Los 15 discos que marcaron el nacimiento de Efe Eme entre 1998 y 1999

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«El panorama rockero y popero español estaba en efervescencia, se editaban discos que volvían a redefinir la historia musical española»

 

A los quince años del alumbramiento de EFE EME, Juanjo Ordás revisa quince discos españoles del bienio 1998/99, más uno de un invitado argentino, que explican la razón por la que el nacimiento de la revista tuvo sentido en aquel preciso momento: la cosecha rock fue espectacular.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

El primer número en papel de EFE EME llega a los quioscos en noviembre de 1998. Y con toda lógica. Porque había muchas cosas de las que hablar, el panorama rockero y popero español estaba en efervescencia, se editaban discos que volvían a redefinir la historia musical española y estaba claro que pronto serían seguidos por una nueva oleada igual de espectacular. Después de años de complejo de inferioridad, España volvía a mirar al panorama internacional de tú a tú. Este es un pequeño recorrido por algunos de los discos que pusieron banda sonora a los comienzos de la revista, todos ellos firmados por autores que aún siguen siendo relevantes.

 

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Gabinete Caligari
«Subid la música»
GET, 1998

Vamos a decir alto y claro que Gabinete Caligari no grabaron nunca un disco malo. «Subid la música» es su último trabajo, las relaciones entre los tres miembros del grupo son cada vez más tirantes y aún así logran poner punto final a su carrera con un álbum inspirado que adolece de una producción más gruesa y no tan ligera, pero cuyas canciones hablan por sí mismas. Cuatro años después, Jaime Urrutia resucitaría como artista solista con el sobresaliente «Patente de corso», pero «Subid la música» ya apuntaba las maneras de la que sería su gran obra junto con «Lo que no está escrito». Estructuralmente, la variedad es la misma, se aglutinan estilos disonantes que la mano de Urrutia como autor hila entre sí. Entre el swing (‘Parado’) y el rock épico clásico de Gabinete (‘La pipa de la paz’), con ese punto oscuro que hace recordar sus comienzos, igual que su retorno a matices agitanados (‘Layla’). Justo cuando nada daba para más, Gabinete firmaron un disco brillante.

 

 

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Quique González
“Personal”
POLYDOR, 1998

El debut de Quique González puede estar muy encumbrado por sus fans primeros, que quizá lo utilicen a modo de medalla a la veteranía, pero no pasa por lo mejor de su producción. Sin ir más lejos, su segundo disco, “Salitre 48”, lo superaría de largo, pero aquí ya se podía escuchar a un tipo que tenía madera. Sí, la influencia vocal de Enrique Urquijo pesa, pero también la calidad de una canción como ‘Cuando éramos reyes’, que empieza a definir su propio universo. Quique deja claro en su estreno que no es un cantautor más salido de cualquier garito, sino un songwritter al estilo norteamericano al que le gusta la electricidad tanto como los sonidos acústicos. Con el tiempo, sus letras irían abandonando retratos costumbristas propios de la canción de autor tradicional para comenzar a trabajar un diseño propio de versos que juegan con imágenes e ideas haciendo de su visión de la vida algo único o, al menos, narrado de una forma única y adulta, rompiendo un molde que en España no se entendía de otra manera.

 

 

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Extremoduro
“Canciones prohibidas”
DRO, 1998

Tras el sensacional éxito de “Agila” y del disco en directo “Iros todos a tomar por culo”, Robe Iniesta e Iñaki “Uoho” Antón deciden reformular Extremoduro como un grupo que aunque indómito, es capaz de trabajar estructuras musicales cada vez más complejas. Tiene lógica ver en “Canciones prohibidas” el comienzo de la línea sonora que dará lugar a los Extremoduro actuales, enfrascados en las inspiradas minisuites que dan forma a sus monumentales dos últimos trabajos: “La ley innata” y “Material defectuoso”. Claro, que “Canciones prohibidas” también es magistral. Las letras siguen siendo de ácido contenido mordaz y romántico, pero instrumentalmente el trabajo está pensado, meditado y perfectamente ejecutado. El exabrupto nunca es gratuito y se envuelve en algodón, seda o estropajo, con arreglos que consiguen una belleza y una brutalidad mayores que en “Agila”. Es curioso que solo dos de sus canciones (‘Salir’ y ‘Golfa’) hayan cuajado entre el público, porque ‘Esclarecido’ era de sus mejores anti-singles y otras como ‘Enemigo’ y ‘Autorretrato’ eran colosales. Mención merece también ‘Su culo es miel’, guiño a ‘The song remains the same’ de Led Zeppelin.

 

 

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Amaral
“Amaral”
EMI 1998

Con Amaral ocurre como con Quique González: Se estrenaron dando lo mejor de sí mismos pero su debut palidecería frente a lo que iban a conseguir dos años después cuando editaran “Una pequeña parte del mundo”. La producción de “Amaral” no es buena, Pancho Varona y Paco Bastante no consiguen capturar las intenciones del dúo formado por Eva Amaral y Juan Aguirre. El sonido es insulso, como su portada, que remite a cualquier cantautora al uso. Claro, es un estreno. Y pese a sonido e imagen (de nuevo: ¡esa portada!) aquí había una melancolía en crudo ejemplificada en ‘No sé qué hacer con mi vida’, la mejor canción de todas, y la que dejaba claro que esto era pop con las ideas muy claras y con un desencanto romántico un tanto oscuro.

 

 

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Loquillo
“Con elegancia”
PICAP, 1998

Siguiendo con los símiles, a Loquillo le ocurre en “Con elegancia” lo mismo que a Extremoduro en “Canciones prohibidas”, que adelanta parte de su personalidad futura. Es su segundo disco con Gabriel Sopeña musicándole versos de poetas de su gusto, pero se trata de un álbum más europeísta que su antecesor, “La vida por delante”. Ese recrearse en los arreglos finos a medio camino entre la tradición y la vanguardia será fundamental para dar forma a discos como “Arte y ensayo” (su último trabajo junto a los Trogloditas), “Balmoral” y “Su nombre era el de todas las mujeres”, ejemplos de su madurez artística. Loquillo y Sopeña integran en el imaginario del primero a Lorca, Borges, Luis Alberto de Cuenca y Benedetti con naturalidad, gracias a un intérprete que sabe cuándo colgar la chupa de cuero y a un músico que entiende cómo trabajar las nuevas facetas que remozarán a Loquillo. El gran momento es ‘Con elegancia’, poema inédito de Jacques Brel cedido por su viuda. Cuando este disco ve la luz, Loquillo no se encuentra en el mejor de sus momentos comerciales, pero la remontada de su carrera es inminente y pronto volverá a disfrutar del favor de crítica y público. Situación que llega a la actualidad.

 

 

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Fito y Fitipaldis
“A puerta cerrada”
DRO, 1998

A Fito Cabrales se le estaba quedando pequeño su papel en Platero y Tú. No se trataba de falta de protagonismo sino de falta de espacio, había estilos que su banda de rock callejero solo podía abordar en nombre de la reinvención. Y la reinvención no era una opción, optándose por la ruptura. “A puerta cerrada” se edita antes de “Correos”, el que será el último disco de Platero y Tú, y lo cierto es que a muchos les estimulaba más lo que Fito comenzaba a hacer junto a sus Fitipaldis que encabezando Platero y tú. El final de estos se veía venir, porque en “A puerta cerrada” al cantante y guitarrista se le notaba cómodo. Para colmo, telonea a Extremoduro –desde hace tiempo una banda con mucho más poder de convocatoria que Platero y Tú– y consigue que las multitudes escuchen sus nuevas canciones recibiéndolas con los brazos abiertos. Podrá gustar más o menos, pero la sencillez e intimidad emocional de la que fue la nueva propuesta de Fito le liberó a él y a su público. Ahora las canciones eran más pequeñas, sin sudor rockero pero más desnudas y con menos pretensiones. Curiosamente, la aventura creció tanto como para medirse a la de Extremoduro en popularidad.

 

 

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Sabina y Paéz
“Enemigos íntimos”
BMG, 1998

Si en 1998 hubo un acontecimiento musical, ese fue el choque entre Joaquín Sabina y Fito Paéz para crear su hasta la fecha único disco conjunto. El desencuentro impidió que hubiera gira de presentación pero al menos sí tuvieron tiempo de grabar esta hermosa pieza discográfica que hermanaba a dos figuras fundamentales en la música popular en castellano de ambos lados del charco. Sabina aportó su personalidad en forma de versos y voz pero musicalmente Páez fue el que mesmerizó el trabajo de principio a fin. No es ningún secreto que Fito es un músico por derecho propio mientras que Sabina precisa de muletas en forma de colaboradores, por lo que aunque la genialidad de ambos sea incomparable, es el argentino el que toma las riendas de la grabación. Escoge a músicos de su ámbito y decide no contar con los de Sabina, pero el trabajo de un productor es ese, diseñar e imponer por el bien de la obra. Y lo cierto es que “Enemigos íntimos” gozó de una producción lujosa, pomposa, absolutamente Páez, que se encarga de envolver la voz de su compañero con cariño. El primer single, ‘Llueve sobre mojado’, sonó con ganas en radios y televisores, tanto como para eclipsar a sus demás compañeras, entre las que hay que destacar la potente ‘Si volvieran los dragones’, puro barroquismo pop.

 

 

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Bunbury
“Pequeño”
EMI, 1999

Tiene gracia que a día de hoy sea necesario contextualizar un clásico como “Pequeño”, porque muchos de los palos musicales que el segundo disco solista de Enrique Bunbury tocó de forma novedosa y desacomplejada, hoy han sido abusados hasta la extenuación por artistas del más diverso pelaje. En pleno 1999, el rockero decidía dar un giro heterodoxo a su carrera musical para abrazar las raíces mediterráneas y árabes que habían ido dando forma a la cultura musical española década tras década. Bunbury demostró que la tradición podía enfocarse desde la modernidad en un movimiento que le situó a la cabeza de nuestros mejores creadores musicales contemporáneos, rivalizando con Santiago Auserón por una disputada primera posición nunca reñida. A “Pequeño” le costó despegar, era toda una revelación encontrarse con un Bunbury listo para mezclar a Nick Cave y a Tom Wais con la rumba, la copla y la canción mediterránea, pero lo cierto es que las doce perfectas canciones del disco le respaldaron, así como una gira que crecía con la popularidad del disco. Así, finalmente Bunbury tuvo carta verde para reinventarse, aunque lo cierto es que jamás la necesitó, aunque agradeciera que su propuesta fuera entendida.

 

 

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Andrés Calamaro
“Honestidad brutal”
DRO, 1999

¿Se podía mejorar “Alta suciedad”? No, pero había otras texturas con la que seguir revistiendo las ideas que Andrés Calamaro había empezado a trabajar en su primer disco tras la disolución de Los Rodríguez. “Honestidad brutal” no posee un contenido radicalmente distinto al de “Alta suciedad”, los ingredientes son los mismos, hay rock, funk, folk, pero la cuidada producción de aquel será sacrificada por una mucho más espontánea entre estudios de grabación de medio mundo. Que sea casi un diario musical de la vida de su autor es una de las virtudes que hace de “Honestidad brutal” un disco muy auténtico, también que sea producto de una ruptura amorosa que coloca al músico en el punto de cocción justo para empezar a firmar canciones incontestables. Calamaro se desangra, no es más sincero que en cualquier otro de sus discos, pero sí se vacía con más ímpetu, con más ganas, exorcizando el dolor confeccionando uno de los más grandes discos del rock cantado en español.

 

 

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Juan Perro
“Mr. Hambre”
GASA, 1999

A Santiago Auserón siempre le interesó la música popular, pero con “Mr. Hambre” se aproximó más que nunca al universo de la España de a pie, más rural que urbana, creando una colección de canciones que pese a estar grabadas en 1999 podrían haber sido cantadas por varias generaciones de españoles. Curiosamente, enfocó algunas de ellas desde un punto de vista musical norteamericano, creando una fusión muy curiosa: Elvis Presley bien podría haber movido las caderas a ritmo de ‘Llévame al río’ y Eddie Cochran también podría haber cantado ‘Los diez mandamientos’, puro mestizaje occidental. En algunas entrevistas, no recuerdo en función de qué pregunta, Santiago citaba el plan Marshall de EE.UU. Y este bien podría ser el suyo propio. El resto se enraizaba en la piel de toro con una métrica que conjugaba las ideas bien medidas de Auserón con melodías sencillas de complicada construcción. En poco más de media hora, el disco saciaba al oyente con historias de desiertos emocionales (‘Yo te cito’), enigmas populares (‘La charla del pescado’) y epopeyas arábigas (‘El joraique). En su día el álbum se reeditó en formato doble con el muy interesante “Mr. Hambre en crudo”, recopilando las canciones del disco en distintos formatos.

 

 

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Ariel Rot
“Cenizas en el aire”
DRO, 1999

Como Andrés Calamaro, tras la separación de Los Rodríguez Ariel Rot retomó su carrera solista con “Hablando solo”, un muy buen disco en el que, no obstante, Rot no parecía cómodo vocalmente. Sin duda, seguía firmando grandes piezas pero a la hora de cantar no conseguía sentirse a gusto. Con “Cenizas en el aire” no solo encontró su voz natural sino que firmó incluso mejores canciones. Es el gran disco de Ariel, perfecto de principio a fin, con un ritmo y una secuencia que nunca ha conseguido igualar, aunque acercándose bastante con “Solo Rot”, la otra pieza angular de su obra. Él mismo produce con la ayuda de Joe Blaney (productor de Los Rodríguez y de Calamaro) como ingeniero, lo que hace pensar en que Ariel tenía las ideas muy claras. Cuando suena ligero hace el mejor pop (‘Adiós mundo cruel’) pero está especialmente inspirado cuando se aproxima a la versión madura de un tipo que ha vivido y que aún así conserva la ironía (‘Vals de los recuerdos’, ‘Cenizas en el aire’).

 

 

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M Clan
“Usar y tirar”
DRO, 1999

Mucho se habló del viraje de M Clan desde el rock sureño hacia el pop, pero lo cierto es que la banda moría sin que sus primeros discos rompieran su techo comercial y con conciertos a medio llenar. Con “Usar y tirar” dejaron la dureza pero empezaron a componer sus mejores canciones, aquellas con verdadera vocación popular. Alejo Stivel les hace sonar limpios, la voz de Carlos Tarque se coloca en primer plano y los aspavientos se dejan para aquellos que equivocan dureza con autenticidad. Ahora M Clan eran una banda de rock sin aditivos, que podían seguir sonando setenteros (‘Mujer norteña’, ‘Usar y tirar’) pero que conseguían abrirse a la fusión de rock y pop de estribillos firmes (‘Chilaba y cachimba’, ‘Quédate a dormir’). Si a estas alturas alguien no puede disfrutar de este disco, es sencillamente por prejuicios pueriles. Con “Usar y tirar” la banda demostró que aún se podía aunar electricidad y números uno, que el rock no tenía por qué ser el gueto que ellos mismos habían conocido.

 

 

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Fangoria
“Una temporada en el infierno”
SUBTERFUGE, 1999

El título de su disco era claro, Fangoria venían de momentos de baja popularidad que poco a poco irían recuperando hasta llegar a su estatus actual. Fichar por Subterfuge, una discográfica indie de prestigio, fue una buena maniobra, componer las canciones de “Una temporada en el infierno” fue otra aún mejor. Alaska y Nacho Canut se encontraban en un muy buen momento creativo, habiendo diseminado a lo largo de la década una serie de epés (recopilados en el doble cedé “Un día cualquiera en Vulcano”) llenos de nuevas y muy buenas canciones que con “Una temporada en el infierno” no dejaron de arreciar. Carlos Jean era el productor de moda y también el mejor para grabar la electrónica del dúo con elegancia y atrevimiento, dejando que las protagonistas sean las melodías vocales y versos melancólicos, esas que hacen de ‘No será’ y el single ‘Electricistas’ canciones a escuchar. Es esa tristeza de plástico la que hace de este disco algo especial, remozando un concepto de pop electrónico en el que llevaban años trabajando para engalanar el dolor sentimental.

 

 

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Mikel Erentxun
“Acróbatas”
DRO, 1999

“Acróbatas” no es el mejor disco de Mikel Erentxun, pero sí es un buen trabajo en el que el músico trata de encontrarse consigo mismo. Y quizá no lo consiga en unas canciones excesivamente británicas aunque sí en el contenido. No era necesario volver a cantar por voz de Morrissey, tampoco esa portada de ídolo adolescente, pero en “Acróbatas” se da una exquisitez sonora que consigue una estética musical interesante aunque lastra fuerza. La soberbia ‘Tu nombre en los labios’ tendría que esperar al escenario para sonar con músculo, igual que ‘Quién se acuerda de ti’, encontrándose sus mejores versiones en el doble en directo “Tres noches en el Victoria Eugenia”. Mikel se deja llevar por la suavidad, pero el esqueleto de las canciones dejaba claro que la materia prima era de calidad.

 

 

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Joaquín Sabina
“19 días y 500 noches”
BMG, 1999

La carrera de Joaquín Sabina se ha basado más en canciones que en álbumes. Por supuesto que tiene buenos trabajos, pero no fue hasta 1999 que consiguió confeccionar un disco perfecto de principio a fin con la ayuda de Alejo Stivel. El ex Tequila toma los mandos de la producción y consigue que, por primera vez, un disco de Sabina tenga coherencia estilística. El pop y el bolero se aúnan, el flamenco y el rock crápula, el folk y la poesía. La voz del protagonista suena sin adulterar, más ronca que nunca, también más auténtica. Vendiendo estilo, como una crítica señaló. “19 días y 500 noches” conquistó el terreno ganado que suponía la audiencia de Sabina, pero es más importante señalar que consiguió que oleadas de nuevos seguidores se sumaran. Desde hacía cuatro años Robe Iniesta había devuelto la poesía al rock y las generaciones que desde entonces han empezado a madurar pueden comprender por fin la obra de Sabina, algo que después derivará en la denigrante vertiente de rumba popera de Estopa.

 

 

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DISCO EXTRA:

Fito Páez
“Abre”
WARNER, 1999

Si su exenemigo íntimo se descolgó en 1999 con su mejor disco, Fito Páez graba uno que bien podría señalarse como una de sus más inspiradas obras. Hoy volvemos a colocar ‘Dos en la ciudad’ y ‘Al lado del camino’ en el podio de algunas de las mejores canciones jamás escritas en castellano. Ahí es nada. La producción de Phil Ramone es cara y detallada, saturada de matices entre los que perderse y volver a lo largo de sus setenta minutos. Sería interesante saber cómo se entendieron Ramone y un tipo como Páez, un enamorado del estudio y la producción, aunque quizá la estrategia fue dejar que este se centrara en la ejecución de sus canciones. En cualquier caso, la fórmula funcionó. Rock argentino de pedigrí.

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