“La música comienza de manera lenta y siniestra para marcarnos el despertar de los instintos de la bestia, y el tempo se acelera a medida que la criatura decide cargar hacia su presa”
Con una sencillez apabullante, John Williams generó auténtico pánico con la banda sonora de “Tiburón”. Fernando Fernández recupera una de las piezas más reconocibles del cine, pero también uno de los mejores ejemplos de creatividad en la composición y la orquestación.
Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.
“Tiburón” (“Jaws”)
Música de John Williams, 1975
Qué mejor que meternos en mitad de la Edad de Plata de la música de cine para asistir al nacimiento de dos auténticos maestros. Por un lado, la consagración de un futuro gran director como Steven Spielberg, convirtiéndole en uno de los reyes de la taquilla. Por otro, la confirmación del que es considerado uno de los últimos grandes maestros de la música de cine: John Williams. Ambos consiguieron que a la generación de los 70 y 80 les diera pánico entrar en el agua.
Desde su aparición, en 1975, el tema principal de la película (introducido en esos ‘Main title’ con cámara submarina subjetiva) se convirtió en un fenómeno de la cultura popular en todo el mundo. La increíble simplicidad con que consigue ofrecer una sensación de primitivismo atávico, y la facilidad de poder ser tarareada, la han convertido en una de las piezas más reconocibles de la historia del cine. Pero la partitura para «Tiburón» es también merecedora de atención por su maravillosa creatividad en la composición y orquestación, una de las razones por las que muchos señalan reconocer el “estilo Williams”.
La música con las notas en el bajo comienza de manera lenta y siniestra para marcarnos el despertar de los instintos de la bestia; el tempo se acelera a medida que la criatura decide cargar hacia su presa, mientras tuba, trompa y un gran acompañamiento de cuerdas se unen en un conjunto violento presa del pánico, y nuestro corazón se detiene cuando repentinamente el volumen desciende, con un eco etéreo y débil del bajo y el piano que fluyen en la distancia. Y en ningún momento hemos visto al animal. Todo ello creado simplemente por las imágenes, el montaje y la propia música. Nunca una escena creó más tensión, no ya con la muerte inicial de Chrissie, sino con la ya mítica escena en el que el desesperado jefe Brody grita ese “salgan todos del agua” tras el primer ataque público del escualo a plena luz del día. Toda una clase de cine y música.
Williams, multipremiado
Con más de 60 películas y series de televisión a sus espaldas, cuando se embarcó en este proyecto tenía 43 años, y que demostraría al gran público su maravilloso dominio de la música. Williams atesora 41 nominaciones a los Oscar y cinco estatuillas, por no hablar de los incontables premios que acumula. A sus 84 años continúa en activo y con pocas muestras de desfallecimiento, más allá de su voluntaria retirada para participar solo en los proyectos que el escoge. “Tiburón” fue solamente la segunda colaboración entre compositor y director tras “Loca evasión”, pero se convirtió en la primera película que superó la mítica cifra de los 100 millones de dólares en taquilla, y le otorgó al compositor su segundo Oscar hace ya cuarenta años.
Una composición compleja
En su confección, la película que pasó por tremendos apuros de producción y un duro trabajo que también se reflejó en la música. El propio John Williams menciona como “la idea de la caracterización del tiburón musicalmente, estas notas graves, a golpes de ostinato en el bajo, fueron el resultado de una idea muy simple que tuve, en la que el tiburón debía estar representado por algo en el sonido o la música; pero debía ser más probablemente en la música, ya que no hay sonido bajo el agua”. Probablemente hoy en día se solucionaría con efectos de sonido, pero Williams lo consigue al crear ese ataque sin sentido del tiburón, todo instinto, sin inteligencia, en un imparable bum-bum, bum-bum interpretado por la orquesta. Sin dejar de lado el toque magistral advirtiendo que la velocidad de dicho ostinato puede alterarse y manipularse para crear un mayor o menor nivel de locura en el ataque.
Curiosamente, la composición no convencía a Spielberg, ya que cuando Williams le interpretó ese mítico tema principal con el motivo del escualo (en aquella época las demos se realizaban básicamente a piano), esperaba oír algo raro y melódico al mismo tiempo. Es decir, pensaba que escucharía un tema de tipo tonal pero misterioso, como de otro mundo. Spielberg lo definía como “el espacio exterior, pero dentro del espacio interior, bajo el agua”. Y lo que Williams hizo fue interpretarle con dos dedos sobre las teclas graves del piano ese ‘dun-dun, dun-dun, dun-dun’. Spielberg recuerda que, al escucharlo por primera vez, se puso a reír y pensó que le estaba tomando el pelo, pero escuchándolo continuamente comenzó a darse cuenta de la intención, tanto que el cineasta siempre ha reconocido que la partitura era claramente la responsable de la mitad del éxito de la película.
Ediciones discográficas
El éxito de su banda sonora propició la existencia de ediciones discográficas. Curiosamente muy incompletas, algo más habitual de lo que se piensa en obras tan conocidas. La principal ha sido la edición de 35 minutos publicada originalmente en el año 1975, que se ha mantenido siempre en circulación. Esta edición incluye los momentos principales de la película en suites o piezas arregladas por el propio Williams, pero dejando fuera buena parte de la partitura. Con su 25 Aniversario, Varese Sarabande publico dos ediciones, una con la partitura original y otra con una moderna regrabación dirigida por Joel McNeely. Ambas realmente destacables, con la regrabación ofreciendo un sonido limpio y claro espectacular, aunque no sin sus pegas. Afortunadamente, el año pasado la discográfica Intrada publicó una edición definitiva de la partitura original con un sonido realmente excelente. Un disco doble en el que se incluye la música completa original de la película, diversas versiones alternativas y demos, y una completa remasterización (más que necesaria) de la edición original del año 1975. Evidentemente, esta es la edición recomendada.
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Anterior entrega de Las grandes BSO: “El puente sobre el río Kwai”.