«Teclista de los Heartbreakers de Tom Petty, ha tocado con Johnny Cash, Elvis Costello, The Cult, Bob Dylan, Green Day, Don Henley, Stevie Nicks, The Rolling Stones, U2, Ryan Adams o Ringo Starr»
Benmont Tench
«You should be so lucky»
BLUE NOTE/UNIVERSAL
Texto: GERNOT DUDDA.
Por supuesto que la promesa de Tom Petty de volver este mismo año con un nuevo trabajo con los Heartbreakers es sin duda una gran noticia. Pero todavía más trascendencia para el rock debería tener el debut en solitario de su afamado teclista, ¡38 años después del primer trabajo de Tom Petty & The Heartbreakers!
Benmont Tench no solo ha sido y es una inmensa fuerza creativa e inspiradora para sus compañeros. Su participación como músico a sueldo en decenas y decenas de grabaciones ha contribuido decisivamente a fijar las raíces más clásicas y serenas del rock norteamericano con una clase, categoría y elegancia absolutamente magistrales, labradas sesión a sesión, construidas ladrillo a ladrillo.
Gente como Jackson Browne, Johnny Cash, Elvis Costello, The Cult, Neil Diamond, Bob Dylan, Brian Eno, Darryl Hall & John Oates, Green Day, Don Henley, Indigo Girls, Ziggy Marley, Alanis Morissette, Stevie Nicks, Bonnie Raitt, Remy Zero, The Rolling Stones, U2, Robin Zander, Ryan Adams, Travis Tritt o Ringo Starr, por citar “solo” algunos de los beneficiarios de su contribución como teclista, suscribirían esto perfectamente. Perdón por la longitud de la lista, pero era la única manera de fijar el escenario por el que habitualmente se mueve el hombre, de revelar su dimensión y volumen.
Dicho esto, conviene situar las cosas. “You should be so lucky” es un disco maravilloso en sí mismo, pero no tiene hechuras de obra maestra. Pero por la única razón de que no era la intención de su creador. Su modestia le ha llevado a seguir planteando las cosas con la humildad del “sideman” discreto, del paciente corredor de fondo, de la hormiguita hacendosa, del anónimo profesional que lo es incluso cuando trabaja para sí mismo y que no ha querido ver –le cuesta– que esta vez los neones no llevan el nombre de otra persona sino el suyo propio (¿no dice acaso todo esto la foto de portada?).
Pero se trata de uno de esos discos que se hacen enseguida de la familia y que podrías escuchar cientos y cientos de veces sin cansarte. Y sin duda es una grabación histórica. Produce el legendario Glyn Johns. Tiene grandes canciones, sin excepción. Benmont Tench sale muy bien parado como cantante, para no ser su especialidad (no tiene el chorro de voz de un Warren Zevon, pero sabe aprovechar muy bien ese rasgo tan “raspy”, con cierto carácter “laid back”). Cuenta con una banda de aúpa que incluye a Don Was (bajo), Ethan Johns (guitarra eléctrica), Blake Mills (guitarra eléctrica) y Jeremy Stacey (batería). Y tiene al lado a amigos importantes de sobra que quieran darse una vuelta por alguna de las canciones, como en la bellísima ‘Blonde girl, blue dress’, en la que Tom Petty se encarga del bajo y Ringo Starr de la pandereta. O en la propia ‘You should be so lucky’, prodigio de pieza “uptempo”, con su imbatible ritmo binario, en la que un exultante Ryan Adams hace coros y empuña la guitarra acústica.
Todas las canciones son de su propia autoría, con dos únicas excepciones que, mire usted por dónde, pasan por Bob Dylan. Una de ellas es ‘Duquesne whistle’, que era el tema con el que Dylan abría “Tempest” y que es aquí el que cierra “You should be so lucky” (a vueltas con la “jug band music” y el “honky tonk”). El otro es ‘Corrina, Corrina’, que era un tradicional anónimo que tuvo una vida muy distinta en los años cincuenta y primeros sesenta en boca de gente como Big Joe Turner o Ray Peterson. Hasta que en 1963 llegó Dylan con “The freewheelin’ Bob Dylan”, devolviéndole su carácter campesino con unos arreglos distintos que ha seguido aquí al dedillo Tench para su propia versión (más dulcificada, por supuesto).
Hay un rango legendario, una calidez radiante, en los solos de órgano (como ese grandioso final de ‘Hannah’, un buen ejemplo). Y en general esa convicción “tan Benmont Tench” de que, como excelente teclista que es, sabe controlar siempre la escena en la que se desarrolla cada canción, a cada cual más distinta, y todas con sus propios colores y aromas, todas ellas con terreno para sensaciones únicas y particulares.
Ese brillante comienzo con ‘You take your picture down’ ya augura que estamos en el reino de los maravillosos tiempos medios, aura que alcanza a compartir aquí con el Springsteen setentero, el mejor y más épico. Igual que en ‘Like the sun (Michoacan)’ (¡otra!). Por no hablar de esos gloriosos instrumentales (‘Ecor rouge’, ‘Wobbles’) que, por estos lares, parecen haberle tomado también la palabra a gente igualmente legendaria como Robbie Robertson o Van Dyke Parks, respectivamente, cada uno con lo suyo.
Desde aquí vaticino que no va a haber colas en supermercados, kioskos o gasolineras de vastas mesnadas dispuestas a hacerse con una copia desesperadamente. Lo sé y no me importa. Lo único y mejor que puedo decir es que yo ya tengo la mía y soy feliz. Feliz de verdad.
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Anterior crítica de discos: “Magnolia Route”, de Travellin’ Brothers.