«Es exactamente lo que un seguidor de la etapa clásica del grupo podría esperar, incluso son capaces de realizar guiños a algunos de sus viejos clásicos sin caer en el autoplagio»
Black Sabbath
“13”
VERTIGO
Texto: JUANJO ORDÁS.
Al margen de tensiones, la reunión de la formación clásica de Black Sabbath ha traído consigo grandes momentos. Desde que regresaran en 1997, la banda ha girado regularmente, firmó uno de los grandes discos en directo de la historia del rock en pleno 1998 e incluso tuvieron tiempo de intentar grabar un álbum que nunca acabaron, demandarse y separarse para volver a juntarse. Y ahora llega su primer disco de estudio desde 1978, envuelto en nuevas tiranteces que acabaron con el batería Bill Ward fuera del proyecto para ser sustituido por Brad Wilk, de Rage Against The Machine. Ahí quedaban Ozzy Osbourne, el guitarrista Tony Iommi (enzarzado en batalla contra el cáncer) y el bajista Geezer Butler, unidos para crear una nueva obra que pudiera mantenerse en pie junto a sus legendarios cinco primeros discos, aunque sin su batería original, precisamente un componente tan importante como ellos tres a la hora de crear esas piezas de proto heavy metal aderezadas por blues y jazz.
Rick Rubin se hizo con la producción del proyecto –siempre es garantía de calidad aunque sus trabajos más comerciales no sean del gusto de los menos abiertos de miras– y lo cierto es que ha tenido peso en la creación del álbum. Por lo pronto, hizo al grupo escuchar su primer disco, haciéndoles reconectar con su esencia. También tuvo la fantástica idea de desechar a un batería tan poco sutil como Tommy Clufetos para sustituirle por Brad Wilk, inmejorable elección pues este ya había demostrado con Rage Against The Machine entender la sensibilidad jazz y la fuerza metalera.
Así, se pensó que “13” sonaría a continuación del sonido clásico de Black Sabbath, el listón subía. Sin embargo, su disco de debut no define el sonido de “13”, ni mucho menos. De hecho, este nuevo trabajo se alimenta de toda su discografía clásica. Ciertamente, vira hacia el sonido más pétreo de sus primeros álbumes (“Black Sabbath”, “Paranoid”), pero también hay detalles de aquellos Black Sabbath que expandieron su sonido según llegaba el ecuador de los setenta (“Sabbath bloody sabbath”, “Sabotage”). Rock pesado, listo para dejar su siniestra pisada en tierra y para proyectarse astralmente hacia el cosmos, las dos actividades favoritas de una banda que debe ser respetada y venerada por su carrera y por haber compuesto una obra tan magistral como la que nos ocupa. Los riffs de guitarra se encabritan sobre dos patas en cada una de las canciones, Black Sabbath sigue siendo una bestia que respira azufre, músculo curtido en el infierno, siguen firmando letras sobre lo divino, lo humano, sobre la mortalidad sin dejar de lado su óptica crítica respecto al devenir mundial.
“13” es exactamente lo que un seguidor de la etapa clásica del grupo podría esperar, incluso son capaces de realizar guiños a algunos de sus viejos clásicos sin caer en el autoplagio. Ahí está ‘End of the beggining’ remitiendo a ‘Black sabbath’ y ‘The loner’ a ‘NIB’, que no dejan de ser nuevas canciones notables con una vibración genuina, con fuerza propia, como todas las demás, con el enorme riff de Iommi en ‘Age of reason’ a la cabeza y la macabra sensibilidad acústica de ‘Zeitgeist’ como contrapunto a la potencia del disco.
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