“Ellos eran puros, quizá demasiado para ser consumidos. Lo dice Fernando Pardo en el libro de Nando Cruz y creo que tiene razón: su graduación era extremadamente alta, quizá si hubieran rebajado la mezcla… pero no fue el caso”.
Una lectura sobre la historia de la banda de Josetxo Ezponda lleva a Fernando Ballesteros a desempolvar el debut discográfico del considerado primer grupo punk de Pamplona.
Los Bichos
“Color hits”
OIHUKA, 1989
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
La primera gran alegría de las muchas que me dio «Pequeño circo», la más que disfrutable historia oral del indie en España, fue comprobar que su autor le dedicaba nada más y nada menos que treinta páginas a Los Bichos. La lectura de ese capítulo me empujó a rescatar su primer disco y, como dicen los argentinos cuando hablan de Gardel, «Color hits» cada día es mejor. Tenía que contarlo.
En 1989, cuando se editó su primer disco, Los Bichos no eran ya precisamente unos recién llegados. Josetxo Ezponda ya había aparecido una década antes con Tensión, considerado el primer grupo punk de Pamplona, y siguió dando guerra hasta la puesta de largo del grupo de su vida.
Su personalidad, fuerte y contradictoria, fue forjando el personaje que unos pocos conocerían. Vestía como una estrella, se movía impecable por los garitos de Pamplona y honraba a sus héroes, que no eran pocos. Porque en Los Bichos había punk, había glam y mucho, por cierto. Pero también estaba Nick Cave y sus Birthday Party o Kim Salmon… siempre Australia. Eran mil referencias, porque sí, fue un grupo de influencias. Josetxo era, ante todo, un fan del rock ´n´ roll que no escondía nada. El tema que abría su LP de debut, ‘Shadow girl’, era un claro ejemplo, dos minutos y medio rutilantes y arrolladores de purito New York Dolls.
Sin embargo, la suma de tantos elementos conocidos daba un resultado en el que había algo nuevo. Se lo daba quizá la procedencia del grupo (imaginen a Josetxo paseando por Burlada con sus mejores galas), la particular amalgama de influencias y el hecho de que éstas no fuesen las habituales por aquí y menos por el norte, con el rock radical vasco reinando entre los chavales.
El bicho principal no estaba solo en esto: el bajo de Asio le acompañó desde el primer día, como la guitarra de Charly o la batería de Fermín, que poco después dejaría la banda. Junto a ellos puso en marcha una máquina en la que los textos eran uno de los puntos fuertes. Y es que el Señor Ezponda, que aquí alternaba el inglés y el castellano, alcanzaba cimas como las de ‘Verano muerto’, lo más cerca que estuvieron de conseguir un éxito.
Los aires fronterizos de ‘Me gustaría llorar’ emocionan con su letra descarnada en un disco en el que el rock pantanoso con la vista puesta en Australia convive a la perfección con los aires de ranchera. Y en cuanto a las versiones, reconvierten para la ocasión el ‘1969’ de los Stooges en ‘1989’ y releen ‘My girl’ y el ‘Go Bo!’ de Bo Diddley. Las 5.000 copias despachadas de este disco parecían poner las bases de algo sólido.
Y lo intentaron a lo grande, porque si aquí hay influencias, en “In bitter pink», doble elepé de 1991, la cosa se multiplica y se complica aún más. Serge Gainsbourg, Alex Chilton y Phil Spector están presentes en los créditos de un auténtico tratado de la música de guitarras y de cómo sacarle el máximo jugo al instrumento, un trabajo en el que a pesar de tantos ingredientes, la banda está más cerca de encontrar su propia voz. Un genuino «tour de force» al que, tras renunciar al castellano, apostaron todas sus fichas. Y perdieron, claro.
Los Bichos lo vivieron todo al cien por cien, no estaban en esto para pasar la fiebre rockera de la juventud y volver luego a su otra vida, retomar los estudios y adiós muy buenas. Eso, entre otras muchas cosas, les separaba de la escena alternativa que años después tomó el relevo sin reivindicar jamás al grupo y de la que algunos les ven como precursores. Ellos eran puros, quizá demasiado para ser consumidos. Lo dice Fernando Pardo en el libro de Nando Cruz y creo que tiene razón: su graduación era extremadamente alta, quizá si hubieran rebajado la mezcla… pero no fue el caso. Y tras dos elepés y un ramillete de singles y apariciones en recopilaciones, llegó la nada.
En 2006 Munster edito un libro disco que resumía la trayectoria del grupo, Josetxo participó en el proyecto, seleccionó el material y resumió la breve historia del grupo en un brillante, desordenado y emotivo texto. Fue una de las pocas noticias suyas que tuvimos en los últimos años. Cuentan los que estaban más cerca de él que siempre «amenazaba» con volver, mandaba mensajes a personas cercanas, decía que esta vez sí, que lo intentaba de nuevo, pero ese momento no llegaba. Se estaba quemando, no quería estar a nuestro lado.
Josetxo se apartó. Antes de hacerlo se quejaba a menudo y dicen algunos que no hacía nada por cambiar su situación. Siempre le acompañó ese fatalismo que le llevó en sus últimos años a no hacer nada en el mundo de la música. Como dijo en 2007 cuando le preguntaban por su silencio, se cansó de escuchar «noes».
El 16 de abril de 2013, el corazón de Josetxo se paró a los 50 años. Los Bichos eran definitivamente historia. Brillante historia. Antes se había ido su mano derecha, Asio, como sus dos baterías, Fermín y Jesús. Pero me había propuesto rescatar al grupo sin hablar de malditismo.
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Anterior entrega de Operación rescate: “The buddha of suburbia”, de David Bowie.