“Ese disco lo tenía todo para fascinar a un adolescente: buenos temas, un montón de actitud en sus surcos, una portada espectacular con tres jóvenes con pintaza, y un Setzer que cantaba y tocaba de muerte”
Ya lo dice Eduardo Izquierdo: en un alma rockera como la de Mario Cobo, otrora líder de Nu Niles o miembro de los Jaguars de Kim Lenz y ahora mano derecha de Loquillo, no se puede hacer extraña la elección de un disco de Brian Setzer, Slim Jim Phantom y Lee Rocker como esencial para entender la música.
Stray Cats
“Stray Cats”
ARISTA, 1981.
Texto: MARIO COBO.
La verdad es que decidir cuál fue el disco que disparó mi amor por el rock and roll es difícil, ya que hasta que llegué a él hubo otros que me abrieron el camino, pero sin duda fue el que mas me influyó en aquellos primeros años en el rock and roll. Tenía 14 años y recuerdo como si fuese hoy el camino desde mi casa hasta la tienda de discos Jocar en Badalona, y la vuelta a casa mirando la portada e intentando imaginar lo que descubriría en mi nueva adquisición. Unos días antes, en una de las nuevas cadenas privadas que calentaba motores, había visto videoclips de The Stray Cats, con dos de los temas de su disco nuevo de aquel momento, «Blast off», y eso me decidió a ir a la tienda y comprarme algún trabajo de la banda.
Un álbum que abre con un tema como ‘Runaway boys’, que sería lo mas cerca del new wave que nunca estuvo el rockabilly, y acto seguido pasa a ‘Fishnet stockings’, no puede fallar. ‘Ubangi stop’ el clásico de Warren Smith a ritmo de skabilly y la versión de ‘Jeanie, Jeanie, Jeanie’ de Eddie Cochran que me mataba desembocaba en un espeluznante ‘Storm the embassy’, que me descolocó sin duda, convirtiéndose en mi tema favorito por mucho tiempo. Acabar la cara A con ‘Rock this town’ era asegurarse de que le ibas a dar la vuelta al disco.
La cara B no tiene desperdicio tampoco: ‘Rumble in Brighton’ himno de guerra juvenil; ‘Stray Cat strut’, todo un clásico de la música pop de los 80’s; ‘Crawl up and die’; ‘Double talkin’ baby’; otra de mis favoritas, ‘My one desire’, y ‘Wild saxophone’, todo hits para los jóvenes rockers que, sin saberlo, seríamos casi una de las últimas generaciones en aparecer en masa y de manera espontánea en este país y casi en Europa.
Ese disco lo tenía todo para fascinar a un adolescente: buenos temas, un montón de actitud en sus surcos, una portada espectacular con tres jóvenes con pintaza, y un Setzer que cantaba y tocaba de muerte. No es un disco que escuche mucho en la actualidad, porque ha pasado a ser parte de mi ADN y me lo conozco de la primera hasta la última nota. De todas formas, cada cierto tiempo uno ha de volver a esos discos para recuperar esa chispa que te recuerda de donde vienes y porque estas aquí.
Podría haber escogido otros discos que me abrieron las puertas del rock and roll, como “London calling” de The Clash o “El ritmo de garaje” de Loquillo y Los Trogloditas, pero Stray Cats fue lo que yo quería ser de adolescente la mayoría del tiempo, y por eso se lleva el número uno.
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Anterior Punto de partida: Iván Ferreiro y El Último de la Fila.