Gernot Dudda nos propone, como todos los meses, un viaje por el planeta musical a la búsqueda de sonidos infrecuentes y alejados de los lugares más transitados.
Una sección de GERNOT DUDDA.
Anthony Joseph
«Time»
NAÏVE
El guía cósmico del genial “Bird head son” ha debido dejarse a la banda tomando cervezas a la salida de aquel sudoroso directo de Bremen. Este hacía el número tres en la todavía corta (pero muy, muy interesante) carrera de este profesor, músico, novelista y rapero de Trinidad & Tobago. Sí, The Spasm Band resultó ser un parapeto musical perfecto para el desbordante verbo de nuestro gurú, pero el creciente músculo rockero de sus músicos parecía llevar cada vez más a la dimensión equivocada la profundidad de sus peroratas. Ahora, estas vuelven nuevamente al misticismo y a la espiritualidad soñadas en este “Time”, que recupera muchos de los enigmas que hacían fascinante al personaje. La responsable del milagro no podía ser otra que Me’Shell NdegeOcello –su nueva sacerdotisa, musa y creadora por igual–, cuya personalidad discurre por todas y cada una de las esquinas de este trabajo, hasta el punto de creer estar escuchando una más de sus magníficas grabaciones. Y es justo lo que necesitaba el bueno de A.J., que ha sabido aprovechar al máximo esta “secularización” entre música y textos para ofrecernos lo mejor de sus relatos, que ocupan quince soberanos folios a letra pequeña (gentileza de Naïve España, que ha tenido el gran acierto de acompañarlos con la copia promocional del disco). Lo mejor de sus relatos y su correspondiente “performance” vocal, demasiado omnipresente quizás. Ya el arranque con ‘Time: Archeology’ es puro vudú, con ese ulular riff de guitarra, bajo penetrante, palmas y percusión afrocaribeña. O ‘Hustle to live’, otro de esos modélicos números de funk oscuro de la señora, que cuenta por supuesto con su voz, sinuoso sinte, piano eléctrico y uno de los mejores solos de flauta que he oído en décadas. Y para orgasmo, la intrigante base rítmica de ‘Shine’, más vudú para el cuerpo. Uno empieza a creer a pies juntillas que a nuestro alrededor hay niveles extrasensoriales “perfectamente tangibles”. Ya tenemos el primer gran trabajo de este 2014.
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Solano
«Viento adentro»
YOUKALI MUSIC
Solano es el nuevo proyecto del guitarrista alemán Rainer Seiferth, que comparte aquí con el contrabajo de Miguel Rodrigáñez y la batería y percusión de Jesús Mañeru. Tras aquella experiencia con los 8Hz y aquel extraordinario “Guadiela” de 2009, queda claro que Seiferth ha fijado raíces de forma esplendorosa en esas indefinidas lindes que hay entre el jazz y la música instrumental contemporánea, que ofrece un terreno muy fértil que Seiferth ha sabido ocupar con una calidad memorable. Hace años que se afincó en España “por amor”, y por amor ha desarrollado un hermosísimo vínculo con la música que se desarrolla en nuestro país, y a la que él también está aportando elementos muy propios. A su destreza con las cuerdas hay que sumar una detallista exquisitez como compositor, que se refleja en piezas como ‘Abra macabra’ o ‘Marizápalos’ (y en otras, donde hasta se atreve con instrumentos menos habituales, como la vihuela o el bouzouki irlandés). Justamente cuenta aquí como invitados con otros veteranísimos “extranjeros adoptados”, como Chris Kase y Andreas Prittwitz, cuya maestría ha quedado debidamente glosada otras veces por aquí. Como alemán respetuoso que es no es tal su intención, pero un poco más y acaba en el flamenco. ¿O acaso no lo es su cuidada interpretación de ‘Azahar de Sanchinarro’ o de ‘Eo’, con la que se abre el trabajo? Contención, magia, detalle. Esas parecen ser las claves para la obtención de un estado emocional y musical tan propio.
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Vieux Farka Touré
«Mon pays»
SIX DEGREES
Conmocionado por las guerras que año sí, año también, están asolando su país, el hijo del legendario Ali Farka Touré ha querido lanzar este alegato de paz y esperanza hacia esta tierra de tolerancia y de una cultura sin igual que debe ser para los hijos de Malí, y no para el islamismo radical. “Mon pays” parece alejarle musicalmente del circuito de actuaciones de blues que suele recorrer en EE.UU., donde reside habitualmente y en donde se le tiene por una especie de exótico Jimi Hendrix. Pero le acerca a sus raíces y sobre todo a su padre, y en un trabajo tan suntuoso como lo fue aquel “Niafunké”, con esa “electricidad” tan orgánica que parecía emanar de la propia tierra y que resultaba técnicamente imposible de obtener en aquellas casitas de adobe. Suenan rotundos esos coros tan africanos de llamada-respuesta y suenan orgullosos instrumentos tan autóctonos como el ngoni (especie de laúd africano de siete cuerdas) y por supuesto la kora, manejada aquí en los temas instrumentales (‘Future’ y ‘Peace’) por Sidiki Diabaté, hijo de otro grande, Toumani Diabate, cerrando así a base de estirpes los lazos y los caminos que unen a los grandes descendientes del viejo imperio mandinga. El disco se cierra con ‘Ay bakoy’, que cuenta con el israelí Idan Raichel tocando el piano, en lo que parece una última coda de su proyecto conjunto de hace un par de años. Bello y maravilloso de principio a fin.
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Cuca Roseta
«Raiz»
POLYDOR/UNIVERSAL
Un disco de fados que cumple sobradamente con los requisitos de saudade (melancolía), exquisitez autóctona, calidez, universalidad del alma y un acabado de categoría en todos los sentidos. Lo firma Cuca Roseta, todo un descubrimiento de Gustavo Santaolalla, que tiene una privilegiada voz que rompe para este segundo trabajo con las obligaciones de un repertorio tradicional e inmovilista para pasar a cantar sus propios fados, cuya práctica totalidad ha sido escrita por ella misma. En letra y música, lo que no es nada habitual. Y con profusión de guitarras portuguesas –aun sintiendo no tener de nuevo por aquí al gran Mário Pacheco, el suyo, el portugués–, que yo creo es de lo que más nos gusta que tenga un disco de fados (como por ejemplo, y por las mismas, la música griega tiene el bouzouki). Y de principio a fin van cayendo esos nuevos fados que interpreta como si la vida ya hubiera pasado por ella con lances reservados a los más veteranos. Con esos ‘Fado da vaidade’, ‘Fado menor Isabel’ o ‘Fado do silêncio’, capaces de hacernos correr alguna que otra lagrimilla de una tristeza sincera. Gran verdad es aquella que dice que con el fado no se puede mentir.
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Cyril Neville
«Magic honey»
RUF RECORDS/KARONTE
“Magic honey” es un maná tan brutal como necesario. El benjamín de los Neville Brothers –sí, cualquiera lo diría, pero tanto Art como Aaron le superan en edad– se presenta con un trabajo robusto y rotundo, que habla tanto de sus raíces sureñas en torno al soul y el rhythm & blues, como de su gran pasión por el rock y el blues de altos octanajes, ingredientes que, como en uno de esos ricos, riquísimos guisos gumbo, saben compartir espacio en el puchero. Cyril conserva su bien forjada voz, curtida a fuego lento a lo largo de más de cuatro décadas de actividad, y se emplea a fondo como compositor y también como percusionista. Para el resto ya se encarga de contratar a la mejor mano de obra disponible de Nueva Orleans, que incluye nada menos que a Mac Rebennack (sí, el Dr. John, o sea), Allen Toussaint, el guitarrista Cranston Clements o Willie “Mean” Green, el propio batería de Neville Brothers, que lo es también de todo este “Magic honey”. Del repertorio destacan así gemas como el infeccioso ‘Swamp funk’ de Dr. John –con este mismo al órgano y Allen Toussaint al piano–, el recio blues de ‘Still going down today’ e incluso un buen tema reggae, ‘Slow motion’, que dice mucho de su querencia por la variedad de estilos, aunque con claro predominio del rock. Ahí están esos demoledores riffs de guitarra a lo Deep Purple, caso de ‘Something’s got a hold on me’ o de ‘Working man’, precisamente esta una versión del primer álbum de los nada sureños Rush (y con tremenda sabiduría, porque fija al máximo el extraordinario rif de Alex Lifeson). Aunque sea esta vez por una circunstancia bien distinta, está claro que la conexión Canadá-Luisiana funciona, y si no que se lo digan a Daniel Lanois y a Robbie Robertson.
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