«El alma del disco vive al margen de nombres célebres, se trata de un viaje al corazón de la música como la parte vital de un músico sensible»
Diego García
“Argentina songbook”
WARNER
Texto: JUANJO ORDÁS.
Virtuosismo no es sinónimo de onanismo, tampoco de aburrimiento aunque hayan sido multitud de músicos los que han conseguido que el público relacione virtuosismo y tedio. Porque el virtuosismo no es solo agolpar notas, sino dominar técnica y sentimiento haciendo que el oyente se divierta. Eso es exactamente lo que hace Diego García, porque aunque se encuentre más cómodo tocando temas instrumentales, su trabajo junto a Calamaro, Jaime Urrutia o los Auserón ha demostrado que entiende el concepto de canción, y aunque la mitad de “Argentina songbook” sea instrumental, el entretenimiento está garantizado. García es un estudioso de la música, pero a la vez un hombre que disfruta de ella y que sabe que hay que hacer disfrutar a los demás con ella.
Como su propio nombre indica, el guitarrista ha centrado su nuevo disco en el cancionero argentino, desde su folklore hasta el rock contemporáneo, desde piezas de Astor Piazzolla a Andrés Calamaro, de Atahualpa Yupanqui a Charly García. Una rica tradición que el propio músico ha estado viviendo en Buenos Aires, donde ha grabado el disco, destilando un sonido caliente, antiguo en el sentido de clásico, moderno en cuanto a su relectura de la tradición supone desde el punto de vista de la guitarra «twanguera» cincuentera. Sin duda las colaboraciones hacen de “Argentina songbook” un disco más comercial, porque los nombres que colaboran son de lujo y porque es una manera de hacer más asequible el trabajo al oído medio aunque la intención de Diego García no haya sido esa, sino la creación de una obra que suponga una fotografía de un momento de su vida en que se sumergió en un ancho mar musical con su guitarra como bombona de oxígeno.
Es importante explicar que “Argentina songbook” está hecho desde el corazón, que no se trata de un karaoke sino de una relectura que parte de la base de la canción para crear versiones muy distintas de las originales. Un buen ejemplo son ‘El día que me quieras’ y ‘Comida china’, perfectas para que dos generaciones distintas se hagan una idea del objetivo del disco, aunque no merece la pena destacar ningún tema por encima del otro. Bunbury y Calamaro aportan su saber hacer y carisma a ‘Guitarra dímelo tú’ y ‘La pulpera’, eso ya debería ser un buen incentivo de cara al mercado español, igual que el poderío y «feeling» de El Cigala en ‘Naranjo en flor’, pero el alma del disco es otra y vive al margen de nombres célebres, se trata de un viaje al corazón de la música como la parte vital de un músico sensible.
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