienen la esperanza con su última referencia, el disco de Brío Afín, un grupo activo en conciertos y en ir desperdigando canciones en diversos formatos y que ya cuenta con un primer elepé. También son activos en buscar colaboradores, y entre la casi decena de músicos que llevan adelante las canciones y colaboran destaca Popi González, hijo de Poncho de Los Ángeles, y él mismo en el histórico grupo; leyenda y actualidad unidas, pues.
A partir de aquí, el folclore de un país imaginario. Ya la intro de la primera canción del disco –‘La historia ha sido alterada’– discurre por derroteros de pasacalles circense, cercano a La Romántica Banda Local o a la Incredible String Band. Impresionante, un clavicordio acogedor y esa mixtura de locura e imaginación –tan difícil en nuestra época– a la que le falta un punto para acceder al sueño de El Niño Gusano.
Y siguen. ‘El ritmo del camino’ es country, con su steel guitar y nubes de Hammond y Mellotron. Miniaturas de una tierra de fantasía como el Sisa de los ochenta. Un Hammond que pasa a primer plano en ‘En pleno centro’ y un aire country de nuevo en ‘Nueces y ruidos’, que no es más que una fachada para abrir resquicios a mundos de cuento.
Conforme avanza el disco es el piano quien toma el mando, y se adivina cierta melancolía, dulzura que en ‘La ambición’ puede llegar a recordar incluso a Los Secretos. Y las letras. Estampas cotidianas que parecen no encajar del todo, episodios extraños que dan magia a lo habitual. Brío Afín apuestan por la artesanía y nos dejan un disco cuidado, atento a los detalles, lejos de cualquier convencionalismo.
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Anterior crítica de discos: “The Traveling Wilburys collection”, de The Traveling Willburys.