Ray Davies: El humor como antídoto

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«Con 70 años recién cumplidos, se mostró dicharachero y generoso. Sirvió en bandeja lo que el público deseaba escuchar. Un recital trufado de canciones señeras de la banda madre»

 

Ray Davies actuó en Cartagena y Eduardo Tébar nos cuenta cómo fue esa noche plagada de temas de una de las bandas mayores de la historia del rock, los Kinks.

 

 

Ray Davies
20 de julio de 2014
Auditorio Parque Torres, Cartagena

 

 

Texto y foto: EDUARDO TÉBAR.

 

 

Poco importa que la voz de Ray Davies se haya embrutecido, que el repertorio de hace medio siglo suene ahora descafeinado o que requiera un taburete para aguantar el concierto. El líder de los Kinks masajeó anoche, en el festival La Mar de Músicas de Cartagena, aquello a lo que Flaubert llamaba la educación sentimental. Con 70 años recién cumplidos, el británico se mostró dicharachero y generoso. Sirvió en bandeja lo que el público deseaba escuchar. Un recital trufado de canciones señeras de la banda madre. El arranque, encaramado por el riff de ‘I need you’, presagiaba una velada divertida. Y así fue. Hay cosas en la vida que no tienen precio. Una de ellas es la comunión cómplice con el creador de ‘Sunny afternoon’, elevado sobre una muralla romana junto al puerto.

El de Cartagena era uno de los dos únicos conciertos programados por Ray Davies en España este verano. Ni Beatles ni Rolling Stones: los Kinks siempre representaron un glorioso camino intermedio. El cancionero del mayor de la saga Davies le catapultó como el más ácido e inteligente letrista de su generación. Su visión burlona de las tribus del Swinging London se anticipó a la autocrítica de los Who. En el Auditorio Parque Torres volvieron a sonar algunos de los riffs definitivos de la historia del rock (‘Till the end of the day’, ‘All day and all of the night’, ‘You really got me’). Afán celebrativo. Cabe suponer que lo gustoso del ambiente no invitaba a recuperar una gema como ‘Rosie, won’t you please come home’. En las butacas, pocos podían sospechar que Ray Davies, el hombre simpático, la sonrisa mellada, ha perdido a dos hermanas en solo tres semanas. Una de ellas, Rosie.

En cambio, brillaron otras epopeyas de los Kinks, pioneros del garaje. Y eso a pesar de que impere la sensación de que el grupo que acompaña a Davies no está debidamente aprovechado. Abusó de recursos como la introducción a capela o los falsos finales. Pero daba igual. Mandaban las piezas de los Kinks. Joyas imperecederas. Camafeos de la cultura pop como ‘Where have all the good times gone’, ‘Waterloo sunset’ o ‘See my friends’. O la sátira de ‘Dedicated follower of fashion’. O el relato discotequero del travesti Lola. O la electrizante oda a la singularidad de ‘I’m not like anybody else’. El humor como antídoto. Entre los asistentes, palmeaba Juan Carrión, el profesor de inglés de 90 años que inspiró la película “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, de David Trueba. Tanto él como Davies han logrado bellas proezas con su método. Se marchó al compás del ‘Walking to New Orleans’ de Fats Domino. Un guiño a su refugio: la cuna de las músicas.

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