“En tiempo de ideologías marcadas como los que vivimos, de ideologías que cuestionan, alguien que declara que está bien como está, por fuerza y a su pesar ha de ser provocador”
Iñaki Uriarte
“Diarios” (Tercer volumen, 2008–2010)
PEPITAS DE CALABAZA
Texto: CÉSAR PRIETO.
En estas páginas ya habían aparecido reseñados los dos primeros volúmenes de los diarios de Iñaki Uriarte. Nos sorprendieron, cierto es. Periodista a rachas, sin haber publicado hasta los sesenta años, con reticencias, eso sí, parecía un espíritu tan ajeno entonces; hoy quizás más, en tiempo de ideologías marcadas como los que vivimos, de ideologías que cuestionan, alguien que declara que está bien como está, por fuerza y a su pesar ha de ser provocador. Los valoramos, dimos cuenta de los premios que recibió el primer volumen y quedamos encantados. Pero desde entonces ha habido movimiento. Andrés Trapiello, el diarista mayor del reino, lo elogia en una carta personal, pero después públicamente lo defenestra, saltan alarmas en internet, para apuntalar el caso Antonio Muñoz Molina le dedica su crónica semanal en un diario y señala que no ha dejado el libro de las manos hasta que lo ha concluido.
Que un escritor novel y de edad consiga movilizar así a la parroquia canónica da que pensar. ¿Y qué tienen los diarios de este vasco nacido en Nueva York? De hecho, ¿qué ha de tener un diario? ¿Aventuras? No son necesarias ¿Un estilo? Como cualquier otra obra ¿Credibilidad? No es sinónimo de emoción. La respuesta es incógnita, y si acaso un diario ha conseguido sus resultados cuando notas que te apetecería acompañar al diarista en lo que cuenta. Uriarte lo consigue con creces, aunque realmente en casi ninguna de las páginas haya acción, excepto en el viaje a su ciudad natal con el que cierra el diario.
Y entre medio, pues nada diferente a las anteriores entregas: filias –los viajes y los hoteles– y fobias –la pedantería–; anécdotas de escritores –Borges, Machado, Sánchez Ferlosio–, estancias en Benidorm –compara la estampa de la Albertine de Proust de paseo por la playa con lo que ve desde su ventana– y un regusto casi aristocrático por el pasado, viejas historias de San Sebastián o de Nueva York –su abuelo tenía pensión, él nació allí– al darse cuenta tras búsqueda erudita que su madre y Salinger fueron vecinos de niños. Hay microteatro –una conversación de ascensor la asimila a Beckett–, lecturas de la prensa, filosofía de calle… Y claro, visiones de amigos, maledicencia sobre famosos, escenas que podían ser jugosas si no fuera porque restan escondidos bajo una inicial.
Al mismo tiempo, los años que abarcan este tercer tomo son aquellos en los que el primero está presto a publicarse, así que recorremos todos sus estados de ánimo, desde la ilusión hasta la irritabilidad, del miedo a la abrumadora pesadez en un recorrido que concluye con un viaje a Estados Unidos para dar una conferencia en el Instituto Cervantes. Carpetazo a la obra con ello puesto que parece ser que Uriarte no va a publicar más. Así que merece la pena hacerse con esta escueta trilogía: las obras completas de un extraño escritor, que el tiempo quizás sancione como una de las visiones más lúcidas de este inicio de milenio.
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Anterior crítica de libros: “Electricidad revisitada”, de Edi Clavo.