«Cuando se editó el álbum con la palabra ‘bollocks’ (‘cojones’) en la portada, los mismos detractores no tardaron ni un segundo en denunciar su vulgaridad, consiguiendo si cabe más notoriedad para el grupo»
“Never mind the bollocks” fue un bofetón a la escena rock, el único elepé de los Sex Pistols quería provocar, y por si el llamativo diseño no bastaba, el título encendió las alarmas de los guardianes de las buenas costumbres.
Una sección de XAVIER VALIÑO.
–
Dirección artística: Malcolm McLaren.
Diseño: Jamie Reid.
Fecha de edición: 27 de octubre de 1977.
Discográfica: Virgin.
–
“El rock and roll está muerto. ¿No lo entiendes? Sex Pistols acabaron con él. Fueron la última banda de rock and roll”. Aunque John Lyndon hacía estas declaraciones en 1986, igualmente podía haberlas hecho en 1977, al tiempo que se editaba el primer y único disco de Sex Pistols. Hoy puede parecer superado, pero el cataclismo que representaron entonces iba explícito desde la famosa portada de su debut, el que dio a conocer en todo el mundo a la que quizás haya sido la banda más infame de la historia del rock.
Todo empezó nueve años antes, cuando el mánager de Sex Pistols, Malcolm McLaren conoció a Jamie Reid en la Escuela de Arte de Croydon. Allí mostraron un mutuo aprecio por las ideas del movimiento situacionista. En aquel año, esta corriente que había surgido debido a una convergencia de planteamientos del marxismo y del avant-garde como la Internacional Letrista o el Movimiento para una Bauhaus Imaginista (MIBI), proponía el comunismo de consejos como orden social ideal.
En aquella Facultad, Reid se especializaba en diseño gráfico, pero a McLaren no le gustaba su trabajo. “No eran más que antiguos símbolos druidas pintados en guijarros”. Aun así, se aliaron para convertirse en los activistas más concienciados del campus, organizando por ejemplo una sentada colectiva en la que pidieron al rector una serie de demandas imposibles de aceptar. Reid fue expulsado y se dedicó unos meses al fútbol semiprofesional.
Cuatro años después, McLaren renombraba la tienda que tenía en la calle Kings Road de Londres y que regentaba junto a su novia de entonces, Vivienne Westwood. De Too Fast to Live, Too Young to Die (Demasiado rápido para vivir, demasiado joven para morir) pasó a llamarse simplemente SEX [en la imagen, McLaren aparece en la entrada]. Entre las nacientes bandas que se dejaban caer habitualmente por allí se encontraba The Strand, el grupo del guitarrista Steve Jones y del batería Paul Cook.
McLaren había conocido de primera mano la escena punk de Nueva York después de encontrarse con New York Dolls en un viaje a aquella ciudad. Su idea era crear algo similar en Londres, así que se convirtió en el mánager de The Strand y los convenció para que tomaran como cantante a otro de sus clientes, John Lyndon, a quien bautizó como Johnny Rotten (Juanito Podrido) por el mal estado de sus dientes.
Cuando McLaren renombró a aquel grupo como Sex Pistols se dio cuenta de que iba a necesitar una imagen poderosa para acabar de darle forma a su creación. En ese momento tenía como asistente a Sophie Richmond, quien había sido novia de Jamie Reid. Seguía también la revista underground «Suburban Press» que Reid había fundado, una publicación comunal que había ido evolucionando hasta convertirse en una revista política radical y militante, que denunciaba la corrupción política y en la que se publicaban también ensayos filosóficos. La asociación de ideas fue inmediata, así que contactó con él para que se implicase en el diseño de todo lo relacionado con el grupo. En aquel momento Reid estaba trabajando de granjero en la Isla de Lewis, una de las Híbridas Exteriores de Escocia, junto a su novia.
Tras aceptar el encargo, Reid se mudó a Londres. Lo tenía claro: “Veía al punk como parte de un movimiento que había estado vigente durante los cien años que le precedían, con raíces en los primeros artistas de la Revolución rusa, el trabajo antinazi de John Hartfield, Dada, el surrealismo y el situacionismo”. Quería hacer algo crudo y, como era previsible a finales de los setenta, aquello iba a llamar poderosamente la atención.
El primer elemento a utilizar lo encontraron en los afiches promocionales que Helen Wellington Lloyd, amiga sudafricana de McLaren, hacía tanto para la tienda como para los conciertos de la banda. Fue todo fruto de la casualidad y no de algo premeditado: como prefería quedarse en casa fumando hachís en lugar de salir a comprar Letraset –sistema utilizado por los diseñadores de entonces para rotular, y que consistía en una lámina transparente con letras adheridas que, por presión, se quedaban fijadas a otra superficie–, lo que hacía era cortar letras de periódicos y revistas al azar y colocarlas juntas.
El logotipo de Sex Pistols se hizo combinando letras individuales sacadas principalmente «The Times», obteniendo una llamativa mezcla de caracteres. También se utilizaron tipografías pasadas de moda, sin que nadie reparase en ello. Como unas chocaban con otras, el resultado ofrecía una descarada dinámica visual que, al mismo tiempo, contradecía el orden tipográfico convencional en el que se basan los medios escritos.
Reid había trabajado con técnicas similares, ya que en la revista «Suburban Press» no tenían dinero para invertir en tipografía. En la redacción se montaba el texto rápida y económicamente a partir de una especie de collage que dio en llamar el estilo «blackmail punk» (chantaje gamberro). La técnica casaba perfectamente con la actitud anticomercial del grupo y se puede decir que fue el punto de partida de gran parte del DIY («do it yourself», hazlo tú mismo) en el diseño que se ha extendido en las últimas décadas.
McLaren no tenía intención de utilizar imágenes del grupo para las portadas de sus discos, ya que lo veía como parte del culto a la personalidad de sus componentes, algo que definió como «hortera». En su lugar buscaba algo que dejara claro que el disco era un producto, pero que al mismo tiempo se mofara del producto en sí mismo. Le comentó a Reid que iría bien un contraste de colores llamativos que consiguieran que pareciese un paquete de detergente, o sea, basura desechable.
La idea que utilizó finalmente la sacó Reid de una serie de pegatinas provocativas que había hecho en 1972 para su revista Suburban Press y en las que se podía leer “This store welcomes shoplifters” (“Este establecimiento da la bienvenida a los ladrones”). Lectores de la publicación las habían colocado en escaparates de determinadas tiendas y algunos clientes se habían aprovechado de aquel lema en su beneficio. A las letras les añadió dos colores fluorescentes: amarillo y rosa en el Reino Unido, rosa y verde en Norteamérica.
Aquella pegatina llevaba incorporadas también unas estrellas en las que se podía leer “Special Offer” (“Oferta especial”), y que Reid reutilizaría después en la campaña de promoción de la película de Sex Pistols «The great rock ‘n’ roll swindle» («La gran estafa del rock’n’roll»), aunque en este caso el eslogan elegido fue «Cash from chaos» (‘Hacer caja con el caos’).
Al igual que la música que contenía el debut de la banda, el diseño era realmente simple hasta el punto de parecer estúpido. En la contraportada se repetía el uso de letras recortadas de distintas fuentes para reproducir los títulos de las canciones. Por lo tanto, y al igual que sucedía con el grupo, el diseño reclamaba la atención de un espectador que no podía dejar de mirar. Hoy, metido entre otros muchos discos en una colección de vinilos cualquiera, el amarillo y rosa sigue destacando entre la habitual constelación de marrones, grises y negros.
En cuanto al título del álbum, este había surgido por casualidad. Presionados por su compañía de discos para que entregasen cuanto antes el diseño del álbum, y mientras barajaban varias opciones para su título, Steve Jones soltó de repente: “Never mind the bollocks” (“Me importa un cojón”). McLaren lo vio claro inmediatamente y Reid se dio cuenta de que no necesitaba nada más que darle la mayor visibilidad posible a aquellas palabras para que obtuviesen el mayor efecto posible.
De todas formas, el grupo ya había atraído la controversia desde un principio, con momentos memorables como su participación en un programa de televisión de la BBC llamado «The Today» en diciembre de 1976 en el que parte de su repentina fama se la debieron a –paradojas del destino– Queen, ya que ellos eran los invitados previstos en un principio. A última hora, no pudieron acudir y a alguien se le ocurrió ofrecer a los Sex Pistols como recambio.
El presentador, Bill Grundy, que le tenía ganas al movimiento punk que estaba despuntando, aceptó con la idea de dejar en evidencia a aquellos «retardados» para siempre. Los Sex Pistols aparecieron rodeados de cuatro amigos de llamativa vestimenta. Cuando una respuesta de una entonces anónima Siouxsie Sioux no le gustó, Grundy le dijo que se verían las caras más tarde. Steve Jones le respondió llamándolo «sucio cabrón». Grundy se frotó las manos y le replicó: “Tienes otros diez segundos. Di algo escandaloso”. Y Jones no se lo pensó, dedicándole epítetos como «jodido canalla» y «sucio bastardo». Los periódicos del día siguiente desplegaron sus grandes titulares: «The filth and the fury» (La mugre y la furia), que años más tarde serviría también para dar título a una de las películas del grupo. Grundy fue despedido y el punk había saltado definitivamente de la oscuridad a la primera plana de la actualidad.
Sus singles “Anarchy in the UK” y “God save the Queen” tampoco habían pasado desapercibidos, ofendiendo a todos los adalides de la moral y las buenas costumbres. Por lo tanto, cuando se editó el álbum con la palabra «bollocks» («cojones») en la portada, los mismos detractores no tardaron ni un segundo en denunciar su vulgaridad, consiguiendo si cabe más notoriedad para el grupo.
Varias tiendas de discos decidieron venderlo con un papel marrón envolviendo su carátula. Otros, en cambio, los sufrieron de otra manera: Cristopher Seale, el dueño de una de las tiendas de discos Virgin, en Nottingham, fue arrestado después de que una mujer policía llamada Julie Dawn Storey descubriese el álbum expuesto en sus vitrinas. Por su parte, Richard Branson, entonces dueño de la discográfica del grupo Virgin Records, fue acusado de obscenidad. El propio Malcolm McLaren tuvo que hacer frente a cargos de indecencia y ofensas contra el orden público.
En este caso, sus abogados probaron que «bollocks» era una palabra anglosajona que se había venido usando los últimos mil años, con apariciones en textos como Biblias medievales y libros de veterinaria, y de la que el pueblo británico debía sentirse orgulloso. El juez acabó por darles la razón en contra de su voluntad. Absuelto de todos los cargos, los imputados salieron del tribunal y se encontraron a los vendedores callejeros de periódicos gritando: “¡‘Cojones’ ya es legal!” Sin embargo, no todos lo entendieron así: en los años noventa, Warner Bros mantenía el disco en catálogo con un nombre diferente al haberle cambiado una única letra: «Never mind the bullocks» (No te preocupes por los bueyes).
El trabajo de Jamie Reid para Sex Pistols, de apariencia amateur, está desde entonces ligado al punk británico, del que es su perfecto resumen. En su momento Reid publicó un libro con parte de lo que había hecho con el grupo («Up they rise: The incomplete works of Jamie Reid»), exponiendo en lugares como París, Nueva York o Tokio. Muchos otros diseñadores gráficos posteriores han empleado también sus hallazgos: escuetas imágenes en blanco y negro, camisetas con logos pintados por encima, ropas desgarradas con sus restos unidos por imperdibles, letras de distintas fuentes tomadas de distintos medios impresos, emblemas como la bandera británica o la Reina…
Aquella carátula se ha reproducido en muchos otros discos desde su edición en 1977, contándose con más de treinta homenajes distintos como, entre otros, The Gizmos («Never mind the Sex Pistols here’s the Gizmos», 1978), Heebeegeebees («Never mind the originals», 1981), The Bollock Brothers («Never mind the Bollocks», 1983), Die Roten Rosen («Never mind the hosen», 1987), Les Sex Bidochons («On s’en bat les couilles voici Les sex bidochons», 1988), Sore Throat («Never mind the napalm», 1989), Bob Dylan («Never mind the bollocks here’s Bob Dylan», 1997), Sid Vicious («Never mind the reunion», 1997), The Pollocks («Never mind the Pollocks», 2000), The Billionaires («Never mind the rabble», 2001), The Wurzels («Never mind the bullocks rre’s the Wurzels», 2002), Nid & Sansy («Never mind the bootlegs here’s sex with Nid & Sansy», 2003), Max Pashm («Never mind the Balkans», 2008), The Sex Presleys («Never mind the pollocks we’re the cod army», 2010), United Nations («Never mind the bombings here’s your six figures», 2010) o, incluso, la Orquesta Mondragón en la portada de su single “Rambo” (1987).
Con su debut, los Sex Pistols llegaron para subvertir el mundo del rock and roll para siempre. Ellos eran el nuevo orden que rompía con todo lo anterior. Los grandes grupos que habían vendido discos por millones y que habían copado las listas de éxito quedaron obsoletos de la noche a la mañana, tildados de dinosaurios.
Curiosamente, nadie reparó en que en el disco de una de las bandas más representativas del viejo orden, «Physical graffiti» de Led Zeppelin, los títulos de las canciones iban representados en su carpeta interior por una tipografía de estilo muy similar a la que Sex Pistols utilizaron dos años después. Puede que simplemente fuese una casualidad pero, si alguien se hubiese dado cuenta, hubiese sentido por un momento que la distancia que los separaba se había reducido drásticamente. Al fin y al cabo eran dos grupos de rock, género que estaba dando sus últimos coletazos, según John Lyndon.
–
Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Roxy Music, “Country life”.