Jaime Gonzalo, el pop y el horror

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jaime-gonzalo-01-06-2016

“El problema es que la música que inspira esa crítica, la actual, está más cosificada que nunca y lo único que inspira es la inercia de una industria que de cultural no tiene nada, y trafica con ruinas”

 

Hace unos meses ha visto la luz el último libro de Jaime Gonzalo, periodista cofundador de la revista “Ruta 66”. A sus trabajos anteriores, entre ellos la biografía de The Stooges “Combustión espontánea”, se suma ahora “Mercancía del horror” (Libros Crudos, 2016). Una entrevista de Juanjo Ordás.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

El periodista Jaime Gonzalo acaba de editar “Mercancía del horror” (Libros Crudos, 2016), un nuevo libro en el que analiza la relación entre fascismo y música pop. Interesante tema y más interesante aún en manos de uno de nuestros mejores autores.

 

Jaime, la primera pregunta va sobre el esfuerzo. ¿De dónde sacaste las fuerzas para escribir “Mercancía del horror” después de los tres titánicos volúmenes de “Poder Freak”? Me refiero a que tus libros siempre rebosan ideas, no son sencillos de escribir.
Las fuerzas las extraigo del horror vacui de la existencia. No sé estar sin hacer nada, tengo que ocupar mi tiempo en algo, y no se me ocurre mejor manera de hacerlo que aprendiendo, que es lo que en mi caso significa el trabajo. Del trabajo surgen las ideas, no hay otro secreto. Ignoro si mis libros son sencillos o complicados de escribir, cuando escribo solo obedezco a lo que me pide la mente, y esta, por lo general, se muestra inquieta, ávida, curiosa. Estar enfrascado escribiendo un libro también me ayuda a evadirme de la realidad circundante, que cada día me resulta más repulsiva.

 

Por cierto, la edición de Libros Crudos me parece fantástica. Ágil, elegante y cómoda.
Supongo que sí, pero no me corresponde a mi juzgarlo. Tratamos de hacer las cosas lo mejor posible, en la medida que el presupuesto nos lo permite.

 

¿Crees que uno, como escritor, de alguna manera elige a sus lectores?
Nunca tengo una idea preconcebida del lector. Francamente, ni siquiera pienso en él, mucho menos lo elijo. En todo caso, esa prerrogativa será suya. A veces me pregunto si realmente me lee alguien, y siempre tengo la sensación de que lo que escribo no interesa a nadie. Eso no me crea ningún problema, pues escribo para mí mismo, para intentar explicarme esto o aquello, para entretenerme, ya que no para ganarme la vida. Económicamente, al menos los míos, los libros son poco agradecidos.

 

En “Mercancía del horror”, hay una cita de “La montaña mágica” de Thomas Mann que considero fundamental para entender el libro. ¿Por qué es la música más sospechosa que la literatura?
Esa cita es magnífica, en efecto, y me la sugirió mi editor. Todo es sospechoso en esta vida, empezando por nosotros mismos y aquello que hacemos, incluida la música, la literatura, el cine, el periodismo, el arte. En todo ello reside un engaño, que no es ni mayor ni menor que el que desempeñamos en nuestra vida cotidiana, que rebosa patética hipocresía. Y eso es algo que debemos aceptar. En cualquier caso, sería menos divertido, y menos humano, si no tuviéramos que discernir qué hay de nocivo y de benéfico en las cosas.

 

El fascismo es adaptable y amoldable. Ahí están los surferos o el hardcore neoyorquino.
El fascismo, como cualquier doctrina política, es ergonómico. Se amolda a las circunstancias, porque va implícito con la naturaleza humana, a la que por regla general le gusta mandar e imponer sin ofrecer demasiadas explicaciones. Por otro lado, la resiliencia del pop, o del rock, o de cualquier música popular, no hace distingos… se nutre de todo, como los puercos.

 

En Inglaterra parece que el fascismo era un fantasma que siempre estaba ahí hasta la llegada de Thatcher, que se hizo realidad. Todos los músicos tenían algo que decir respecto al fascismo incipiente que tal vez se veía venir.
El fascismo ha estado y está en todas partes, desde la antigüedad, como seguirá estándolo en el futuro, y no precisamente con la intangibilidad de un fantasma. Que el fascismo tome cartas de identidad histórica a partir de Hitler, Musolini y Franco no significa que la organización social no haya conocido antes una forma de gobierno jerárquica, autoritaria y violenta. Actualmente sigue rigiendo ese sistema, solo que muy maquillado. Es algo de lo que hablaba recientemente con el pensador Miquel Amorós, cuyas palabras se explican mucho mejor que las mías: “Estamos ante un condicionamiento pacífico de la población que nos introduce con buenas maneras en una sociedad policial. El régimen partitocrático es muy similar al nazi en su funcionamiento, solo que se basa en la persuasión y no recurre a la violencia sino en casos extremos”. Y permíteme una aclaración, ni mucho menos todos los músicos británicos de esa era tuvieron algo que decir del fascismo, los hubo que no se enteraron o no quisieron enterarse. Lo cual no los hace culpables de nada, por cierto.

 

¿Qué crees que gente como Gainsbourg buscaban con la provocación? Tal vez puedas explicarnos por qué es tan excitante la provocación, si es por el hecho en sí o por lo que desencadena.
La provocación es una treta del narcisismo, que necesita llamar la atención, como un niño malcriado. Puede que entonces, cuando lo de Gainsbourg, todavía funcionara, pero en la actualidad la provocación es una especie de seudoporno barato que solo puede conturbar a timoratos. Quemas la constitución ante las cámaras televisivas y al día siguiente te conceden un premio, como ha sucedido recientemente en Cataluña con una funcionaria ideológica de la que alaban su ingenio y mordacidad.

 

¿En qué momento se encuentra, en tu opinión, la crítica musical y de la cultura popular?
La crítica musical, empezando por la que yo practico, me aburre. Aunque abundan los mediocres, entre los que me cuento, actualmente el nivel general de esa crítica es muy superior al de décadas pasadas, como las que van de los 60 a los 80, lo cual no es muy difícil, por otra parte. El problema es que la música que inspira esa crítica, la actual, está más cosificada que nunca y lo único que inspira es la inercia de una industria que de cultural no tiene nada y trafica con ruinas. Solo aspira a perpetuarse, probablemente porque está agotada. Estoy más atento a la crítica cultural, sea popular o no, y en ese terreno el nivel es superior.

 

Para finalizar, ¿en qué proyecto te encuentras trabajando ahora mismo?
Nunca hablo del futuro. Desde hace un tiempo, cuando empiezo a escribir un libro lo único que me preocupa es si la muerte, la mía, vendrá a interrumpirlo antes de que pueda finalizarlo. Por lo tanto, ya se verá, o no.

 

 

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