“Muy pocos escriben así sobre música, por la intensidad, por el cuidado en la palabra y por quitarse de encima representaciones tópicas”
Igor Paskual
“Rugidos de gato”
EFE EME
Texto: CÉSAR PRIETO.
Impresionante resulta la cantidad de músicos que en los últimos diez años necesitan volcar en el papel escrito necesidades que complementan lo que no pueden encajar en sus canciones. Memorias, narrativa o ensayo, es igual, pero su profusión es casi alarmante. Así como cineastas, fotógrafos o arquitectos no parecen necesitar textos que completen con visiones meditadas lo que rodea a sus obras ni a sus artes, los que tienen como material de trabajo el sonido se mueren por explayar con palabras su visión del mundo en el que viven. Caso especial es el de los que escriben de manera más o menos fija en la prensa. Y algunos de ellos ni siquiera son letristas. Es la situación en la que se encuentra Igor Paskual, creador de Babylon Chat y actualmente en la banda de Loquillo, que en este su segundo libro presenta textos recogidos de su columna en el diario asturiano “El Comercio” y da rienda suelta a su faceta de pensador de conceptos. Cabe decir que los músicos son también los más proclives a embarcarse en tareas universitarias, Igor con su licenciatura en Historia del Arte y su trabajo de postgrado sobre estadios de fútbol.
Todo este bagaje apunta a que en esta recopilación los temas van a desplegarse en asuntos que conectan la música con la vida, una de las maneras de disfrutar ambas. Y ya en el primero de los artículos –apuntes del natural, pequeñas crónicas– pega un puñetazo tan glorioso defendiendo la figura de Jorge Martínez, como los que suelta de verdad el líder de Ilegales. Magistral. Muy pocos escriben así sobre música, por la intensidad, por el cuidado en la palabra y por quitarse de encima representaciones tópicas. Ya me gustaría a mí.
Porque Igor Paskual maneja las imágenes con el mismo desgarro de su guitarra. Tangencial siempre y certero cuando toca clamar, llega a apuntar que Ricky Martin ha hecho más por la sociedad que cualquier ONG o que defender la rebeldía escolar es intrínsecamente conservador y estúpido. Amplio y vibrante, es capaz de defender a Raquel Meller, a los blanditos Paul McCartney, Augusto Algueró o Mark Knopfler o al ‘Asturias’ de Víctor Manuel.
También hay espacio para los olvidados, de la Carter Family a Ze Malibu Kids, y para necrológicas –las columnas apuntan cada muerte– como la de Labordeta o Fernando Argenta. Incluso –y esta es genial– defiende la figura del bíblico David como la esencia del primer rockero. Pura, inteligente, clara heterodoxia.
No se preocupen los lectores, también hay espacio para los ortodoxos. Bruce Springsteen o los bares, luminarias para el rock. Y para las curiosidades, al comparar las cosechas de vino y su maridaje o los equipos de fútbol con los géneros rockeros. Punto aparte son sus listas, canciones para la Navidad –una relectura me llegó a convencer de que no son ñoñas– o para celebrar la llegada de bebés. Salpica también anécdotas y es curiosa la de Tequila y Burning, y algunas de las opiniones versan sobre política. En más de doscientas páginas a veces parece algo forzado y se desborda, por ejemplo en la crítica a los cantautores, generalizando hasta derruirlo todo; pero cuando acierta, lo hace de pleno. Es la variedad de las columnas en el periódico, que tanto apuntan a un repaso impecable en veinte líneas de lo que fue el northern soul como a sus viajes, a una defensa de los derechos de autor o al vídeo de ‘Embrujada’, vía Tino Casal. Y sobre todo, la palabra, de la que es mago; una exquisita prosa poética que a veces deriva en simbolismo y que se vuelca al final en un elogio emocionado al siglo XXI, el nuestro, aquel en que podemos disponer de las máximas posibilidades culturales. El libro de Igor Paskual es un estupendo acicate para correr hacia ellas.
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Anterior crítica de libros: “Avenida de la Luz”, de María Zaragoza.