DISCOS
“El tratamiento que reciben aúna voces y melodías esponjosas e instrumentación consistente y da como resultado delicias bien aromáticas”
“Girls are messin up my mind”
Varios autores
ADW50S
Texto: CÉSAR PRIETO.
No hay momento más feliz para el devoto de ciertas estéticas musicales que aquel en que le asalta algo con lo que no contaba. Es la única sensación que remite a la magia primigenia. Es gratificante esperar al grupo de moda tras meses de vídeos de presentación, fragmentos del single y pre-order, pero con todo ello se pierde algo fundamental: la sorpresa, y con ella el asombro. Por ello, déjenme que les hable de una de esas iniciativas personales, casi increíble por la conjunción que la ha conseguido moldear y por el cariño puesto. Tanto, que aunque todo ello supone perdidas inevitables, ya se está pensando en nuevas colecciones.
El caso es que existe en Barcelona una asociación llamada “Doo Wop 50’s Music”. Su nombre no puede llevar a muchas ambigüedades: apoyan la música que, hecha en nuestro país, tiene raíces en los Estados Unidos de finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Eddie Peregrín, uno de sus responsables, tuvo la estupenda idea de recoger gente entre las bandas que encajan en este sonido, desconocido para el gran público, y producir un disco de versiones. Aparecen canciones de las Shirelles, Ronettes, Supremes –bueno, de Goffin-King o Ellie Greenwich–, pero intentando evitar lo obvio, lo que el oyente medio pudiese identificar. Para ello, toma la banda de acompañamiento de su grupo, Velvet Candles, un pianista, un grupo de amigas que asume las tareas vocales y chicas de su entorno que prestan la voz solista. Annouka, por ejemplo, es una chica alemana que va a sus conciertos allí, y cantante de los Jive’O’Matics; Diana y Lidia son incondicionales hace tiempo; Cristina, la cantante de Del Prince… y así hasta completar las catorce canciones envueltas en un diseño de portada elegante a más no poder. Para mayor cuidado, se escoge con labor de orfebre la canción que le puede ir mejor a cada garganta.
Vamos a las tonadas, básicamente esas maravillas que surgieron desde el Brill Building y que marcaron la explosión pop posterior, junto a algunas perlas de la Patsy Cline más pop –el ‘When I get thru with you’, que después tomó la voz de Françoise Hardy– o del Cliff Richard más meloso, con un ‘I wonder’ que es puro melodrama. El tratamiento que reciben aúna voces y melodías esponjosas e instrumentación consistente y da como resultado delicias bien aromáticas. Unas cuantas de las catorce: el ‘Baby I still love you’ que cantaban The Cinderellas consigue llenarse de espíritu juvenil, mientras que el ‘Star bright’ que defendían Jim, Jeff and Jam acepta bien la voz femenina y esos omnipresentes coros; en ‘Dreamin’about you’ –el gran hit de Annette– la voz está plagada de sensaciones y el ‘I sold my heart to the junkman’, a rebufo del ‘Please Mr Postman’ y que ha cantado todo el mundo, resulta más fiero que cualquier otra interpretación. Canciones que después pasaron sin problema a configurar el yeyé y que se diluyeron para estar siempre presentes en cualquier tonada sobre problemas adolescentes.
Puede parecer arcaico o falto de sentido, pero lo cierto es que se necesitan estas iniciativas, impulsos que lleven adelante pasiones que no parezcan de actualidad. Es la única manera de que el pop no se estanque y se vuelva endogámico en el ahora, que de vez en cuando se descarguen otros sonidos y se descarguen con absoluto convencimiento para refrescar los convencionalismos, que el presente también los tiene.
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Anterior crítica de discos: “No me cuentes tu vida”, de Costas.