«Estaban destinados a reinar. Como hubiera dicho Lapido, en otro tiempo, en otro lugar. Pero no en el que les tocó vivir»
Cosecha Roja
«Conducir Despacio»
SONIC RECORDINGS, 1997
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Estaban destinados a reinar. Como hubiera dicho Lapido, en otro tiempo, en otro lugar. Pero no en el que les tocó vivir. Por eso el mismo tiempo les llevó a abandonar su nombre, Cosecha Roja, para convertirse en Burgas Beat e intentar escribir así una carrera más optimista que la de su grupo matriz. Marcados por el malditismo, palabra mágica que tanto gusta a los fans y tan poca gracia debe hacerle a los grupos. Porque en su definición no deja de esconderse un castigo, una indiferencia y, por qué no decirlo, la antítesis al éxito. Lucharon contra ello con buenas canciones, temas que bebían de la influencia del llamado nuevo rock americano, encabezado por Dream Syndicate, Green On Red, R.E.M. o Long Ryders.
Aquella música a la que su líder, Carlos Rego, acabaría incluso dedicando un libro años más tarde («Nuevo rock americano, años 80. Luces y sombras de un espejismo». Editorial Milenio). Adaptándola a nuestros oídos. Con letras cercanas tomadas prestadas de la imaginería de Neil Young o Alex Chilton, de la novela negra y de la psicodelia menos lisérgica. Pero no lo consiguieron, aunque discos como «Conducir despacio» merecerían estar en un pedestal.
Y eso que la carrera de Cosecha Roja empieza, como tantas, de forma irregular. «Nuevos caminos» (1993) era un disco demasiado inconsistente. Imprevisible en cuanto a calidad, sumando disparos certeros con algún patinazo que enturbiaba el resultado final. Y aunque la cosa mejora con «Vacaciones permanentes» (1994), el hecho de que solo pudiera encontrarse en formato casete convierte a «Conducir despacio» en su primer disco con empaque y el mejor de su carrera.
Recuperan un par de canciones del pasado, ‘Un par de cosas’ de su elepé anterior y ‘Un millón de besos’ extraída de un minielepé («Aquellos maravillosos años») publicado en el sello del entonces todavía miembro de Malconsejo Santi Campos. El resto lo componen ocho espléndidas canciones que muestran a la perfección el universo de un Rego inspirado como nunca. Un mundo de sentimientos a flor de piel. “Las cicatrices que los sueños van dejando, aparecerán sin avisar para amargarte la vida. Están muy bien ahí escondidas” canta en la inicial ‘Cicatrices’ contradiciéndose. Deseando que esos restos de naufragios permanezcan escondidos mientras está a punto de mostrárselos al mundo entero en forma de canción. En la oscuridad de ‘Se puede decir’, en la maestría pop-rock de ‘Corazoncito’ o en la perfección a medio tiempo de ‘Llueve sobre mojado’. Enormes canciones con las que no pasó nada.
Aunque condenados al fracaso, aún tienen fuerzas para autoeditar en 2001 «A plena sombra», que no llega al nivel de su predecesor, esas fuerzas se habían casi agotado en «Conducir despacio», y con su injusto fracaso la ilusión se convirtió demasiado rápido en decepción. Aunque insisto, estaban destinados a reinar.
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