“Cerraron con una nueva concesión a la galería, la postrera ‘Holiday in Spain’, y abandonaron las tablas al ritmo del ‘California dreamin’, de The Mamas & The Papas. Haciendo gala de su denominación de origen, contentando a los incondicionales y dejando un poso agridulce en el resto”
El primero de los dos directos españoles de Counting Crows depara la foto fija de una banda demasiado anclada entre dos extremos, el congelado predicamento popular de su lejano primer álbum y el repunte de su último disco. En su actuación barcelonesa estuvo Carlos Pérez de Ziriza.
Counting Crows + L.A.
7 de julio de 2015
Sala Razzmatazz, Barcelona
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. Foto: LUCAS HUERTA ZÚMEL.
Claro, Counting Crows son más que la banda que compuso ‘Mr. Jones’, pese a que mucha gente no sepa que en estos más de veinte años transcurridos no han dejado de editar discos con cierta regularidad. Sus fans también deben saberlo, pero casi nadie lo diría ante el fervor con el que su producción primeriza es acogida, resaltando por comparación la anemia ambiental que da la bienvenida a casi todo lo que escapa a “August & everything after” (1993). Ellos parecen encantados de aceptar ese peaje, al que se entregan sin reservas desde los primeros minutos. Nada que reprochar, salvo que ‘Sullivan street’, ‘Mr. Jones’ u ‘Omaha’ merecen ser despachadas como algo más que una excusa para el karaoke colectivo, al que Adam Duritz prestó gustoso su micro en tomas que no añadían (tampoco era de esperar, cierto) matiz nuevo, relectura o actualización, pero no por eso demandaban el borrón funcionarial con el que fueron saldadas.
Más allá de viejas servidumbres, quizá algo exculpadas por la poca frecuencia con que nos visitan, el concierto de Razzmatazz reveló la imagen de una banda tan solvente como poco propensa a los alardes de brillantez. Como si la estampa de Duritz (con esa poblada palmera de rastas aparentemente criogenizada sobre su cabeza por más de dos décadas), cercana en algún momento a la autoparodia, apuntalase el cariz mate que solo un puñado de músicos con mucho oficio y escaso carisma pueden exhibir. En ese ejercicio entre un pasado lejano y certero y un presente aún proteico (el del estimable “Somewhere under Wonderland”, de 2014, que al fin y al cabo venían a presentar) no faltaron un par de versiones delatoras, tanto de sus filias como de su querencia por la ortodoxia milimetrada: ‘Start again’ de Teenage Fanclub y ‘You ain’t going nowhere’ de Bob Dylan. Y la noche no alcanzó altura de vuelo –más allá de la complacencia nostálgica– hasta ‘A long december’, con la que encararon un bis en el que –sobre todo– sobresalió la estupenda ‘Palisades park’ (vibrante remedo del Springsteen de la primera mitad de los 70) y la vivaracha ‘Rain king’, de su debut. Cerraron con una nueva concesión a la galería, la postrera ‘Holiday in Spain’, y abandonaron las tablas al ritmo del ‘California dreamin’, de The Mamas & The Papas. Haciendo gala de su denominación de origen, contentando a los incondicionales y dejando un poso agridulce en el resto.
Luis Alberto Segura había defendido antes –por cierto– con la única compañía de su guitarra eléctrica, el cancionero de unos L.A. que se antojaron como un prólogo más que lógico.