“Un ‘Unplugged’ en el que Bunbury no se desenchufa, más bien opta por tomas algo ralentizadas, en las que se busca más lo sutil que lo inmediato. Ha decidido hacer hincapié en la riqueza del detalle, aportando para ello una nueva paleta cromática a temas ya conocidos”
Bunbury
“MTV Unplugged. El libro de las mutaciones”
OCESA/WARNER
Texto: JUAN PUCHADES.
En este concierto para la serie “Unplugged” de MTV, subtitulado “El libro de las mutaciones”, se presenta un Bunbury elegante y contenido, cercano al medio siglo vital y que, artísticamente, a estas alturas tiene poco que demostrar. Hace mucho asumió que el rock es, esencialmente, un sentimiento, una mirada, que la música es mucha y la vida poca, y que, por ello, hay que disfrutar sin cortapisas, y si eres artista completo (como es su caso: compositor, instrumentista, vocalista, arreglista, productor) debes hacer lo que te plazca y disfrutar de lo tuyo con ganas. Y a ello que se dedica con fruición en estas lecturas arrebatadoras de su propio repertorio o del que fue grupo de juventud, del que interpreta cinco temas.
Un “Unplugged” en el que no se desenchufa, más bien opta por tomas algo ralentizadas, en las que se busca más lo sutil que lo inmediato. Así, en algunos pasajes instrumentales, el grupo puede perderse en elaborados desarrollos musicales con calma y vistosidad. Bunbury ha decidido hacer hincapié en la riqueza del detalle, aportando para ello una nueva paleta cromática a temas ya conocidos (menos uno: el incandescente ‘Dos clavos a mis alas’, que había grabado Raphael), acompañado de la banda habitual (Los Santos Inocentes) reforzada para la ocasión por teclados, secuencias y coristas, como tratando de diseñar un colchón sonoro que permita que las canciones encuentren nuevas pieles con las que llevar a cabo la mutación que avanza el título.
En el deuvedé puede apreciarse la perfecta realización, la puesta en escena de un decorado agradable y cálido, y observar a ese Bunbury, vestido de riguroso negro, mucho más comedido en lo escénico que en sus shows más eléctricos. Por su lado, el disco funciona como ente autónomo, con una espléndida colección de temas sinuosos que puede servir para arrojar nueva luz sobre muchos de ellos y destacar su importancia en el repertorio bunburita. Es un disco de esos que puedes llevar como compañero de viaje en el coche, en el móvil para aislarte del mundo o de los que permanecen cerca del lector de cedés de casa porque apetecerá regresar a él.
Una de las dudas que suscitó el anuncio de esta grabación para el canal televisivo musical (que cada día lo es menos) era cómo Bunbury se habría aproximado a los temas de Héroes del Silencio. Y lo hace con tiento pero sin contemplaciones: así ‘Avalancha’ se transforma en una canción cadenciosa de corazón soul, gospel por momentos, con magnífico teclado y solo de guitarra de aires pinkfloydianos. La toma de ‘Mar adentro’, electrizante e impresionantemente arreglada, relega las guitarras eléctricas en favor de las acústicas (con el propio Bunbury empuñando también una acústica). Bellísima e inquietante resulta ‘La chispa adecuada’, con arreglos de cuerda (secuenciados) y la voz atemperada de León Larregui. No quedan rezagadas las hermosas y remozadas ‘Avalancha’, ‘Sirena varada’ o ‘El camino del exceso’, que protagonizan nuevas vidas. Bunbury, por declaraciones recientes, parecía tener ganas de asumir el repertorio de Héroes: agotado de tanta tontería quiere reivindicar esos temas como suyos. Algo lógico, por otro lado, y mucho se ha contenido: pocos solistas han renunciando al repertorio de los grupos en los que militaron. Porque las canciones están para cantarlas, y más si uno mismo las ha escrito o ha participado activamente en su composición. El día que se atreva a interpretar ‘Entre dos tierras’ para muchos será como el fin del sueño, pero probablemente para él será todo un ejercicio liberador.
Otro de los aspectos destacables de este disco son las colaboraciones, que también dieron que hablar cuando se anunciaron (los vigilantes siempre permanecen al acecho). Pero no defraudan: la áspera voz de Draco Rosa cae como un guante en la entregada lectura de ‘El boxeador’, tanto que pareciera una canción escrita para él. Vetusta Morla (Bunbury, el oyente, está al tanto de lo que se cuece en España) apoya instrumentalmente en ‘Planeta Sur’, con Pucho en constante segunda voz. Carla Morrison pone color y calor en una hechizante ‘Porque las cosas cambian’ que no puede evitar enredarse en México. El enorme (en todos los sentidos) Pepe Aguilar, está descomunal en la bolerizada ‘Ven y camina conmigo’, ratificando esa teoría de que hay que derribar fronteras en los géneros, que la permeabilidad es buena cosa. Por su parte, León Larregui, de Zoé, se suma a la ya mencionada ‘La chispa adecuada’.
El resto son temas de la propia obra de Bunbury, quizá no de los más frecuentes (¡esa es la gracia!), interpretados con el enorme buen gusto que define a toda la grabación: ‘Ahora’ (reconvertida en candente balada pop), ‘Los inmortales’ (con aires arábigos y atmósfera inquietante para buscar en el estribillo un tono levemente épico), ‘Hay muy poca gente’ (una de las joyas del disco, casi hipnótica), ‘Más alto que nosotros solo el cielo’ (absolutamente emocionante), cerrando con una delicada y sentida toma de ‘200 huesos y un collar de calaveras’. En ellas se pasea ese vocalista completo que lo mismo recurre al tsunami que lleva dentro como se pierde en un delicado falsete.
Tras visualizar y escuchar este álbum, no extraña que Bunbury sea el artista rock más internacional de nuestro país. Además del talento innato, se lo ha currado (y se lo curra) arriba y abajo del escenario, investigando, pensando en la música y en cómo plasmarla, escribiendo letras emocionantes y poéticas. Sí, es una estrella, un gigante en América (Estados Unidos incluidos), y yo que me alegro. La duda que queda es cómo será la próxima gira de Bunbury, que se anuncia como “El libro de las mutaciones”, ¿mantendrá este tono?
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