M Clan: La canción como única arma

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“Las improvisaciones, en algún caso, sorprenden hasta a Ruipérez, que sigue divertido a su compañero”

 

Semanas antes de grabar su próximo disco, Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez se enfrentan a un nuevo reto: una serie de directos sin más recursos que una guitarra, una armónica y unas percusiones. Solos y mano a mano con su repertorio. Al inicio de su gira en Madrid acudió Arancha Moreno.

 

 

M Clan
Sala But, Madrid
1 de abril de 2016

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: J. PEREA.

 

 

“Nunca habíamos tocado tan desnudos, a pesar de estos harapos”, sonreía Carlos Tarque tocándose la chaqueta, hablándole a su público en el arranque de su nueva gira junto a Ricardo Ruipérez. Con la elegancia estética de siempre, M Clan se presentaban este viernes en la madrileña sala But, punto de partida de un total de catorce fechas en las que se baten el cobre a solas, sin el respaldo de una banda. Abren en Madrid, donde están acostumbrados a cerrar sus actuaciones, y lo hacen, como bien dice la gira, “Desarmados”. Una ‘Filosofía barata’, como cantan al inicio del show: sin refuerzos ni aderezos, pero con suficiente armamento –una veintena de clásicos– para defender su historia.

 

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A la izquierda del escenario, Ruipérez agarra la guitarra durante toda la noche, sonríe sin disimulo y sigue los meandros que realiza su compañero, que no siempre están en el guion. A la derecha, Tarque se encarga de las voces, la pandereta, la armónica y el cajón, de improvisar cuando el cuerpo se lo pide y de animar a los de enfrente. A falta de banda, no hay mejor acompañamiento que tener al público –treintañero, “cuarentero” y con muchas ganas de cantar– coreando, palmeando y acompañando cada letra. Ambos se muestran más relajados que la noche anterior, cuando presentaron oficialmente la gira ante los medios y un centenar de invitados de la cervecera Mahou. Los murcianos se fueron disgustados por la falta de respeto del público, aún más evidente cuando uno sale al escenario con un formato que exige concentración y un mínimo de silencio. Pero esta noche hay más seguidores, más interés y algo menos de ruido.

 

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Han pasado seis meses desde que cerraron la gira de su vigésimo aniversario, con un despliegue importante de banda e invitados, y les queda un mes y medio para irse a Nashville a grabar “el mejor disco de M Clan”, advierten desde el escenario. Entre un momento y el otro, acometen un reto al que no se enfrentaría cualquier banda de rock, pero tienen repertorio para hacerlo sin pestañear, y mucha carretera encima. Tanta como para permitirse esquivar algunos de sus grandes éxitos y recurrir a sus primeros pasos, brindando con un par de chupitos mientras rescatan ‘Miro atrás’ y ‘Perdido en la ciudad’ de su debut discográfico, “Un buen momento”, y ‘Canción sin retorno’, de “Coliseum”. Se acuerdan también de Alejo Stivel al interpretar uno de sus primeros grandes éxitos, ‘Llamando a tierra’, recordando los “tiempos de sombra” (“en la cárcel”, añade el irónico Tarque) que pasaron antes de vivir el éxito.
Entre los aciertos de la noche, destaca una enérgica versión de ‘Para no ver el final’ que demuestra un brillante pulso rockero a guitarra, pandereta y voz, especialmente en el último tramo. La nota política del directo llega justo a la mitad, cuando dejan claro su rechazo a las decisiones sobre la expulsión de los refugiados sirios: “No nos sentimos europeos ni españoles en ese sentido”, manifiestan. Con sentimiento, recordando a aquellas canciones que cantaban los esclavos en los orígenes del blues, dan rienda suelta a ‘El inmigrante’. Un tema para el que Ruipérez pide silencio, “porque no tiene tempo”, sigue la voz de Tarque. Al desnudo, se aprecia más que nunca esa voz con cuerpo, con garra, con alma, oscilante entre el blues y el soul, capaz de abrirse paso cual serpiente para llegar hasta todos los rincones de la sala, como sucede en ‘Una calle sin luz’. La voz más negra del rock patrio.

 

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Maestros del “Sin enchufe”, la banda sigue atravesando en directo sus dos décadas musicales sin renunciar a guiños clásicos, como el ‘Hard to handle’ de los Black Crowes que brota tras ‘Perdido en la ciudad’, y alguna sorpresa de última hora, como el ‘We can work it out’ de los Beatles. Las improvisaciones, en algún caso, sorprenden al propio Ruipérez, que sigue divertido a su compañero. Tras afrontar ‘Roto por dentro’, él huye precipitadamente del escenario (necesidades imperiosas, ya saben), y Tarque, de nuevo sin ningún miedo al vacío, agarra la guitarra y se arranca con otro hit inesperado: ‘El rompeolas’ de Loquillo, aunque no llega hasta el estribillo. Antes de la primera despedida, un aperitivo con sabor a regreso: ‘Quédate a dormir’, en esta vibrante versión de seis minutos que registramos en vivo.

 

 

La pausa es breve, porque el público no deja de cantar para pedirles que vuelvan, y lo harán con ‘Las calles están ardiendo’. Tras él llegan la versión del ‘Hungry heart’ de Bruce Springsteen, y otro de sus grandes clásicos, ‘Miedo’. Un vistazo al «setlist» del técnico nos revela el plan de la noche: acabar con ‘Carolina’ y ‘Maggie despierta’, pero el público se adelanta al guion, y corean la versión de Rod Stewart con fervor. Los músicos les miran y deciden saltarse a la dulce niña para despertar directamente a Maggie. Tarque, en un guiño muy hippie, recoge un tiesto y regala margaritas entre las primeras filas. Después de estar sentados durante todo el concierto, abandonan las sillas, se ponen en pie y cantan a pleno pulmón con el público, más hermanados con el respetable que nunca. Por un momento, los cánticos recuerdan a los hinchas que animan en el estadio. Ya saben lo que esto significa: están celebrando un buen partido. Y con ese buen sabor de boca, armados con un excelente arsenal de canciones, se marchan a la próxima ciudad.

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