“‘Palosanto’ destaca por las constantes literarias de Bunbury al volver a cuestionarse todo en ‘Mar de dudas’, enorme canción en clara conexión con ‘¿Dudar?, quizás’”
Chema Domínguez explora el lado latino de la discografía de Enrique Bunbury, especialmente presente en trabajos como “Pequeño”, “El viaje a ninguna parte”, “Palosanto” y “Licenciado Cantinas”.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Foto: JOSE GIRL.
«Cuando giramos con él a propósito de una invitación que nos hizo y pudimos acompañarlo en la época de Héroes del Silencio, recuerdo que en el camerino se compartían canciones, rancheras, boleros, con Andrea (Echeverri). Él tenía gusto por esta música desde esa época ya, creo que era el ’96. Creo que estaba buscando eso, otros horizontes musicales. Por eso mismo escogió Aterciopelados, se empeñó en que Aterciopelados acompañara a Héroes del Silencio a pesar de que fuéramos un grupo que no tuviéramos mucha similitud con el sonido de Héroes, él se empeñó y por eso fuimos. Y le atrajo esa mezcla del bolero con la ranchera porque él ya estaba en esa búsqueda». Lo cuenta Héctor Buitrago, la fantástica mitad de Aterciopelados y el cien por cien de Conector. La influencia de aquel encuentro, con temas como ‘Baracutana’ o ‘Bolero falaz’, puede detectarse en futuras canciones de Bunbury desde «Pequeño» (1999).
Precisamente con ese disco empieza el camino latino de Bunbury. Suerte que lo empieza desde el Mediterráneo y desde Aragón, enriqueciendo y mezclando todas las sendas que desembocan en sus grabaciones y directos con sonidos balcánicos, cabareteros, españoles y americanos. Y con todo lo vivido en Héroes del Silencio, donde también encontramos la semilla en piezas como ‘Agosto’ («El mar no cesa”, 1988). «Creo que los dos primeros discos de Héroes tenían mucho más de mezclar el pop con melodías mediterráneas; luego nos fuimos acercando cada vez más a lo anglosajón», comenta el propio Enrique.
Su debut en solitario, «Radical sonora», intentaba separar los caminos de Héroes y Bunbury, aunque el resultado quedó más cercano a la electrónica que a lo árabe, tal y como ha reconocido el maño en alguna ocasión. «Después de ese intento, me lo propuse con más seriedad y menos vergüenza, con menos prejuicios. Quería que saliera todo eso a borbotones, con naturalidad y de una vez por todas». Su siguiente paso discográfico, “Pequeño”; fue el paso definitivo. Junto a ese álbum, el doble «El viaje a ninguna parte» (2004) demuestra lo acertado de su estrategia emocional y sonora. Si aún no lo has escuchado, por favor, aprovecha este verano. Nada tiene que envidiar la hondura del tango a la del blues, y no hay ritmos que permitan mejor las narraciones que los desplegados en el mapa de ese trabajo. El vals cabaretero ‘Por un malnacido’, con aires de ranchera, es un buen ejemplo. ‘El aragonés errante’, ‘En la pulpería de Lucita’, ‘Adiós compañeros, adiós’… Disfruten, lloren, protesten, enfádense, bailen… A la riqueza habitual de los sonidos que pueblan discos como este, alegra ver en los créditos a Santiago del Campo, voz y, compositor de los extintos -pero fundamentales- Especialistas.
“Licenciado Cantinas” (2011) o “Palosanto” (2013) ahondan en el cancionero y la estética latina. Entendamos latino como una seña idiomática, el latín vulgar del que proviene el castellano se dignifica gracias a textos como los de Enrique, Café Tacuba, Aterciopelados, Fabulosos Cadillacs y tantos otros, aunque estén alejados de las sonoridades más enraizadas, como Lapido o Jorge ‘Ilegal’ Martínez. Lo mismo sucede con otras figuras de lenguas romances como Moustaki o Battiato, pero esas son otras trayectorias también, y este espacio sobre el que escribo es finito.
‘El mar, el cielo y tú’, ‘Chacarera de un triste’ y las demás son un tributo ideal “a la lírica popular regional”, tal y como señala el libreto de “Licenciado Cantinas”. Mientras, “Palosanto” destaca por las constantes literarias de Bunbury al volver a cuestionarse todo en ‘Mar de dudas’, enorme canción compuesta junto a Jorge Rebenaque, en clara conexión con ‘¿Dudar?, quizás’. En la segunda parte que compone “Palosanto”, vuelve a haber espacio para desmontar la historia preñada de mentiras y peligrosos nacionalismos en ‘Hijo de Cortés’, tal y como sucediera en ‘El extranjero’.
De igual manera que el lado anglo se cuela en los discos más originales de Bunbury, sucede al revés como en ‘Hellville de luxe’ (2008). ‘Irremediablemente cotidiano’ o ‘Todo lo haremos mejor en el futuro’, contrastan con ‘Bujías para el dolor’ o grandísimas piezas como ‘Porque las cosas cambian’
Abandonar prejuicios es algo necesario para desarrollar una vida artística larga, pero sobre todo con algo que contar. A Bunbury hay que agradecerle esa valentía tan necesaria para dar sentido a cada latido. Como Buñuel, otro aragonés universal, Enrique supo mutar y mirar hacia otros lados, más interesantes que lo previsible. El siguiente paso musical es una incógnita, tal vez indagar en sonidos prehispánicos, profundizar en los ya conocidos… En cualquier caso, sus textos, su ideología, su estética, su estilo, y sobre todo sus directos buscarán asombrarnos.
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Anterior artículo de la semana de Bunbury: “Bunbury antes de Héroes del Silencio”.