“No haces estas cosas para tener un lugar o no tenerlo, las haces para ti”
El dúo formado por Alaska y Nacho Canut, Fangoria, publica “Canciones para robots románticos”. Un disco en el que repiten con Guille Milkyway y Jon Klein, del que la cantante habla con Chema Domínguez.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Fotos: GORKA POSTIGO (superior), NOEMÍ SÁNCHEZ (inferior).
Tal vez el secreto de Fangoria sea haber pasado por la mayor de las incomprensiones al inicio de su aventura. Su absoluta creencia en ellos mismos, sus fans más acérrimos y su propio santuario de artistas admirados salvó su travesía por el desierto. Alaska y Nacho Canut estrenan «Canciones para robots románticos» y se acercan a dos décadas de éxito continuado desde que publicaran el fantástico «Una temporada en el infierno» (1999). Guille Milkyway (La Casa Azul) y Jon Klein (Siouxsie and the Banshees, Specimen, entre otros) son los engargados de producir este trabajo con independencia y en un equilibrado cincuenta por ciento. ‘Voluntad de resistir’, ‘Fiesta en el infierno’, ‘Manual de decoración para personas abandonadas’ o ‘Disco Sally’, nombre de leyenda del no menos mítico Studio 54 neoyorquino, dan brillo y sentido a una trayectoria impecable. Con el estreno en Londres del primer musical creado por inteligencia artificial en la cabeza, «Beyond the face», empiezo a charlar con Alaska.
¿»Canciones para robots románticos» es un alegato a favor del sentimiento humano o de la inteligencia artificial?
Es un alegato a favor de la inteligencia artificial. Nacho y yo estamos instalados en esta especie de utopía en la que creemos que si hubiera algo más de inteligencia artificial rigiendo nuestro día a día sería mejor. Es una utopía un poco orwelliana que seguro que sería horrible, las máquinas no nos dejarían hacer nada, porque dirían: «Oye, si tú no tienes capacidad para escribir, no vas a escribir artículos, te vas a poner a cortar madera». No es tan fácil, pero va por ahí, por una especie de querencia por nuestra parte de que existiera un mundo donde hubiera una inteligencia artificial activa.
Aunque sea para resolver los conflictos más lógicos.
Sí, conflictos que nunca se intentan resolver desde la lógica porque siempre hay implicaciones emocinales, morales y religiosas, y entonces ya no podemos hacer nada.
De todas formas, incluís la parte romántica, que es muy humana.
En este caso el título es un poco paradójico, porque si piensas en un robot que sea romántico… está estropeado, no está funcionando muy bien la verdad (sonríe).
Tras producir el disco «Cyan» de «Cuatricomia» y componer junto a vosotros ‘Dramas y comedias’ y ‘Viaje a ninguna parte’, Guille Milkyway (La Casa Azul) se afianza como referente para Fangoria. Y ahora dirige la producción de medio disco y también lo compone junto a vosotros.
Nacho y yo nos hemos inventado esta regla absurda de hacer tres discos en fila con un productor, y no dejarnos hacer el cuarto. Por eso los Sigue Sigue Sputnik ya no están en este disco, ya habíamos hecho tres con ellos. Según esto le queda un disco a Guille, y le queda un disco a Jon (Klein), los dos están en la misma situación. Ya veremos lo que hacemos en el futuro, pero queremos volver a hacer ese tercer disco con ellos, o con uno o con otro o con los dos, pero luego cambiaríamos si no rompemos nuestra propia regla. Nos gustó mucho colaborar con Guille, era una colaboración como la de Miranda en este disco, alguien que te gusta, que admiras. Para “Cuatricomía” Guille tenía esas dos canciones hechas, él ya tenía la música y lo que hicimos fue decirle que nos gustaban, arreglarlas, producirlas, hacerles la letra. En «Canciones para robots románticos» sí se ha centrado en componer esas melodías para nosotros, es lo que él ha querido o lo que ha creído musicalmente que debíamos hacer en este momento. Aunque el proceso de producción es conjunto y las letras son nuestras, sí que está muy dirigido por Guille en estas canciones en concreto.
¿Qué tiene él que puede ampliar el universo de Fangoria?
Cualquier persona que esté con nosotros puede ampliarlo, esa es la maravilla de ser dos. Una de las razones por la que hicimos Fangoria, después de Dinarama y Pegamoides, era huir de la dictadura de grupo. Decidimos que Fangoria iba a ser esto, una especie de grupo abierto donde en cada momento podíamos colaborar con quien quisiéramos para que nos aportara cosas, a veces muy similares a las nuestras y otras muy distintas. Guille se parece mucho más a Carlos (Berlanga), por ejemplo, en sus gustos musicales. No tiene ese lado oscuro que tenemos Nacho y yo. Compartiría con Carlos un mundo mucho más interesado por ciertas bandas sonoras de películas, música italiana, brasileña, cierto tipo de canción francesa, un tipo de pop más limpio. Nacho y yo somos un poco más guarros y más oscuros incluso en el lado más pop.
El tema que abre, ‘Disco Sally’, es un claro ejemplo de la buena confluencia entre vosotros y Guille. ¿Cómo sacáis adelante esta canción?
Él no sabía de qué iba a ir la letra, siempre se encuentra con las sorpresas cuando le llegan las letras, y hasta ahora ha sido satisfactorio. Cuando le llegó la letra de ‘Disco Sally’ dijo que le gustaba mucho por dónde había ido. Colaborar es eso, que sumen todas las partes, no que resten.
El icónico músico Jon Klein es el otro protagonista de «Canciones para robots románticos», encargado de producir el otro cincuenta por ciento.
También lo teníamos muy claro. Tanto Guille como Jon, además de personas que admiramos, son artistas, y confiamos totalmente en lo que nos pueden decir, aunque alguna cosa se la discutamos. Son personas muy fáciles para trabajar, no son nada pesados, nada quisquillosos, nada impositivos. En cuanto les dices que algo no lo ves para ti, te responden: «Vale, vamos a buscar otra solución».
Hay imágenes de la realidad que me llevan a vuestro presente y pasado, como Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, juzgada por protestar en una capilla de la Complutense madrileña. ¿Alaska y Dinarama interpretando ‘Quiero ser santa’ podría malinterpretarse hoy?
Todos los temas religiosos, en este disco lo hay (‘Iluminados’), son una visión mucho más mía, Nacho no tiene esta visión. Para mí son verdaderamente temas de mística. ‘Quiero ser santa’ no tenía ninguna ironía, cuando hicimos la letra (Ana) Curra y yo, lo que quería recordar ella era cuando tenía su hábito, con nueve o diez años, y lo llevaba luego de vestidito en Los Pegamoides, se le había quedado mini pero le quedaba monísimo. Para nosotros no es una especie de asalto irreverente, para mí es un tema muy interesante para expresar en las letras sobre mística, creo que lo abordo desde un sitio completamente distinto.
Pero cabe la posibilidad de que alguien la hubiera podido interpretar o la pueda interpretar como una ofensa.
La interpretación es libre, una vez que haces las canciones es hasta curioso a veces, y ha sido divertido. El otro día un periodista estupendo nos hablaba del sentido que para él tenía ‘Larga vida y prosperidad’, y no tiene nada que ver con lo que era, pero es curioso cómo cada uno nos llevamos las letras a nuestro terreno. Es como ‘A quién le importa’, que todo el mundo dice que es una canción de autoafirmación, y para Nacho también es la canción de una persona un poco loca que vive en su mundo. Puede ser muy positiva o muy negativa.
Como ir en «plan travesti radical»
…Eso es ‘Mira la vida pasar’.
Ha habido polémica con el titular que entresacó “El Confidencial” cuando os entrevistó: «Si te has metido en una hipoteca, no pidas luego que te saque el gobierno» (13 de febrero), y la PAH os respondió vía twitter: «¿A quién le importa lo que tú digas?» (15 de febrero). ¿Piensas que habéis generalizado en exceso en este tema, o ha habido una mala interpretación de vuestra respuesta?
No, es que no estábamos hablando de eso. Es como si estamos aquí media hora, y tú pones veinticinco líneas porque es lo que te dan. Yo no pretendo creer que hay mala intención cuando se saca un titular, pero ya empiezo a pensar que sí que la hay, quiero decir que ya hay un momento que… Estábamos hablando de una letra nuestra y del sentido de la responsabilidad de cada uno cuando tienes un novio que no te viene bien y tú sigues, y luego pusimos ejemplos sociales y ejemplos personales y ya está. No puedo decir más porque todo lo que diga va en mi contra, solo puedo decir que no iba por ahí el asunto. Creo que, en el fondo, las personas tenemos nuestro punto de responsabilidad en todo lo que hacemos. Y en contestación a ‘A quién le importa…’, pues tienen razón: a quién le importa lo que yo haga. Lo llevo diciendo muchos años: no voy a cambiar el discurso ahora.
Hay un detalle que siempre espero en vuestros discos, esa frase literaria estratégicamente situada en algún lugar del disco. En este caso la elegida es «La estupidez real siempre vence a la inteligencia artificial» de Terry Pratchet, autor de la serie fantástica «Mundodisco» que falleció hace un año. ¿Cuáles son vuestras Influencias literarias?
Nos divierte mucho pensar esas frases. Hay unas muy típicas más generacionales. Cuando nosotros nos conocimos y estábamos en Alaska y los Pegamoides, Stephen King era una fuente común de satisfacciones, de influencias, de cómo escribía. Probablemente se note en nuestras letras esa forma tan coloquial, casi de canción de los Ramones, que tiene de narrar; pero al mismo tiempo, aún siendo adolescentes, teníamos influencias en materia del sentido del humor, desde Berlanga y Azcona con sus guiones a Jardiel Poncela, Los hermanos Quintero, Miguel Mihura… un poco de literatura española del siglo XX que siempre nos han encantado y que siguen allí presentes. Es una cosa que utilizamos mucho, porque es una influencia y no es tan típica como decir Stephen King o Douglas Coupland. Siempre hay un escritor generacional que está bien, que te gusta leer, pero hay otras influencias.
Es cierto ese sentido del humor que subyace en varios de vuestros trabajos en general y algunas canciones en particular, aunque un tanto negro.
Un sentido del humor muy negro, es muy berlanguiano padre, lo teníamos ya desde pequeños, lo hemos tenido siempre. Creo que está en nuestro gusto una película de Berlanga porque siempre nos parece más cercana a nuestro humor.
También mucho Buñuel.
Mucho, sobre todo el de la etapa mejicana que es más surrealista. “Los olvidados”, “Simón del desierto”, incluso “El Ángel exterminador” que es título de disco y canción de Carlos Berlanga.
La muerte de Bowie ha marcado este 2016, artística y humanamente. ¿Cuál es vuestra impresión de ‘Blackstar’ y cuál es el hito musical de Bowie para ti?
“Blackstar” lo he oído una vez, porque después se murió y no lo he podido volver a oír, y no sé cuándo lo voy a poder volver a escuchar. Es un disco que no puedo oír ahora mismo. Cuando salió, lo oí, dije: qué bonito, me gusta, es un disco que requiere escuchar con tiempo. Personalmente, el momento «Ziggy Stardust» y el momento «Aladdin Sane» me cambiaron de verdad la vida, pero si tuviera que quedarme con uno me quedo con el Bowie de la Trilogía de Berlín, empezando por esas caras B instrumentales. Eran sacudidas, tener catorce y quince años y que te esté pasando esto es genial, y terminando con ‘Heroes’ que es una canción muy perfecta.
Aún sin necesidades comerciales por ampliar público, elegís singles como ‘Geometría polisentimental’ preparados para enganchar sin renunciar a vuestra personalidad. ¿Seguís empezando de cero con cada disco?
Empiezas de cero con cada disco, de verdad lo creo. Con tus fans no, tus fans tienen tu trayectoria. Para ellos da igual que escojas “Geometría polisentimental” para que suene en la radio, porque ellos van a decidir que la ocho es su favorita, o la dos, pero tú empiezas de cero en cada disco porque hay un montón de noticias cada día, de grupos y cosas nuevas. Tú empiezas de cero con cada disco, pero no hay una cosa de captar nuevo público, no tienes capacidad de captar ni a pocos ni a muchos, tienes capacidad de hacerlo. Un single tiene que ser lo más neutro posible dentro de tu repertorio, para que sea representativo de lo que haces pero al mismo tiempo sea radiable, y no te sientas incómodo esa noche en el “Sálvame” cantándolo. No me veo yo allí haciendo ‘La procesión va por dentro’, me aburro yo misma. Hay que elegir una canción que sirva como vehículo para que mucha gente pueda conocerlo y oírlo, pero eso no quiere decir nada, ni que les va a gustar o dejar de gustar a nadie. Nunca sabes, no puedes pensar en eso.
¿Es difícil mantener la motivación sabiendo que ya tienes tu lugar?
Nunca tienes un lugar, y no haces estas cosas para tener un lugar o no tenerlo, las haces para ti. Nadie nos obliga a hacer esto, no tenemos un contrato con el diablo que nos obliga a estar sacando discos por el resto de nuestra vida, lo hacemos porque queremos. La motivación es hacerlo, no hay nada más divertido que cuando estás en ese segundo año de conciertos y de repente Nacho dice: «Creo que tengo una frase que podría ser la portada del disco». Y yo digo: “Vamos a llamar a Gatti a ver qué se le ocurre para la portada».
Sumergido en «Canciones para robots románticos», aparecen constantes en vuestro repertorio como ‘La marisabidilla, el escorpión y la que quita la ilusión’, en la línea de ‘Criticar por criticar’.
Nos hemos dado cuenta desde los Pegamoides, va con la condición humana, ignoro cómo es el cancionero popular, pero seguro que tiene canciones sobre vecinas cotillas, esto ha existido siempre. Antes estaban en el patio y les ponías cara, es verdad, y les podías tirar agua sucia por las sábanas si las tenían tendidas, y ahora no sabes quién es, pero es lo mismo.
Antes hablabas sobre las interpretaciones que un compañero daba sobre ‘Larga vida y prosperidad’, el cierre del disco. ¿Busca un efecto concreto?
Era muy interesante su interpretación porque era como de psicoanálisis, pero no, el sentido de ‘Larga vida y prosperidad’ es de educación, es decir: «Estoy cansada de ti, de esta historia, pero larga vida y prosperidad. Vamos a dejarlo, sigue tu camino que yo sigo el mío, te deseo lo mejor». Por eso es la última, porque es una canción de despedida pero con buen rollo.
Igual que ‘Disco Sally’ inaugura este trabajo a propósito.
Yo sugerí terminar con ‘La procesión va por dentro’, pero ‘Larga vida y prosperidad’ creo que quedaba mejor. Y ‘Disco Sally’ es la primera por ser la favorita de Guille, decía que debía ser el single, y le decíamos: «Sí, claro, tú vives en Inglaterra, qué bien, estupendo», pero no creo que sea un primer single. Creo que es una canción que puedes hacer incluso en una televisión en un momento dado porque se sostiene bien. La forma de resaltarla es que sea la primera, como una declaración de principios.
Siempre que sacáis disco nuevo se tira de archivo para hacer una panorámica de Fangoria en general y Alaska en particular, como si siempre sacarais a la vez un recopilatorio. Pero quería destacar la propia recuperación que hiciste en «Alaska y Segura», donde interpretaste con Santiago Auserón ‘La estatua del jardín botánico’. ¿Qué resumen harías de aquella etapa y de tu relación con Santiago?
A Santiago le conocimos antes de que tuviera un grupo de música, era periodista musical en “Disco Exprés”, escribía junto con Luis (Auserón) y se llamaban Los Corazones Automáticos, tenían una firma común. Para mí eran dos chicos monísimos, muy simpáticos y toda la humanidad ha estado enamorada de Santiago en algún momento de la vida porque era un tío total. Además de guapo era simpático, era divino y te hacía sentir bien, esa es mi relación con ellos, con los primeros Radio Futura que les conocimos al dedillo a todos, Enrique incluido. A mediados de los ochenta ellos van por otro lado y no nos hemos vuelto a ver tantas veces, probablemente una vez al año en los últimos años, mientras que antes formábamos parte del mismo grupo de salir, de entrar, de ir a las casas, de no acostarnos. Es total que quisiera hacer ‘La estatua del jardín botánico’ porque son peticiones muy desagradables que hacen las teles. Santiago a lo mejor no tiene ninguna gana de tocarla, quiere tocar una nueva suya, pero el programa dijo que les gustaría que hiciéramos juntos esa canción y nosotros dijimos que sí.
Desde luego, el contexto televisivo del programa facilitaba vuestro sí, excepciones así.
No vamos a cantar el ‘Divina’ juntos, ahí en primera persona hablando de mí, hubiera sido… eso es mucho corte, no puede ser. Estuvo bonito, es una pena que no haya más programas para que pasen esas cosas en televisión.
¿Crees que espacios como «A mi manera» pueden aportar algo, ayudar a que sucedan cosas parecidas? No sé si te animarías a participar.
Nos avisaron y no participamos. Yo no me siento muy cómoda, todos tenemos artistas con los que tenemos más afinidad musical, si me dicen que me van a meter en una casa con Genís de Hidrogenesse y con La Prohibida, pues yo qué sé. El otro día hicimos una entrevista con Genís y con Carlos (de Hidrogenesse) y estuvimos una hora y media hablando. No tengo ningún prejuicio con los realities que no son musicales, ya tengo mi reality. ¿Para qué quiero uno musical? No le vimos sentido ni Nacho ni yo a estar allí.
¿Y con otro formato?
Si estás en un programa y de repente es una cosa excepcional… En “Alaska y Coronas” canté con Asier (Etxeandía), y el director Santiago Tabernero decía: «Me gustaría que en esta segunda etapa un día también cantaras con alguien», y como no se sabía qué invitados íbamos a tener, cuando surgió lo de Santiago se lo propusieron, él dijo que sí y yo encantada.