Libros: «Maneras de vivir. Leño y el origen del rock urbano», de Kike Babas y Kike Turrón

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«Lo mejor del libro es cómo nos traslada a esa penuria tan clásica del rock español de aquellos años, a cómo Leño, pese a vender toneladas de discos, fueron vilmente engañados por los sinvergüenzas de Zafiro (la casa madre de Chapa), cómo sus mánagers no se enteraban de nada»

leno-05-07-13

Kike Babas y Kike Turrón
«Maneras de vivir. Leño y el origen del rock urbano»
IMPRESIÓN ARTE

 

 

Texto: JUAN PUCHADES

 

 

Donde más se aprecia la anglofilia que históricamente ha marcado el camino del periodismo musical español es en la escasa bibliografía sobre artistas o grupos locales: hay cientos de libros biográficos firmados por estudiosos de aquí sobre nombres internacionales (que, excepto honrosas excepciones, siempre serán refritos al no poder acceder directamente a las fuentes, a la investigación de campo), pero cuesta horrores completar la tan necesaria bibliografía nacional. Pasan los años y los huecos siguen estando ahí, para sonrojo de todos. Afortunadamente, de tanto en tanto algunos valientes se lían la manta a la cabeza y dedican su tiempo a narrar las peripecias de alguno de nuestros héroes, con la complicidad, por supuesto, de editores no menos temerarios. Y debemos estar de enhorabuena porque en pocos meses se han puesto a la venta biografías de Barón Rojo (Mariano Muniesa), Asfalto y Topo (recién editada estos días, firmada por Josemi Valle) y de Leño. Cuatro formaciones de estéticas bien diferentes, pero vinculadas al sello Chapa y, por tanto, al final de los años setenta, uno de los periodos más inquietos pero menos investigados y más olvidados del rock español.

Para dar forma a las andanzas de Leño, los entusiastas Kike Turrón y Kike Babas (también conocidos como «los Kikes») han entrevistado a más de cien seres humanos para que sumaran sus recuerdos y conformar así una biografía oral en la que se obvia la narrativa y se ciñe a organizar el relato únicamente por medio de las voces de los entrevistados (ni prólogo hay). Y funciona. Entre unos y otros (los tres «leños» vivos, managers, productores, colaboradores, amigos, conocidos, compañeros, periodistas, diseñadores o simples admiradores) van dando forma a la historia de uno de los grupos más decisivos del rock español. Sí, porque Leño a unos les parecerá una banda heavy más, y se equivocará completamente; y a otros los padres del rock urbano, y aunque estará cerca, tampoco acertará de pleno. Leño no hacía heavy, eso hay destacarlo (y bien claro que lo dejaron, con la música y en sus declaraciones de la época), lo suyo era rock duro, y además (afortunadamente) muy permeable. Muy tosco (pero fantásticamente gamberro y loco) en el primer elepé, pero ya muy suyo, y, sobre todo en los siguientes discos, abierto a asumir la impronta de las canciones de tres o cuatro minutos y la bondad de los estribillos, que por algo eran de los más abiertos de su generación, tal vez junto a Topo. Siempre con las letras de Rosendo como arma esencial. Y lo del rock urbano… a tenor de cómo se ha escrito la historia, pues vale, de Leño bebieron Platero y Tú, Barricada, Extremoduro y tantos otros con mayor o menor acierto artístico, y a eso se le ha querido llamar rock urbano, pero en origen lo de Leño era rock madrileño o rock mesetario y la etiqueta de rock urbano la calzaban otros (principalmente Asfalto y Topo). En todo caso, lo que queda es que con sus canciones e impronta marcaron un tiempo y crearon escuela, y no es poco. Y de ahí salió Rosendo, que no es asunto menor.

Lo mejor del libro es cómo nos traslada a esa penuria tan clásica del rock español de aquellos años, a cómo Leño, pese a vender toneladas de discos, fueron vilmente engañados por los sinvergüenzas de Zafiro (la casa madre de Chapa), cómo sus mánagers no se enteraban de nada y cómo ellos mismos, pese a ser conscientes de que las cosas no andaban como debían (tras los conciertos, los colaboradores ganaban más que ellos, que se repartían lo que quedaba tras pagar a los demás), fueron lo bastante cerriles para inmolarse sin haber dado los golpes en las mesas adecuadas. El final, que nadie sabe exactamente cómo se produjo, es bien aleccionador por, precisamente, absurdo, desolador, triste y cutre: Rosendo no se sentía a gusto con sus compañeros, creía que aportaba más que ellos pero callaba y sufría en silencio (como el que padece de hemorroides), y todos sabían que lo que les pasaba era disparatado, y como ejemplo valga uno de los últimos episodios: cuando en la cima de su carrera ya han decidido la separación, giran con Miguel Ríos en «El rock de una noche de verano», la gira más importante que se había visto en el rock español hasta el momento, con treinta o cuarenta mil espectadores aclamándoles cada noche (Leño arrasaban por entonces, sus canciones eran himnos), tocando en estadios de fútbol de primera división, con una organización milimetrada y viajando en las mejores condiciones, sin embargo no pueden acudir al fin de fiesta privado que se había organizado porque su oficina de management, esa misma noche, los lleva a tocar a un descampado de Albacete, con el escenario montado sobre dos tractores… Eso sí que es pasar del oro al fango en menos de veinticuatro horas. La más cruda bofetada de realidad. El más revelador ejemplo de la incapacidad del rock español para generar infraestructuras, para sostener a sus artistas, para proyectar y dirigir carreras.

Visto con la distancia que ofrece el tiempo, lo mejor que pudo hacer Leño fue separarse. Separarse antes de que la mierda que les rodeaba los ahogara por completo, antes de que los mataran y ellos mismos, hastiados y angustiados, acabaran por joder lo único que iba a permanecer: los discos. Así, su escasa discografía permanece como un ejemplo de buen hacer (y al margen de que comulgues más o menos con su ideario, eso es un hecho objetivo e indiscutible). Lo cierto es que, pese a todo lo sucedido, se fueron ondeando el pabellón con honor. Más o menos como luego haría Radio Futura.

Leño, como mínimo, se merecía este libro. ¡Bien por los Kikes!

Anterior entrega de libros: “Autobiografía de Papel”, de Félix de Azúa.

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