“Una novela que una vez más nos revela la capacidad narradora de su autor, sus dotes para introducir al lector en el relato y llevarlo en volandas hasta el final”
“La balada de Sam”
Javier Márquez Sánchez
ALREVÉS
Texto: JUAN PUCHADES.
Javier Márquez Sánchez, periodista y novelista (además de amigo y compañero en EFE EME desde no se sabe cuándo), vuelve a cambiar de registro en su nueva novela: si en las anteriores chapoteó en la literatura de género, aquí se deja llevar por un relato contemporáneo, adscrito al realismo. Aunque, eso sí, en sus páginas se cuelan sus grandes pasiones: el cine, la música y el periodismo, como no podía ser de otro modo. Incluso el protagonista es redactor de la revista “Esquire”, de la que Javier fue pieza esencial para asentar la edición española. Pero que nadie piense que, como tanto escritor con ínfulas de novelista, recurre a su propia biografía para levantar el relato (tantas carreras escollan al segundo intento, cuando lo más interesante de la vida a narrar se agotó en el primero), para nada: lo de Márquez Sánchez es ficción pura. Indudablemente, recoge rasgos que pueden estar tomados de personajes reales para perfilar los suyos, como Sam Lonergan, director de cine que puede recordar a un Peckimpah llevado al límite (o Willie Pike como un trasunto de Willie Nelson o Kris Kristofferson), pero su entramado narrativo bebe de su ingenio. Y se agradece.
Con México de fondo y con el pasado de Frank Benedict, el protagonista, marcando su presente, “La balada de Sam” es una novela de ida y vuelta en el tiempo, en la que hay que completar un puzzle al que le faltan piezas: un padre que abandonó a su familia y que para sorpresa de Benedict parece que no fue exactamente como su madre le hizo creer durante décadas. Con esos mimbres y con un viaje al México profundo siguiendo las huellas de Lonergan, de quien el padre de Benedict fue amigo inseparable en sus andanzas por aquel país, se construye una novela que una vez más nos revela la capacidad narradora de su autor, sus dotes para introducir al lector en el relato y llevarlo en volandas hasta el final. Enganchándolo, en definitiva. Y todo ello sin hacer alardes, limitándose a escribir y contar, como hacían los grandes clásicos con los que su autor se formó como lector: tal vez la literatura de género que él mismo probó en anteriores entregas tenga algo que ver en ello, en la definición del ritmo y mantener la tensión narrativa.
Es cierto que echamos de menos al gran Eddie Bennet, protagonista de sus dos novelas anteriores (“Letal como un solo de Charlie Parker” y “Afilado como un blues a medianoche”), con las que Javier se zambullía sin contención en el género negro histórico, pero este camino paralelo con el que probar otras fórmulas tampoco se le da nada mal. En absoluto. Una novela altamente recomendable.
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Anterior crítica de libros: “Música alternativa. Auge y caída”, de Ramón Oriol.