Libros: «El cerebro musical», de Daniel J. Levitin

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«Se conjugan las dos facetas que conforman la vida de Levitin: su labor de neurocientífico, que analiza la recepción de la música y la de músico, en la que ha producido a Stevie Wonder, Grateful Dead o Joe Satriani»

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Daniel J. Levitin
«El cerebro musical»
RBA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Es curioso, tras leer este ensayo, reflexionar como se conjugan en él, con una visión en ocasiones de perfecto encaje, las dos facetas que conforman la vida de Daniel J. Levitin, su labor de neurocientífico, que analiza la recepción de la música –de hecho es catedrático universitario de la especialidad– y la de músico, en la que ha producido a Stevie Wonder, Grateful Dead o Joe Satriani. Da ello como referencia un apetecible y necesario volumen sobre cómo ha afectado la música a la evolución humana.

Parte de una premisa: quien quiera entender la naturaleza humana y la cultura ha de enfocar la música como fenómeno que crea la civilización y el concepto de sociedad; es decir, que la adquisición de percepciones en la dinámica de los sonidos le preparó el camino al hombre. Pero no, no se asusten, no se trata de un farragoso volumen plagado de terminología neuroantropológica –mmm, excepto en algún momento concreto y prescindible–, sino de un divertido recorrido por los únicos seis ámbitos que pueden desplegarse en una canción, a saber: amistad, alegría, consuelo, conocimiento, religión y amor.

Con interrelaciones entre ellos, la misión principal sería la de sincronizarse y sentirse en comunidad, hecho que establece una cierta línea entre los movimientos para trabajar en grupo de antiguas civilizaciones hasta las tribus urbanas. Pero también la música influye en la salud: atentos, explica científicamente porqué nos lleva a dar palmadas rítmicas.

Pero también está plagado el texto de anécdotas personales y Levitin, tras un recorrido por sus inicios como músico, se nos presenta tocando con su grupo canciones country en un bar de Oregon e indagando por qué le gustan tanto a la gente las letras sobre infidelidades y traiciones. Otro ámbito, como hemos señalado, que abarca la música es el del conocimiento, y entrarían en este propósito desde las canciones que despliegan la tabla de multiplicar hasta las de autocar, pasando, cómo no, por aquellas que indican los pasos de un nuevo baile, y cercanas a ellas la música que se utiliza en celebraciones y rituales religiosos. Concluye con las canciones sobre el amor, que le llevan a interesantes consideraciones sobre la evolución natural y sobre los orígenes del lenguaje, aparte de volcar las últimas citas de músicos famosos.

Porque el autor, en su labor de productor, ha trabajado con un amplio catálogo de músicos, con los que en charlas de café ha indagado sobre estos temas; así toma sus palabras como argumento. Estamos hablando de Sting, David Byrne, Neil Young o Paul Simon. Pero quizás lo más interesante para el que les habla sea el análisis de canciones, los fragmentos en los que el texto enfoca una interpretación en concreto e intenta calibrar cómo, en qué momento y con qué tipo de técnica mágica consigue emocionarnos hasta casi la lágrima, hay un repertorio amplio en un arco que abarca desde los estándares a los Foo Fighters, de los Beatles a los Waterboys y del ‘Over the rainbow’ a Joni Mitchell. Es en estos momentos cuando la labor intuitiva del músico y la precisa del científico se alían para explicar lo que no se puede explicar: la emoción.

Anterior crítica de libros: “Catalanes todos”, de Javier Pérez Andújar.

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