La cara oculta del rock: John Lennon, un peligro para los Estados Unidos

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“Laurel y Hardy, así nos ven a John y a Yoko. Y siendo eso, nuestra probabilidades son mejores, porque a toda la gente que la toman en serio como Martin Luther King, y Kennedy y Gandhi les pegan un tiro”

 

Primero le pidió un autógrafo, después le disparó. Con el asesinato de John Lennon, Mark David Chapman eliminó cualquier posibilidad remota de un reencuentro de los Beatles. ¿Fue Champan un fanático desalmado o una herramienta de un entramado mucho más grande como la CIA? Al fin y al cabo, desde que John y Yoko desembarcaron en Estados Unidos, al músico se le consideró una amenaza nacional.

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

Apostado frente a la puerta del edificio Dakota, Paul Goresh pasaba largas horas esperando la foto perfecta de John Lennon. A las 20:30 de la tarde del 8 de diciembre de 1980, decidió que ya era hora de regresar a su casa y se despidió de un chaval de 25 años, gordito y con gafas, que esa tarde le había hecho compañía. Unas horas antes, Goresh había fotografiado a ese muchacho junto a su ídolo cuando Lennon salió por la puerta del edificio. El joven se acercó hasta el músico con un ejemplar de su último álbum “Double fantasy”, editado unas semanas antes, y John se lo devolvió autografiado haciéndole una pregunta: “¿No quieres nada más?”. Goresh pensó que esa sería la fotografía más interesante que podía conseguir y se marchó desoyendo el consejo que el fan acababa de darle: “Nunca se sabe. Puede ocurrir algo, ¿sabes? A lo mejor esta noche se va a España o algo parecido. ¡Y tal vez no vuelvas a verlo nunca!”. Paul Goresh ya no tuvo que volver a pasar horas muertas ante el edificio Dakota para sacar una instantánea de John Lennon icónica. Ya la había sacado, pero todavía no lo sabía.

 

 

 

No obstante, si Goresh hubiera aguantado un poco más, la última foto que le sacó a Lennon habría sido muy diferente. A las 22:50 una limusina se detuvo frente al edificio. En cuanto Yoko Ono y John Lennon bajaron del vehículo, aquel fan volvió a acercarse al músico y le llamó. “Señor Lennon”, fue lo que dijo a su ídolo antes de sacar del bolsillo un revólver del 38 y vaciar el cargador contra el cuerpo del cantante. Las cuatro balas que abatieron a John Lennon hicieron que aquel muchacho dejara de ser un fan anónimo a que su nombre diera la vuelta al mundo en las portadas de los periódicos. Mark David Chapman no huyó del escenario del crimen que acababa de cometer, se quedó apoyado en la pared del edificio Dakota leyendo la novela de J. D. Salinger “El guardián entre el centeno” (1951) hasta que la calle se tiñó de rojo y azul con los focos de los coches patrulla.  “¡Lo he hecho solo! ¡Por favor, no me hagan daño!”, reconoció ante la llegada de la policía. Después de esposarle en el asiento trasero del vehículo, un agente le preguntó: “¿Sabes lo que has hecho? ¿Lo sabes?”. A lo que Chapman respondió fríamente: “Oiga, lo siento. No sabía que fuera amigo suyo”. De nada sirvió la rapidez con la que el cuerpo de John fue llevado hasta el hospital Roosevelt. Lennon había perdido más del ochenta por ciento de su sangre y fue declarado muerto en cuanto llegó a la sala de urgencias.

¿Qué motivos llevaron a Chapman a terminar con la vida de Lennon? Mark David Chapman llevaba tiempo furioso desde que leyó el libro de Anthony Fawcett “John Lennon: One day at a time” y empezó a considerar que era un farsante ya que una persona que predicaba la paz y el amor no podía vivir como un millonario. El día 30 de octubre de 1980 viajó desde Honolulú hasta Nueva York con dos intenciones. La primera consistía en recrear los pasos que había dado su héroe Holden Caulfield en la obra de Salinger. La segunda era matar a Lennon. En esa ocasión, el muchacho cambió de parecer y regresó a casa; sin embargo, su segundo intento en diciembre fue definitivo. “¡Hazlo! ¡Hazlo!”, decía una voz dentro de la cabeza de Chapman antes de apretar el gatillo. Que Chapman actuara como un autómata ante estas voces que rondaban en su cabeza ha servido de base para considerar ciertas teorías conspiratorias. Mark David Chapman pudo haber sido sometido a un lavado de cerebro y programado por parte de la CIA para llevar a cabo este asesinato; algo parecido a lo narrado en la novela de Richard Condon “El mensajero del miedo” (1959). Ésta es la hipótesis que el periodista Fenton Bresler mantuvo en su libro “Who killed John Lennon?”.

 

 

 

A John Lennon se le empezó a considerar problemático a partir de 1966, después de sus declaraciones sacadas de contexto sobre la popularidad de los Beatles frente a la de Jesucristo. Los discos de los Cuatro de Liverpool empezaron a arder en hogueras y, poco a poco, Lennon fue forjando su personaje rebelde. Con la llegada de Yoko Ono a su vida, había encontrado a una persona afín. Aunque Vietnam se encontraba a kilómetros de su Inglaterra natal y su país no tenía nada que ver en esa guerra, el músico no podía quedarse callado ante el conflicto que se le enquistó a Estados Unidos. Después de casarse con Yoko, el 20 de marzo de 1969 en Gibraltar, el matrimonio celebró su peculiar luna de miel en Ámsterdam pidiendo la paz en la cama de la Suite Presidencial del Hotel Hilton. “Yoko y yo sabíamos que cualquier cosa que hiciéramos saldría en los periódicos”, reconoció Lennon. “Así que decidimos emplear el espacio que íbamos a ocupar de todas formas y hacer un anuncio por la paz. Mandamos unas tarjetas con: ‘Venga a la luna de miel de John y Yoko…’ Los de la prensa parece que se creyeron que íbamos a hacer el amor en público porque, como habíamos hecho un álbum donde salíamos desnudos, pues parece que pensaron que podía pasar cualquier cosa”. La siguiente ocasión en la que la pareja pidió una oportunidad para la paz sentados en la cama fue en Montreal, donde nacería su particular ‘We shall overcome’ titulado ‘Give peace a chance’. Las estancias en cama del matrimonio no fueron entendidas de la misma manera por todo el mundo y los más retrógrados consideraban aquellos actos como un objeto de mofa, algo que tranquilizó a Lennon: “Laurel y Hardy, así nos ven a John y a Yoko. Y siendo eso, nuestra probabilidades son mejores, porque a toda la gente que la toman en serio como Martin Luther King, y Kennedy y Gandhi les pegan un tiro”.

 

 

 

Sin embargo, cuando la pareja se mudó a Nueva York en 1971 se les comenzó a tomar más en serio. El lema «Happy Xmas (War is over)» y su posterior campaña de vallas publicitarias fue solo un primer paso para que el presidente Richard Nixon les mirara de reojo. La guerra no había terminado, la guerra contra los Lennon acababa de comenzar. Que John y Yoko se codearan con los activistas Abbie Hoffman y Jerry Rubin no le hacía mucha gracia al gobierno de Estados Unidos, y que manifestaran su simpatía por Bobby Seale, cofundador de los Panteras Negras, le hacía menos gracia aún. El concierto que se celebró el 10 de diciembre de 1971, para pedir la libertad de John Sinclair, condenado a diez años de prisión por la posesión de dos porros, dio su fruto y Sinclair fue liberado tres días después. John había participado en él y el FBI empezó a ver el poder que John Lennon podía tener.

La mayor potencia mundial se veía amenazada por un cantante inglés armado con la misma “máquina para matar fascistas” que empuñaba Woody Guthrie. Richard Nixon se jugaba ser reelegido para un segundo mandato y con la modificación de la 26º Enmienda, los jóvenes entre 18 y 21 años habían obtenido su derecho a voto. Una posible gira liderada por Lennon para seguir al Partido Republicano en campaña por Estados Unidos era algo que Nixon no estaba dispuesto a permitir y menos ahora que los jóvenes seguidores del mensaje de John Lennon podían decidir en las urnas. Había que neutralizar a Lennon como fuera.

Un primer paso fue vigilar al músico de cerca y pincharle el teléfono, algo que le volvió obsesivo: “Sé la diferencia entre cuando el teléfono está normal al descolgar y cuando cada vez que lo cojo se oyen un montón de ruidos. Y cuando abro la puerta, hay tíos de pie en la acera de enfrente. Me subo a un coche y ellos me siguen en coche. Sin esconderse. Ese es el motivo por el que me volví un poco paranoico. Querían que viese que me seguían. De repente, me di cuenta de que esto era serio, venían a por mí de un modo u otro. Me estaban acosando”. Lo siguiente fue un ultimátum por parte de la oficina de inmigración que obligaba a los Lennon a abandonar el país. La razón oficial de la deportación fue que le detuvieron con hierba, pero él veía aquello de otro modo: “La razón real es que soy pacifista”. Cuando Nixon fue reelegido, el FBI perdió el interés pero no sucedió lo mismo con el servicio de inmigración, y el proceso se fue alargando. El escándalo del Watergate estalló entre medias y el final del caso de Lennon no llegó hasta el 9 de octubre de 1975, un día cuya felicidad se multiplicó por tres al coincidir la obtención del permiso de residencia con el 35º cumpleaños del cantante y el nacimiento de su hijo con Yoko, Sean Lennon.

Con la llegada de Sean, John se convirtió en un amo de casa, dejó de lado la música y se dedicó exclusivamente a su hijo. Este silencio musical duró cinco años, hasta que regresó con energía renovada y esa sensación quedó grabada en las canciones de “Double fantasy”: “La experiencia de ser padre con dedicación exclusiva me devolvió el espíritu. No me di cuenta de lo que sucedía. Hasta que me paré un momento y me dije: ‘¿Qué ha sucedido? Aquí estamos. Voy a cumplir cuarenta, Sean cumplirá cinco. ¿No es estupendo? Hemos sobrevivido’ (…) Voy a cumplir cuarenta años y la vida empieza a los cuarenta, o eso nos prometen. Oh, yo me lo creo, además. Porque me encuentro bien. Es como los veintiuno (…) ya sabes, llegar a los veintiuno. Es como, caray, ¿qué va a pasar ahora?”. Lo que pasó después fue uno de los episodios más llorados en Estados Unidos desde el asesinato de John Fitzgerald Kennedy; Yoko incluso comparó a su marido con JFK: “En muchos aspectos, John fue más poderoso que Kennedy porque la música es más penetrante que la política. Entra en la sala de estar, en el dormitorio y en el cuarto de baño de la gente”.

Después del conflicto con Nixon, Gerald Ford y Jimmy Carter ocuparon la Casa Blanca. Ronald Reagan tomaría posesión del 20 de enero de 1981. No obstante, había ganado las elecciones el 4 de noviembre de 1980, por lo que según las teorías de Bresler, Reagan podía haber estado haciendo los tejemanejes correspondientes ante otra posible amenaza del cantante. ¿Cómo habría reaccionado John Lennon ante los Estados Unidos de Ronald Reagan o la Inglaterra de Margaret Thatcher? No es difícil de imaginar.

De alguna manera, Lennon parecía haber presagiado su destino al componer el tema de los Beatles ‘The ballad of John and Yoko’ (1969), ya que no estuvo nada desencaminado al considerar que “acabarían crucificándole”. La pérdida del Beatle deslenguado, del héroe de la clase obrera y del revolucionario pacifista que puso en guardia a la mayor potencia mundial es un capítulo triste dentro de la historia de la música y del siglo XX. Sin embargo, para Yoko Ono, aquellos disparos no acabaron con John Lennon: “Supongo que intentaron matar a John, pero no pudieron, porque su mensaje todavía sigue vivo”.

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