«Al tocar en solitario he encontrado una vía de escape para no acabar siendo esclavo de mi propio repertorio. ¿Es más arriesgado? Pues claro, y te encuentras muchas veces con que la gente lo que quiere son los cinco hits de Danza Invisible»
Aunque Danza Invisible sigue activo como grupo de directo, Javier Ojeda continúa con sus proyectos personales, con tres álbumes en la calle, el más reciente, «Barrio de la Paz», un musical a su aire y de barrio.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
A Javier Ojeda hay que agradecerle primero y siempre la entrega y el talento que sigue derrochando. Mantiene ese desprejuicio tan necesario para hacer canciones y espectáculos atractivos. En esta ocasión, nos invita a pasear por el «Barrio de la Paz» en su acto primero, junto a una impresionante banda: Los Hispano-Cubanos, con el piano de Daniel Amat al frente. Si por todas estas pistas no sirvieran para captar el aire del tercer trabajo en solitario del líder de Danza Invisible, les anoto que a principios de año fue presentado en Málaga bajo el formato singular de «Mambópera». Y aún hay más, no hay Málaga sin bugalú, sin rumba, sin guaracha, sin pop… pero tampoco sin soul, y entre los temas originales, hay versiones deslumbrantes como las ‘Lágrimas’ de Womack & Womack. Todo salpicado con pequeños entreactos que hacen más convincente el musical que Ojeda ha montado y que me explica animadamente. Un grande, sin duda.
¿Cómo llegas al «Barrio de la Paz» y cómo vas allanando el terreno, levantando las primeras calles y portales?
Lo primero que se me ocurrió fue que se llamase solo «La Paz», por hacer referencia tanto al barrio de mi infancia como a lo exótico que me resulta aquello de La Paz como capital de Bolivia, que es la más alta del mundo, como si fuese una especie de quimera inalcanzable. Y luego relacionar eso con un hipotético estado de felicidad, relacionado con las antiguas postales que se veían del Caribe, esas postales que son algo ilusorio porque no existe así, ese Caribe donde todas las tías están buenísimas y toda la gente es muy feliz en bañador bailando cha cha chá. Entonces, se me ocurrió esa especie de mezcla y finalmente acabé llamándola «Barrio de la Paz», por el juego de palabras entre lo que puede ser una especie de paz no cristiana y el mismo concepto de barrio.
Consigues la plena colaboración de Daniel Amat, hijo del histórico tresero Pancho Amat, junto a Los Hispano-Cubanos. ¿Estuvieron desde los primeros compases?
Lo primero que hice fue el tema ‘Hambre de ti’ donde no estaba Daniel Amat, pero al poco de hacerlo, que fue un encargo de una marca comercial patrocinada por la Diputación de Málaga, al poco tiempo, me encontré con Daniel Amat, con el que había trabajado hace ya muchos años en La Banda del Tercer Mundo e hicimos un montón de bolos a nivel local y Andalucía: Granada, Jaén… Allá por el 2002. Entonces, vuelve a Málaga y me propone un proyecto, llegamos y tuvimos varias reuniones sobre qué queremos hacer. Íbamos cogiendo puntos de encuentro, escuchando música en mi casa: esto molaría, esto no, esto no se cuanto… Y llegamos al acuerdo de que no queríamos hacer un disco de salsa ni mucho menos y eso, buscando puntos de encuentro.
Dentro del repertorio hay canciones originales y otras que son versiones: ‘Soy cobarde’ la interpretas junto a Celia Flores, hija de Marisol, y forma parte de la película premiada por el público en el Festival de Málaga «321 días en Míchigan».
A ella la conozco mucho porque hace año y medio hice un tributo a Pepa Flores, nos conocimos y nos hicimos amigos y a partir de ahí… A partir de ese homenaje que hice a Pepa Flores, nacen muchos de los colaboradores del disco: hace coros Genara Cortés, que es una cantaora fantástica de Málaga, que si no me equivoco ha hecho dos o tres temas en recopilatorios de estos que hace Javier Limón. También está Irene Lombard, una vocalista extraordinaria, la típica chica que hace veinte años la hubiera lanzado una multinacional con presupuesto increíble porque es una vocalista fantástica, la verdad. Está Daniel Casares que es un guitarrista flamenco extraordinario como solista. Y a partir de ahí viene un poco el espíritu del álbum, porque el final de ese concierto a mí me pareció una maravilla, era como algo muy hippie y a la vez muy friki. Me encantaba porque en el homenaje a Pepa Flores había rockeros alternativos, gente del hip hop, del flamenco, cantautores, cantantes de copla, mariquitas por un tubo, lesbianas por un tubo, era como un montón de gente unidos todos en torno a la figura de Pepa Flores que me resultó absolutamente maravilloso, y es que nunca nos unimos tantos y tan variados para ninguna cosa. Y de ahí sale también el punto de partida del rollete de vamos juntos a disfrutar de la música.
También hay un espacio entre canciones aprovechado para que distintas voces realicen un paseo vital, imagino que autobiográfico, donde recuperas pasajes de juventud e infancia. El cantaor Miguel Poveda afirmó: «De niño alcancé la plena felicidad cuando tuve mi propio radiocasete». ¿Qué momento recuerdas como más feliz?
Creo que las tardes de cañaverales por ahí, porque cuando yo vivía en el barrio, donde estaba la playa había una extensión salvaje de acequias y cañaverales. Y eso era un montón de críos de barrio jugando al fútbol y haciendo el cafre y cogiendo cañada, que es la caña de azúcar. Yo viví muy feliz en un barrio de clase media total, una concentración urbana total. Un barrio, barrio.
Desde la portada coqueteas mucho con el humor, las fotos, los géneros musicales buscan un punto muy lúdico, ¿es lo que mueve al «Barrio de La Paz»?
Sí, buen humor, y la ternura. Me atrevo a decir que en este disco estamos tirando de eso, de canciones que sean muy tiernas, conmovedoras. De hecho, el único planteamiento inicial del disco en cuanto a géneros musicales es que tienen que ser géneros de barrio, hechos a mi manera obviamente pero los géneros que tocan las orquestas de barrio. Vamos a poner un barrio de clase media en Madrid, dime uno.
Desde el concepto de «Barrio de La Paz», pienso en el que conozco: el de La Paloma, pero aquí no hay mar, partimos del chotis hacia la verbena.
Entonces, en este caso es como música de verbena de calidad, llamémoslo así. Chachachá, swing, las orquestas de Málaga siempre tocan ese tipo de rollos.
Algo magnético tienen estos estilos para el pop y el rock porque un compañero tuyo de generación como Jorge Ilegal ha editado ya dos discos con Los Magníficos en los últimos años, reivindicando también los ritmos latinos.
Sé que ha sacado un disco de ese tipo pero no lo he escuchado. A pesar de como es, me cae bien, siempre he tenido buen rollo con él.
¿Qué cuota de participación has dado a Los Hispano-Cubanos en la producción?
A lo largo de mi carrera he tenido productores que firman pero que no hacen nada, los más grandes, de verdad. En este caso, Daniel además de tocar su parte controló el tema de la percusión afrocubana porque en eso yo no estoy puesto, él es el experto. La base rítmica es suya. El tema más cercano a los arreglos es de Miguel Paredes. El resto lo hacía todo yo, que es más o menos de ensamblador, que es al fin y al cabo lo que creo que hacen los productores.
¿Te preocupa despistar demasiado a tus seguidores tras los diferentes estilos que marcan «Polo Sur» (2006) y «Reversos» (2011) más el actual «Barrio de La Paz»?
La verdad es que no me preocupa. Por lo demás creo que las diferencias principales pueden estar en el aderezo, lo demás creo que suena a mi rollo de toda la vida. No me quiero comparar, pero me sirve como ejemplo, Elvis Costello después de sacar quince discos con los Attractions pues saca un disco de country, otro con Allen Toussaint, otro con Burt Bacharach, uno de ópera y luego saca otro con Brodsky Quartet… Y todos tienen su punto de interés, cambia el aderezo pero es Elvis Costello. Al que es más rockero le gustará menos el disco de Brodsky Quartet, pero yo qué sé, a mí me ha tirado la intuición musical por ahí, y sobre todo que he tenido unos músicos muy capaces en esa onda.
¿Vas a poder sumar sobre el escenario todo el componente teatral de «Barrio de La Paz»?
Ya quisiera yo, ojalá. Lo hemos estrenado en Málaga y ha funcionado bastante bien. Estuvimos tres días en el teatro Echegaray con una media de entrada del setenta y cinco por ciento, y ha sido un pelotazo; pero tú ya sabes que yo en Málaga digamos que tengo mucha reputación. Fuera de Málaga me cuesta, y lo que aspiro es poder hacerlo fuera con todos los artistas y con todo. Mi principal satisfacción, aparte de que funcionase bien de público es ver que el espectáculo ha tenido críticas extraordinarias por parte de gente del teatro, porque el guión que acompañó a la presentación del disco fue de diez. Mezclaba muchos conceptos, en principio muy disparatados como la época de las protestas civiles, empezaba el concierto con ‘Blowin’ in the wind’ en una versión instrumental chachachá, con el rollo pacifista, con el icono de ‘Give peace a chance’ de John Lennon; todo eso combinado en un barrio de clase media de Málaga en el que todas las calles tienen nombre de compositor y todo mezclado de pronto con el mundo cubano y con muchas más cosas. ¿Cómo unes todos esos conceptos a la vez para que funcione? Y funcionó, porque el guión estaba muy bien hilvanado, era como una especie de vuelta a mis orígenes, vuelta a la infancia, ya te digo, mezclado todo como con muchas cosas.
Eras tú recorriendo tus calles.
Yo hacía de mí mismo en el musical. Mi papel era ese y recordaba mis días de infancia y adolescencia, y luego el choque que se produce cuando vuelves al barrio con las vecinas del balcón, las heavies que son inmovilistas, las petardas… El argumento es que yo voy a tocar en mi barrio. Hicimos una premiére que fue una performance en mi bario, y fue impresionante porque todo lo que iba ocurriendo estaba en el libreto. Si el teatro se aproxima a la realidad esto fue alucinante. Había frases que me decían y que estaban en el libreto, y digo «no me lo puedo creer». Gente que decía «quién es», y una señora respondía [poniendo voz] «pero si es el hijo de Maru que se hizo famoso tocando en Danza Invisible», y cosas así. Otra frase típica apuntada en el libreto y que pasó [poniendo voz de nuevo]: «Ay, mira, perdona, yo es que tengo una niña que canta mu’bien, a ver si tú me la puedes meter en lo tuyo» [risas].
«Ahora mismo creo que esto es un ‘sálvese quien pueda’ y que cada cual tiene que mirar por sí mismo.»
Coincide que estamos en una época de musicales a cualquier precio, y para ti sería lo más fácil hacer uno con el repertorio de Danza Invisible.
A ver, yo hago un musical de las canciones de Danza y tiene mucha más repercusión, pero me parece mejor hacer un musical con un proyecto nuevo. «West Side story» eran todo canciones originales, «Cabaret»… ¿Por qué no hacer un proyecto nuevo con canciones nuevas? Con una historia nueva que no sea de pronto como, con todos los respetos, el de Mecano, el de Abba, o el de Queen; que, ojo, seguramente están muy bien, pero coño, son proyectos de cosas muertas, no existen.
¿Ante la disyuntiva de renovarse o morir crees que han preferido morir?
No, hombre, a ver, cuidado, es rentabilidad y si los proyectos están bien hechos pues ya está.
Quiero preguntarte por Danza Invisible, desde el 2003 que publicáis «Pura Danza», no habéis vuelto a editar material nuevo y sí recopilaciones y un disco de versiones. ¿Cuál es la razón?
Es un poco difícil de explicar, pero te lo voy a resumir de una manera muy fácil. Hace muy poco un cantante muy amigo mío de una banda que fue muy popular en los años ochenta, hastiado, me llega y me dice «yo ahora mismo paso de sacar disco porque el último que saqué me pegué de cabezazos contra un muro: lo financié, no me lo pusieron en ningún lado, yo estoy convencido de que el disco es buenísimo, no tuve repercusión alguna, palmé pasta por un tubo y como remate fui a tocar las canciones en directo y claro, como nadie las conocía, me pedían las viejas y no podía tocar el disco nuevo; por tanto, hasta que esto cambie o se den las circunstancias propicias no voy a sacar un disco». Y esa postura la lleva mogollón de gente de mi generación.
Pero es excesivamente derrotista, el tópico de la pescadilla que se muerde la cola.
Exactamente, para eso yo soy mucho más soñador o idealista, o considero que hay que seguir sacando material nuevo. Lo que pasa es que en los últimos tiempos sacarlo con Danza cuesta muchísimo más porque si ya cuesta trabajo cuando eres veterano seguir adelante, intentar unir todas esas sensibilidades, quedar con todo el mundo, intentar evolucionar y que el disco marche… Pues la verdad es que ahora mismo estoy mucho más concentrado en lo que hago yo solo. Ojo, me llevo con mis compañeros de puta madre, de hecho seguimos haciendo conciertos, lo que pasa es que ahora digamos que al tocar en solitario he encontrado una vía de escape para no acabar siendo esclavo de mi propio repertorio. ¿Es más arriesgado? Pues claro, y te encuentras muchas veces con que la gente lo que quiere son los cinco hits de Danza Invisible y poco más, pero…
Hablando de todo esto, ¿qué sucedió entre Danza Invisible y GASA para romper una relación tan fructífera y de tanto tiempo?
No pasó nada. Llegó la época de crisis del disco y que ya empezaron las compañías a coger porcentajes de las actuaciones en directo, y bueno, en ese momento a mí me pareció que no estábamos dispuestos a aceptar que de los conciertos se llevasen dinero, y ya está. Y tuvimos una despedida la mar de amistosa. Creo que ha sido la decisión más feliz que he tomado en mi vida, estoy supercontento. Me llevo con ellos fenomenal, cuando se lanzó el «Danza Total» (2013) fue a propuesta nuestra, les dije «mira, el 90% de los temas son vuestros, por qué no lo sacáis». Buena onda, lo que pasa es que ellos están demasiado preocupados por salvar su puesto de trabajo más que por salvar el tuyo, normal, y ya está. Ahora mismo creo que esto es un «sálvese quien pueda» y que cada cual tiene que mirar por sí mismo.
Volviendo al «Barrio de la Paz», hay otro aspecto destacado en las remezclas: otro momento para la exploración sonora por donde pasas a Duke Ellington por el electroswing, y al clásico ‘Teardrops’ de Womack & Womack por un personal othersoul remix. No se conforman con ser la propina del disco.
Sí, claro. Estas son cada una de su padre y de su madre. La remezcla de Womack & Womack la han realizado unos DJs ingleses que viven en Granada. La de Duke Ellington es de un tío del hip hop de Málaga bastante bueno.
¿Tiene que ver con aquellos Raperos del Sur o es sangre nueva?
Inmediatamente posterior, en Málaga es que hay una escena de hip hop muy fuerte y con mucho tirón. De hecho, yo creo que ocurre una cosa desde que la música se difunde por internet: curiosamente se ha vuelto todo más local. Por ejemplo el tipo que rapea en ‘Todo menos a ti’, Gordo Master, ves un vídeo de él y de repente tiene 170.000 visitas en Youtube que dices «no me lo puedo creer»; y luego alguien que está en una portada de, pongamos por caso, «Rolling Stone» va y tiene mucha menos popularidad. Y sin embargo Gordo Master es todo un fenómeno absolutamente local. Es el típico tipo rapero que mis hijos paran por la calle para hacerse una foto con él. Este tipo de cosas ocurren cada vez más.
¿De las versiones que has realizado a cuál tenías más ganas de meterle mano?
La de ‘Carnaval toda la vida’ y la de Womack & Womack. Esta la empecé a hacer en los años noventa y la abandoné, luego pedí los permisos a la editorial hace un montón de años y nadie me supo decir de quién era la canción hasta que hace relativamente poco tiempo, un año, me llegó una chica muy apañada y me dijo «Javier, tengo buenas noticias, esta canción pasa a ser de nuestro catálogo».
¿’Carnaval toda la vida’ es la esencia de este «Barrio de la Paz»?
La letra es la que más simboliza el espíritu de todo el álbum. Sin duda.