“Un thriller de acción no deja en ocasiones mucho espacio para el lucimiento, por eso habitualmente sus bandas sonoras suelen presentar mucha acción mediante percusión, atmósfera y tensión con electrónica y poca emoción, representada por cuerdas y/o piano. En ‘Sicario’, Johannsson lo lleva bastante al límite”
Los títulos más laureados no siempre muestran música más tópica o clásica, como aclara Fernando Fernández. Esta semana, analiza las partituras de “Conexión Marsella”, “Mistress America”, “Sicario” y “Deuda de honor”.
Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.
Uno de los grandes tópicos cinematográficos es que los títulos de prestigio y con múltiples nominaciones en festivales y premios siempre van acompañados de elementos de prestigio, entre ellos la música. Para los aficionados menos habituales, eso se traduce en bandas sonoras de sonidos clásicos y tópicos. Que un título tenga ese tipo de factura en la música no es en absoluto ni malo ni tópico, todo depende del trabajo y del resultado final de la partitura. Afortunadamente eso ha dejado de ser lo típico, muchos de los títulos de múltiples nominaciones suelen contar con música de todo tipo: independiente, minimalista, electrónica, orquestal o lo que sea necesario. Esta semana tenemos varios ejemplos de ello.
“Conexión Marsella”, música de Guillaume Roussel
Voy a empezar por la de “menor categoría”, por decirlo de alguna manera. “La French” es una película francesa firmada por el casi recién llegado Cedric Jimenez, una historia que trata de mostrarnos el lado europeo de la “French Connection” de Friedkin que rompió moldes en los 70. Una historia clásica de mafiosos, gangsters y drogas enfrentados a un personaje que decide limpiar de una vez los bajos fondos a lo Elliot Ness o “Popeye” Doyle. Ha recibido buenas críticas en su estreno y algunas nominaciones a los Cesar franceses.
En la música, un nombre poco conocido pero que empieza a despuntar en el país vecino: Guillame Roussel, otro más de los “criados” en la factoría europea de Hans Zimmer, que aún necesita encontrar un título que termine de hacerle destacar. La película sigue un poco la pauta a la que nos han acostumbrado Scorsese, De Palma o Friedkin, con muchas canciones aportando el color temporal. Tiene muchos elementos del panorama disco de los 70 (la película se desarrolla en el año 75) y piezas muy conocidas salpicando las más de dos horas de película: Kim Wilde, La Velvet Underground, Blondie, Al Wilson o Serge Gainsbourg… Roussel se encuentra con una difícil papeleta que solventa de una manera discreta pero inteligente. Como suele ocurrir en las películas de Scorsese, la música incidental pasa a ocupar un lugar muy discreto y secundario. No es el momento de brillar ni lucirse, sino de conseguir redondear la historia. Para ello, Roussel crea una melodía evocadora y moderna como entrada y salida a la historia. Es evidente que aprovecha los únicos espacios que tiene disponible para componer algo más personal, consiguiendo un estupendo prologo y epílogo. Pero el resto busca simplemente convertirse en un hilo de unión a los ritmos electrónicos y rockeros que salpican la película. Con un sonido más atmosférico y agresivo, como esas duras guitarras de “Au Fond du Trou”, proporciona ambiente, tensión o acción, y con un estilo que no rompe con las canciones. Una banda sonora bien pensada y discreta, y en absoluto clásica. No hay jazz, no hay sonido orquestal. Es una partitura actual y muy discreta, aunque también disfrutable para el aficionado en su escucha aislada.
“Mistress America”, música de Dean Wareham & Britta Philips
Es la nueva película de uno de los nuevos reyes del cine independiente, Noah Baumbach (“Kicking and Screaming”, “Una Historia de Brooklyn”). La historia de una estudiante que empieza su carrera universitaria en Nueva York, donde se encuentra sola y perdida, y donde su vida no es tan emocionante como ella esperaba que sería, hasta que conoce a su futura hermanastra, que resulta ser una chica aventurera y llena de vitalidad.
Para la música, Baumbach vuelve a recurrir a la pareja de compositores con la que trabajó en su (para mi) más interesante película, “Una Historia de Brooklyn”. Dean Warenham y Britta Phillips son los integrantes de las bandas de rock independiente Luna y Galaxy 500, aparte de ser marido y mujer. Baumbach sigue fiel a su estilo y mantiene su tono independiente en la banda sonora de la película. Esta vez abandona la electrónica para decantarse por el sonido pop-rock de Dean and Britta (que es como se llama su nueva banda). Ese sonido favorece la inclusión de canciones en la banda sonora, otro elemento habitual del director y que en esta ocasión se acompaña de bandas como OMD, Suicide, Hot Chocolate y Paul McCartney. En ese tono ‘Mistress America’ o ‘Tracy and Tony’ nos traen un sonido clásico de guitarra y sintetizador muy de los 80, que se convierte en la base de la partitura y le proporciona a la película una sensación muy cercana a la música. Un sonido muy de canciones instrumentales directo y moderno que crea un ambiente ideal para la comedia de estas jóvenes y su vida en Nueva York, que mantiene en los momentos emocionales y humanos de la historia. Temas como ‘Mom’s’ o ‘Tracy and Brooke’ le proporcionan un elemento delicado y emocionante que sirve para redondear la banda sonora. No es tan interesante como una partitura más elaborada y temática, pero si actual y muy adecuada para el estilo de la película. El atractivo para el aficionado ya depende más de su interés por el estilo de los músicos involucrados
“Sicario”, música de Johann Johannsson
Llegamos a una de las películas destacadas del año, la nueva de uno de los directores jóvenes más destacados de los últimos años: Dennis Villeneuve, elegido como director de la nueva película de “Blade Runner”. Tras la estupenda “Prisioneros”, vuelve al thriller, pero con un tono completamente diferente y con más acción, y de nuevo con un reparto de lujo (Emily Blunt, James Brolin, Benicio del Toro…) para contarnos la historia de unas operaciones antidroga en la frontera entre Estados Unidos y México.
Para el proyecto, Villeneuve vuelve a contar con el músico Johann Johannsson, uno de los favoritos al Oscar este año por su preciosa partitura para “La teoría del todo”. Pero “Sicario” es lo más absolutamente polar que podemos escuchar a dicha nominada partitura. Desde luego aquellos que acusaban a Johannsson de manipulador y exageradamente emocional ahora podrán quedarse a gusto. Esta es una de las bandas sonoras más secas y duras del año. Evidentemente un thriller de acción no deja en ocasiones mucho espacio para el lucimiento, por eso habitualmente sus bandas sonoras suelen presentar mucha acción (percusión), atmósfera y tensión (electrónica) pero poca emoción (cuerdas y/o piano). En esta ocasión Johannsson lo lleva bastante al límite. La emoción casi brilla por su ausencia, con el chelo de ‘Desert music’, siendo el único elemento destacable en este sentido de toda la banda sonora. La aparición de dichos momentos, aunque breves y aislados, llame poderosamente la atención, especialmente cuando la atmósfera y los silencios abundan a lo largo de la banda sonora, solo interrumpidos por la brutal presencia de una percusión seca y muy poderosa. Piezas como ‘The beast’ son absolutamente devastadoras y una muestra del tono general de la banda sonora. Evidentemente la música consigue crear una atmósfera desoladora ideal para la película. Como elemento aislado, consigue mantener a la audiencia en tensión continuamente, como una maquinaria que debe funcionar de manera fría y calculadora, pero absolutamente nada más. Desde luego su trabajo más experimental y seco para cine hasta ahora.
“Deuda de honor”, música de Marco Beltrami
Por supuesto que puede ser fácil pensar que una banda sonora experimental deba ser dura y compleja en su escucha aislada, hasta que llega el ejemplo que demuestra que no todo debe ser necesariamente así. Por fin se estrena en nuestro país “Deuda de honor”, el nuevo western crepuscular dirigido y protagonizado por el estupendo Tommy Lee Jones. Cuenta la historia de un delincuente salvado de la horca por una mujer, a condición de que la ayude en la misión de llevar de vuelta a la civilización a tres mujeres que han perdido la razón. Todo ello en un viaje plagado de peligros y descubrimientos personales.
A la batuta y dirigiendo la música uno de los compositores del año, un Marco Beltrami que realiza una de sus partituras más originales, clásicas y efectivas de todo el año. Una vez más, colaborando con Jones y creando una voz completamente perfecta para la historia. La película sabe captar ese elemento de dureza, peligro y belleza que el territorio que recorren los protagonistas consiguiendo al mismo tiempo que el viaje exterior, también refleje el viaje interior, dotándole de ese tono melancólico y emocionante que le da el toque crepuscular de la historia. Además, le permite a Beltrami el no ponerse límites en la orquestación y sonido convencionales. La banda sonora tiene ese sonido de cuerdas y guitarra que automáticamente nos trae a la mente el Oeste, pero al mismo tiempo podemos sentir algo especial y delicado en la música que escuchamos que la hace especial. Beltrami incluso diseñó instrumento para ser tocado en el exterior (en el desierto) de manera que pudiera proporcionar a la música elementos que la manipulación electrónica no permitiera obtener, al menos no con las mismas características y tan especial resultado.
Ese precioso tema principal que escuchamos al inicio de la banda sonora, consigue transmitir un aire de austeridad, delicadeza y veteranía de un sólo golpe. Dibuja a nuestros protagonistas de manera rápida y sencilla, pero es lo suficientemente memorable para que, sin ser utilizado demasiado, se convierta también en el alma de la partitura. Su sonido en ese piano tan especial o en sólo violín es absolutamente maravilloso desde su aparición en ‘The homesman main titles’. Incluye la tensión de la aventura en momentos como ‘Pawnee’ o ‘Sod buster’, que nos proporcionan dichos elementos con su mayor ritmo y presencia de percusión. También hay momentos más dramáticos, duros y oscuros como ‘Cuddy lost’, que completan la partitura con los momentos más atmosféricos y experimentales, sin recurrir a manipulación electrónica de ningún tipo, lo que hace que la banda sonora nunca pierda el alma y la emoción humana que es la protagonista de la historia.
Rompiendo con los sonidos más típicos, la capacidad de la música para presentar estilos y formas es infinita, Incluso adentrándose en terrenos experimentales y muy poco convencionales.
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Anterior entrega del Club de las BSO: La semana de Thomas Newman.