“El sargento Pepper nunca estuvo allí”, de Julián Ruiz

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“Un libro escrito por alguien que sabe de lo que habla, que adopta un criterio amplio, que no se casa con nada y que en muchas ocasiones va a coincidir con los gustos del lector”

 

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Julián Ruiz
“El sargento Pepper nunca estuvo allí. Historias secretes de grandes músicos”
LUNWERG

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Julián Ruiz representa un raro espécimen de hombre de música en el ámbito ibérico, para las dimensiones anglosajonas no tendría precio, pero aquí, acostumbrados a que la farándula de la grabación tome su trabajo desde coordenadas intelectuales –que las tiene– y no festivas, a una cierta sobriedad y a la defensa de un estilo a capa y espada, alguien que sabe ser desmesurado, que pasa del baile de extrarradios a la elitista modernidad y que se comporta como anguila entre cientos de famosos, no deja de ser una “rara avis”.

Entre estos famosos se mueve el libro de Julián Ruiz, productor de Los Pegamoides, Burning o Nino Bravo, músico él mismo, gestor de musicales, periodista de los de raza en una decena larga de cabeceras y director desde hace más de cuarenta años de programas míticos como ‘Plásticos y decibelios’. De hecho, le faltaba el libro, y aquí lo tenemos: “El sargento Pepper nunca estuvo allí”, un repertorio de anécdotas de cincuenta y dos artistas, la mayoría no solo conocidos por él, sino también tratados en conversaciones en las que le desvelan escondidos episodios de sus carreras. Es la parte más jugosa de un libro que, en estilo llano, despliega hechos conocidos en su mayoría y algunos secretos, leyendas urbanas y constataciones mayúsculas.

Dos columnas sostienen la mayoría de los capítulos: los culebrones del rock y las muertes; eros y tanathos, como siempre. Entre los primeros está el mayor embrión de murmuraciones durante los sesenta, Harrison, Pattie y Clapton; pero también Chrissie Hynde y su leyenda de mujer fatal, las cornamentas que se colocaban Fleetwood Mac o Abba, o ya el desesperante caso de Tina Turner. Todo salpicado con conversaciones privadas, que si no dan muchos detalles, si resultan pequeñas exclusivas casi de revista del corazón.

Las noticias sobre fallecimientos y las leyendas urbanas, ocupan otro amplio territorio. Todas con misterio, pues. Ahí surgen Brian Jones, George Harrison, Freddie Mercury, Jim Morrison, Bob Marley, Jimi Hendrix, Sam Cooke y Marvin Gaye. Y relacionado con esto, con tono de misterio y ocultismo, casi de revistas como “Más allá”, encontramos los enigmas de “Dark Side Of The Moon”, las leyendas sobre Led Zeppelin o la maldición del apartamento de Nilsson en Nueva York.

El resto, peripecias diversas. De los Beatles, bastantes; el ‘lost weekend’ de Lennon y los nueve días en una insalubre cárcel de Japón de McCartney. Y de ambos juntos, los avatares de la disolución legal de los Beatles. Más: la estancia de Bowie en Berlín y la anécdota que dio lugar a ‘Heroes’ –también una hilarante excursión por Madrid con Luis Alberto de Cuenca– diversas aventuras de Brian Ferry y una novela bizantina sobre las aventuras de Jean Michel Jarre en China.

Menos mal, entre todos estos grandes que se acuerda de los olvidados, de aquellos que vieron estragada su carrera o que, tras fulgurantes éxitos, han desaparecido de circulación. La primera, Joséphine Baker, de la que rebusca sus grabaciones primigenias y a quien considera una estrella del pop ‘avant la lettre’. Asimismo rescata a Amanda Lear o Andy Gibb. Y tiene también el buen gusto, entre tanto monstruo sagrado, de apreciar a Jacques Brel o Scott Walker y valorar el único elepé en solitario de Dennis Wilson.

Muchas cosas que serán apreciadas por cualquiera que tenga un mínimo interés por la historia del rock, por los estilos, por las figuras y los figurones. A veces se incomodarán ante opiniones que no comparten, a veces sabrán ustedes otras versiones de los hechos, pero lo que no se puede negar es que es un libro escrito por alguien que sabe de lo que habla, que adopta un criterio amplio, que no se casa con nada y que por tanto en muchas ocasiones va a coincidir con los gustos del lector.

 

 

Anterior crítica de libros: “Viva”, de Patrick Deville.

 

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