«Resulta un trabajo positivo y vitalista, en el que el autor ofrece su visión optimista del mundo que le rodea y de los tiempos que están por llegar»
Neil Diamond
«Melody road»
CAPITOL/UNIVERSAL
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Esta semana ha salido a la venta «Melody road», el nuevo álbum de Neil Diamond, quien a sus 73 años (74 hará en enero) se aproxima cada vez más al medio centenar de discos en cartera. La carrera de este veterano cantautor, originario del barrio neoyorquino de Brooklyn, experimentó un giro notable en el año 2005 con la publicación de «12 Songs». Rick Rubin lo tomó a su cargo y lo desvistió de artificios con casi aún más esmero de lo firmado junto a Johnny Cash durante su larga serie de discos al alimón. El resultado fue que volvió a relucir –perdón por el gazapo– el diamante musical entre tanto carbón de orquestación y espectáculo que había relegado el talento compositivo del autor durante demasiados años. Nunca fue el hortera de bolera que muchos quisieron ver, sobre todo en España, pero es cierto que había perdido la fuerza de sus trabajos de los años sesenta y setenta.
A «12 Songs» le siguió en 2008 «Home before dark», con el que Neil Diamond se convirtió en el cantante más viejo –a los 67 años– en lograr un número uno (Willie Nelson ha tomado este año el relevo al lograrlo a los 81). Con eso, además, ratificó ese repunte tanto de público como sobre todo de crítica, que ya lo había dado por muerto y enterrado profesionalmente. Con esos dos discos concluyó la colaboración con Rubin, a los que han seguido en los últimos años un directo –el recomendable «Hot august night/NYC: Live from Madison Square Garden» (2010)– y «Dreams» (2010), un nuevo álbum de versiones, tan agradable como innecesario, esta vez adoptando el filtro marcado por el productor ya ausente. Pasados seis años desde su último trabajo con nuevas canciones, tiempo era ya de refrescar el catálogo. La incógnita estaba en ver si el autor de ‘I am, I said’ apostaría por mantener la austeridad instrumental y el tono casi elegíaco de los trabajos con Rubin, o volver a entregarse a una bacanal de romances orquestales. Y Diamond, astuto él, ha tirado por la calle de en medio.
Desde que en 1991 Don Was (Bob Dylan, Rolling Stones) trabajara con Diamond en la producción de uno de los temas de su desigual álbum «Lovescape», el productor del sempiterno sombrero y rastas no se ha cansado de repetir que le gustaría producir un álbum completo junto al de Brooklyn. Mientras Rubin grababa los primeros discos de la serie «American recordings» junto a Johnny Cash, el amigo de este, Kris Kristofferson, comenzaba una relación profesional con Was que hasta hoy dura, y que en su momento consistió en revisar el sonido habitual de Kristofferson suavizándolo pero sin llegar a los límites de austeridad de Rubin. Así que la opción no parecía del todo mala para Diamond. Además, mientras ambos hablaban de la posibilidad de trabajar juntos finalmente, Jacknife Lee (R.E.M., U2) apareció en escena y terminó por unirse al proyecto.
Juntos han dado cuerpo a un disco, «Melody road», que se sacude parcialmente la oscuridad musical y conceptual de los anteriores. En conjunto resulta un trabajo más positivo y vitalista, en el que el autor ofrece su visión optimista del mundo que le rodea y de los tiempos que están por llegar. Hay mucho más ritmo, además de más instrumentación, aunque al revisar detenidamente canción por canción, salta a la vista que las grabaciones más notables de este trabajo son las más pausadas y reflexivas, las más sencillas y directas; en definitiva, las que perfectamente podrían ser descartes de los discos junto a Rubin.
Hay al menos cuatro cortes destacados en este disco de once (más una repetición final): ‘Something blue’, el más alegre de todos, y que ganará muchos tantos cuando un día lo toque en acústico, sin tanta trompetita; ‘Nothing but a heartache’, lo mejor del álbum, una maravilla heredera musical de ‘Hell yeah’, la obra maestra de madurez de Diamond; ‘(OOO) Do I wanna be yours’, tan sencilla e intimista como la anterior, igual de emocionante; y ‘The art of love’, el primer tema que se lanzó.
El resto de las canciones, sin demasiadas pretensiones de pasar a la posteridad, resultan más que correctas, desde ‘Alone at the ball’ con esa potente subida en el estribillo a la dicharachera ‘Marry me now’, con un final a lo big band, además de ‘First time’, ‘Seongah and Jimmy (pesada, facilona; innecesaria), ‘In better days’ (una efectiva pieza rítmica, tan académica como pegadiza), ‘Sunny disposition’ y la propia ‘Melody road’, que decepciona un poco cuando se comprueba que promete más de lo que finalmente ofrece. La edición deluxe del disco ofrece dos cortes adicionales totalmente prescindibles: ‘Remember’, de Harry Nilsson, con tan solo un piano acompañando a la voz, y un ‘Something’, de George Harrison, que palidece ante a las muchas y algunas buenas versiones ya existentes.
Neil Diamond es un artista que, con cincuenta años en el negocio, seduce con su música a sonrosadas señoras de su quinta que quieren dar palmas al ritmo de ‘Sweet Caroline’ y tonadas similares, tanto como a viejos y nuevos aficionados que quieren escuchar melodías fascinantes construidas de manera sorprendente sobre cuatro acordes básicos. Da la impresión de que la intención de este disco ha sido la de satisfacer a ambos públicos. Y la verdad es que el artista y su equipo no salen mal parados de la empresa.
La voz de Diamond conserva esa potencia arrolladora que siempre la ha caracterizado, con esa asombrosa capacidad de pasar sin el menor quiebro de los tonos más graves a agudos imposibles. Transmite, implica y convence. Lo mismo ocurre con las melodías. En el caso de Diamond, que empezó ganándose la vida vendiendo composiciones en el Brill Building, el talento para crear una canción convincente se da por supuesto. No ha perdido en absoluto la magia demostrada en tantas creaciones memorables (de ‘Morningside’ a ‘Stone’, ‘Longfellow serenade’ o ‘Lady Oh’), ya se trate de radiantes temas rítmicos como de baladas o piezas más introspectivas. En materia instrumental, en algunos temas sobran determinados arreglos que remiten a tiempos pasados, pero no fastidian demasiado. Se perdonan, a cambio de la producción precisa y ajustada de los mejores pasajes.
Lo peor, con diferencia, es la campaña de imagen para este nuevo trabajo, a cargo al parecer de su nueva esposa, a la sazón su mánager, Kanie McNeil (treinta años menor que él, con la que se casó en 2012). Frente al simple pero efectivo vídeo musical que presenta la canción ‘Nothing but a heartache’, se han lanzado otras dos producciones de verdadero juzgado de guardia para dar a conocer ‘Melody road’ y ‘Something blue’. Este último vídeo sobre todo –con esos «adorables» perritos corriendo alrededor del cantante en ese campo de postal–, hace estragos en los resultados logrados con los dos trabajos de la etapa Rubin para «revitalizar» la imagen de Diamond (por no hablar de cómo daña a la propia la canción). Según el propio artista ha comentado, canción y vídeo están inspirados por su amor por McNeil, y parece ser que también ella ha tenido algo que ver en el diseño de la portada del álbum, digno del más clásico recopilatorio de expositor de gasolinera. Nota: uno de los perritos del vídeo de marras es el ojito derecho de la señora Diamond.
Comentaremos para terminar que «Melody road» es el primer título que Diamond lanza tras su reciente cambio de sello. A comienzos de año se anunciaba que volvía a Universal, casa en la que Diamond estuvo entre el 68 y el 73, y en la que grabó buena parte de sus mayores éxitos. Tras cuarenta años en Columbia/Sony, el artista regresa con todo su catálogo (incluyendo sus primeros discos para Bang Records), a aquel sello, que presumiblemente anda preparando reediciones de algunos de sus discos clásicos.
Vídeo oficial de ‘Nothing but a heartache’ (el mejor tema del disco):
–
Anterior crítica de discos: “Rock and roll revolution”, de Fito Páez.