OPERACIÓN RESCATE
“El disco tiene un punto acidez que se anticipa a lo que harán futuros amigos como Chicho Sánchez Ferlosio y Javier Krahe”
Coincidiendo con el concierto homenaje a Carlos Cano por su 70 aniversario, que se celebra este sábado en Granada, Eduardo Tébar recupera el primer trabajo discográfico del granadino, una oda a Andalucía y a la libertad que editó en 1976 Gonzalo García Pelayo.
Carlos Cano
“A duras penas”
GONG / MOVIEPLAY, 1976
Texto: EDUARDO TÉBAR.
La portada a lo King Crimson, obra de Carlos Ortega, proyecta la fuerza y la convicción profunda del primer disco de Carlos Cano. La bandera de Andalucía y el grito de libertad. “A duras penas” se graba en 1975 en Sonoland y aparece el año siguiente en la serie Gong, sello del periodista Gonzalo García Pelayo, bajo los auspicios de la madrileña Movieplay (posterior Fonomusic). Tiempos convulsos: la muerte del dictador anima el flujo de nuevos e inquietos creadores. En Sevilla emerge el equivalente andalusí a la onda layetana: el rock andaluz. En Granada, en cambio, había cristalizado un movimiento de cantautores en torno al Manifiesto Canción del Sur, iniciativa del poeta Juan de Loxa, conductor del programa de Radio Popular ‘Poesía 70’. Por allí desfila incluso Joaquín Sabina. Pero destacan las figuras de Antonio Mata (colaborador puntual de Triana y letrista de casi todo el “Al-Andalus” de Miguel Ríos) y Carlos Cano. Como el resto de su pléyade, el granadino bebe de Violeta Parra, Joan Báez, Bob Dylan y Brassens. En París empatiza con Lluís Llach. Canción del Sur funciona, en cierto modo, como una versión meridional de Els Setze Jutges. La contracultura andaluza, una vez más, hermanada con la Barcelona libertaria.
La corriente culmina con el primer homenaje internacional a Federico García Lorca, en la capital francesa, en 1972, que cuenta con la participación de Enrique Morente. Después, las disquisiciones políticas del grupo aceleran su inmolación. Carlos Cano es el único que se profesionaliza y emprende una carrera exitosa. Nacido en el barrio del Realejo y criado en aquellas infancias desoladoras de la posguerra, Carlos lanza su debut en medio del frenesí editorial de Gong. Entre 1975 y 1976, la casa de García Pelayo sale a hito por mes: Gualberto, Luis Pastor, Hilario Camacho, Amancio Prada, Labordeta, Vainica Doble, Pau Riba, Eduardo Bort, María Jiménez, Triana, Lole y Manuel, Goma… El trovador de Granada no se anda con titubeos: “A duras penas” irrumpe como referente andalucista, en una línea que prolonga Morente con “Despegando” (1977). El álbum abre con un himno de oriflama, la emblemática ‘Verde, blanca y verde’, impregnada de Blas Infante. A Carlos se le sitúa entonces en la órbita de Alianza Socialista de Andalucía. Curioso: el PSOE, que ofrece funcionariado a varios cantautores, vetará a Cano durante una década por ‘Las murgas de Emilio El Moro’. A finales de los setenta, en un recital en Madrid, alguien vocifera: “¡Viva Andalucía libre!”. Él responde: “¡Viva Andalucía sensible!”.
La dirección musical y los arreglos de “A duras penas”, trabajados por Alberto Gambino, recogen las enseñanzas del “Songs of Leonard Cohen”. Contrabajo y violonchelo se cuelan en ocasiones para dibujar un ambiente alucinado. Ocurre en la genial ‘De cómo Antonio Machado resucita y limpia la casa de las sombras’, inmensa veta de vanguardia sonora y poética para enarbolar un alegato de libertad. Y con un punto acidez que se anticipa a lo que harán futuros amigos como Chicho Sánchez Ferlosio y Javier Krahe. Además, fruto de su propia experiencia, testimonia el exilio de obreros en Alemania (‘El Salustiano’, ‘La grasia’). Retoma su alianza con el camarada Antonio Mata (‘Aleluya’). Incluye su primera composición (‘La miseria’). Y también interviene Enrique Morente: ‘Anochece’ resulta una visión jonda del ‘Dazed and confused’ de Led Zeppelin. “A duras penas” revela, en el naciente posfranquismo, el talento de una voz fundamental de la canción española. El mismo Carlos Cano que más tarde patentará la chirigota de la Transición con ‘La murga de los currelantes’ y despojará a la copla de clichés rancios.
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