Esta selección de diez canciones de Joaquín Sabina trata de huir de su cancionero más conocido haciendo parada en temas que merece la pena recordar. Por Juan Puchades.
Selección y textos: JUAN PUCHADES.
Vale, vale, tranquilidad, que haya paz y que nadie se revolucione ahí al fondo: ya sabemos que el buen sabinólogo no olvida ninguna de las canciones de Joaquín Sabina, y las conoce todas. Esta lista solo hay que entenderla como un juego compartido en el que evitamos los temas más obvios y recuperamos algunos solo con el ánimo de recordarlos. De no olvidarlos. Para elaborarla, se han seguido dos premisas: no repetir canciones de un mismo elepé y dejar a un lado su disco más popular, “19 días y 500 noches”, que además recientemente ha protagonizado gira y disco en directo, de ese modo le dábamos cabida a algún tema de otro álbum.
‘Mi vecino de arriba’
“Inventario” (1978), el primer disco de Sabina, es como el patito feo de su discografía, esencialmente por la producción y arreglos con los que fueron sepultadas las canciones. Pero en él se descubren algunos temas en los que ya se reconoce al Sabina posterior, sobre todo al más irónico. En este retrata, a ritmo de swing sinvergüenzón, al típico facha hispano que todos hemos padecido como vecino en algún momento de nuestra existencia. Probablemente, sea extrapolable a la actualidad.
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‘Pasándolo bien’
El primer rock and roll grabado por Sabina, y solo por ello merece figurar en esta selección, aunque el disco en el que se incluyó, “Malas compañías” (1980), recoge temas bastante más interesantes. Pero ‘Pasándolo bien’ refleja cómo fueron sus primeras aproximaciones rockeras y a un tipo de canción, como la anterior, en la que él mismo se incorpora como personaje narrativo (cantable), lo que le daría mucho juego en el futuro.
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‘Por el túnel’
Hermosísima canción de regusto country que nos presenta al Sabina retratista de personajes que han caído por el precipicio de la vida. Grabada originalmente en “Ruleta rusa” (1984), su primer disco abiertamente eléctrico, la recuperamos en directo en este vídeo de “Si yo fuera presidente”, el programa televisivo de Fernando García Tola con el que Sabina se dio a conocer en España por sus intervenciones semanales. El grupo que le acompaña es el de la época, Viceversa, ya con el gran Pancho Varona en las seis cuerdas, aquí dándole a la slide. Los Secretos grabaron una versión sublime.
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‘Rebajas de enero’
Debilidad personal. Siempre me ha parecido que esta canción, en la que Sabina aboga por la vida en pareja desde la normalidad (partiendo del encuentro mediante un anuncio de contactos, algo frecuente en la era internet, no tanto por entonces), no merecía caer en el olvido, pero sus relatos más canallas ganaron la partida. Aquí, él mismo canta: “emociones fuertes, buscadlas en otra canción”. Bien bonita, es una muestra de cómo Sabina había encontrado el camino del pop rock. Está incluida en “Juez y parte” (1985), el álbum que hay que considerar su primera obra maestra.
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‘Que se llama soledad’
Con humor, Sabina aseguraba en el libro “Con buena letra” que no se llamaba Soledad… Hermosos versos para un tema reposado, incluido en “Hotel, dulce hotel” (1987). Aunque solo fuera por el estribillo, merece ser recordada: “Y algunas veces suelo recostar / mi cabeza en el hombro de la luna / y le hablo de esa amante inoportuna / que se llama soledad”.
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‘Los perros del amanacer’
Tras la “negra noche” a la que tanto escribió (la “noche que yo amo”), inevitablemente llega el amanecer. Quizá la producción, a la que le falta cuerpo e intención, no le hizo un gran favor a esta perfecta canción incluida en “El hombre del traje gris” (1988) y que nos muestra al Sabina de poética propia y madura en una letra rotunda, con unos arranques de estrofas estremecedores.
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‘Mentiras piadosas’
Un medio tiempo con regusto acústico para cantar contra la rutina: él quiere decirle la verdad, pero ella prefiere “escuchar mentiras piadosas”. “Y así fue como aprendí / que en historias de dos / conviene a veces mentir, / que ciertos engaños son / narcóticos contra el mal de amor”. Del disco del mismo título, de 1990.
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‘Pastillas para no soñar’
Con este tema, que cerraba “Física y química” (1992), Sabina parecía anunciar los siguientes pasos en su discografía, con discos un tanto deslavazados en los que todo tenía cabida. Es una canción ácida y, por momentos, de reminiscencias beatlelescas. Otro canto a la libertad y al libre albedrío. Por entonces, a algunos el personaje Sabina empezaba a atragantárseles y a otros a darles miedo. Mientras, aumentaba su público en España y América.
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‘Ganas de’
Una de las grandes influencias de Sabina ha sido J.J. Cale, y esta canción es una excelente muestra de ello. Buena razón para estar presente en esta selección pues nos muestra uno de sus caminos musicales más queridos y, sin embargo, menos reconocidos. De “Esta boca es mía” (1994).
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‘No soporto el rap’
De su disco musicalmente más despelotado, “Yo, mí, me, contigo” (1996), uno de los temas más enloquecidos. Pero Sabina en estos momentos hacía lo que le venía en gana y aquí escribe una letra sin desperdicio (se aconseja buscarla para poder disfrutar plenamente de la canción) musicada (a su estilo de aquel momento) por Manu Chao, que también colabora vocalmente.
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‘Lágrimas de plástico azul’
Tras el disco con Fito Páez (“Enemigos íntimos”, 1998), “19 días y 500 noches” (1999) y el marichalazo (la isquemia cerebral que sufrió en 2000), Sabina grabó “Dímelo en la calle” (2002), un álbum de transición, en el que recoge temas escritos en diferentes periodos. Estas ‘Lagrimas de plástico azul’ nos muestran al Sabina que también compone temas “normales”, de puro pop. Otra vez, el estribillo alcanza lo sublime.
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‘Pájaros de Portugal’
En el sobrio “Alivio de luto” (2005), otra de sus obras mayores e imprescindibles, destacaba esta descomunal canción, inspirada por una historia real: dos adolescentes enamorados que huyeron a Portugal. Hermosa es poco. Y Sabina canta como nos gusta que cante.
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‘Menos dos alas’
Puro Sabina (tan él, tan tuyo, tan mío, tan nuestro, podríamos parafrasearlo) a ritmo de rumba para cantarle al poeta Ángel González, amigo suyo fallecido poco antes. Una genialidad de “Vinagre y rosas” (2009).
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