“Detrás de ese león salvaje y peligroso hay un ser extremadamente sensible y empático, capaz de dar valor a las cosas pequeñas”
Empujando esta semana especial dedicada a Bunbury, Shuarma escribe para Efe Eme un texto sobre cómo nació y cristalizó la amistad entre ambos, que se mantiene casi veinte años después. El Enrique humano y el Enrique artista.
Texto: SHUARMA.
Foto: JOSE GIRL.
Conocí a Enrique en 1999, en Zaragoza, su ciudad.
Elefantes fuimos a tocar a una pequeña sala de allí (la Morrissey) para presentar nuestro segundo disco “El hombre pez”. Nunca habíamos tocado en Zaragoza, bueno, nunca habíamos tocado fuera de Catalunya.
En la sala no había más de 10 personas, y entre ellas estaba Enrique. No nos dimos cuenta de que estaba allí hasta el final del concierto que vino a saludar y a decirnos que le había encantado la actuación. Fuimos todos a tomar algo y acabamos la noche en la Estación del Silencio a altas horas de la madrugada.
La conexión fue instantánea… la pasión por la música nos unió desde el primer momento. Al cabo de unos meses fui a pasar unos días a su casa, y allí es donde nació una amistad más profunda, la que a día de hoy nos mantiene unidos y cerca a pesar de la distancia.
Comenzó a grabar su disco “Pequeño” y me invitó a la grabación y a colaborar con él, como hizo con otros amigos músicos.
Creía en Elefantes y propuso buscarnos un sello discográfico, producirnos y salir con él de gira. Nos llevó por toda España, EE.UU. y México. Grabamos el disco “Azul” y las cosas cambiaron para nosotros.
Siempre tendremos palabras de agradecimiento hacia Enrique y ojalá un día podamos hacer con otros lo que hizo él con nosotros.
La amistad creció y compartimos escenario varias veces, incluso hicimos un nuevo proyecto juntos llamado Bushido (junto a Carlos Ann y Morti). Proyecto que nos llevó a alejarnos (mucho) durante unos 5 años.
Con la vuelta de Héroes del Silencio recibí una llamada suya invitándome al show. Allí volvimos a encontrarnos y con una cena en Gerona volvimos a sellar nuestra amistad.
Creo que todo esto define una parte importante de Enrique… Cuando cree en algo va hasta el final y cuando quiere a alguien lo quiere hasta el final. Más acertado o más equivocado, cree a muerte en lo que hace y lo lleva hasta las últimas consecuencias. Eso me parece admirable.
Vive para la música y para hacer llegar la música a los demás, no solo la suya. Vive la vida a través de ella. Es un buscador insaciable, ya sea en una pequeña sala de su antigua ciudad o en el teatro mas lujoso de L.A. Siempre que le veo me suelta cuatro o cinco nombres de grupos que no conozco… no sé cómo lo hace, pero lo conoce todo.
Y, sobre todo, siempre está pensando en su nuevo proyecto, sea el que sea… nunca para. Creo que, en lo profesional, su mayor ilusión es escribir canciones e ir subiendo poco a poco y escalón a escalón el trabajo del artesano que talla canciones.
Tengo la fortuna de conocer al Enrique superestrella que sube a los escenarios y también al que te prepara un pescado al horno en su casa y, aunque alguno crea lo contrario, no son tan distintos.
Detrás de ese león salvaje y peligroso hay un ser extremadamente sensible y empático, capaz de dar valor a las cosas pequeñas.
Hay cosas con las que me identifico con él y otras en las que no tanto, pero siempre es un ejemplo para mí y su opinión es importante. Y muy por encima de eso está nuestra amistad, que se ha ido construyendo con los años a base de respeto y admiración.
Esperemos a ver cuál es su próxima sorpresa…
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Anterior entrega de la Semana especial: Bunbury en directo: Diez momentos grabados a fuego.
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