«No hay posibilidad de elegir solo tres discos españoles. Siempre he sido un consumidor compulsivo de música hispana, sobre todo, de los sesenta y los setenta»
César Campoy, además de realizar trabajos de gestión cultural, ha escrito de música en los diarios «Las Provincias» y «Levante-EMV», dirigió la revista «Rock Sí!» y fue redactor jefe de «On the Rocks». Colabora en EFE EME desde el principio, casi siempre con muy documentados artículos alrededor de la historia del pop español. Es autor, entre otros libros, de «Balcanes, la paz en el aire» y del fundamental «Érase una vez: Los Brincos y Juan & Junior».
Fecha y lugar de nacimiento.
Valencia, 1973.
¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
Sobre todo recuerdo a Juan Pardo y María Dolores Pradera. También, Lorenzo Santamaría, Manolo Escobar, Perales, Elvis Presley, Cecilia, Rocío Dúrcal, Demis Roussos, Camilo Sesto, Nat King Cole, The Platters, Mocedades, Mari Trini…
¿Cuál fue el primer disco que compraste?
El primero del que realmente guardo en mi memoria la instantánea de tenerlo entre mis manos y pagarlo (esto no quiere decir que el resto los adquiriera ilegalmente) es el «Thriller». Pero estoy seguro de que, antes de éste, ya había comprado varios sencillos y casetes.
¿Y el último?
No son los últimos, pero me apetece reivindicar la excelente cosecha valenciana de los últimos meses: «Limelight» (Llum), «Entusiasmo» (Tórtel), «Fue eléctrico» (La Habitación Roja)… Y los últimos de Señor Mostaza: «Delitos y faltas» y el pack CD+DVD de «Señor Mostaza plays Revolver… Live». Soy muy fetichista. Estuve en aquel concierto y me apetecía tenerlo. Hace casi veinte años que vi por primera vez en directo a Luis Prado, Boli y Paco Tamarit, y siguen siendo capaces de seguir sorprendiendo. Ah, y espero ansioso lo nuevo de Wau y los Arrrghs!!!
Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
Complicado. Exijo saltarme las reglas. Por motivos sentimentales me han marcado, sobre todo, «London 0, Hull 4», de The Housemartins; «Tommy» y «Quadrophenia», de The Who; los cuatro primeros de Elvis Costello; todo The Doors y The Jam… El «Psychotic reaction» de The Count Five, y el «Boom», de The Sonics son importantísimos para mí. Ah, y desde hace más de una década no podría permitir que no hubiera un mis estanterías un buen recopilatorio de Bijelo Dugme, o cualquiera de las referencias de Azra.
Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
Aquí sí que no hay posibilidad. Siempre he sido un consumidor compulsivo de música hispana, sobre todo, de los sesenta y los setenta. Siendo superselectivo: cualquiera de Los Brincos y Bruno Lomas; el primero de Los Bravos; el imprescindible elepé de Juan & Junior; «Señora Azul», de CRAG; «Te quiero, te quiero», de Nino Bravo; «En jazz», de Lone Star; el «Natural», de Juan Pardo; casi todo lo que hizo Camilo Sesto en los setenta (si tuviera que elegir me quedaría con «Solo un hombre» y «Sentimientos»), y Los Ángeles, Módulos, Dúo Dinámico, Los Salvajes, Los Huracanes, Los Sírex, Los Pasos, Pekenikes, Smash… No podría vivir sin ninguno de ellos. A partir de los ochenta puedo ser, no sin esfuerzo, más drástico. Sigo disfrutando mucho con «Camino Soria», de Gabinete Caligari; los primeros de Los Ronaldos, Toreros Muertos o Siniestro Total… La «rama argentina» siempre ha sonado mucho en mis reproductores. Me encanta casi todo Tequila, el saber hacer de Makaroff… «Hablando solo» y «Cenizas en el aire», de Ariel Rot, y «Naturaleza sangre», de Fito Páez, son tres discos increíbles. Y, como ya sé que me he pasado, iré abreviando para cerrar, ahora sí, con otras cuatro referencias de cabecera, algo más recientes: el primer epé de Chucho; «Circo luso», de El Niño Gusano; «Hostal Pimodan», de Lori Meyers, y «Pop», de Los Planetas. Ah, y como seguimos basándonos en motivos sentimentales, cualquier trabajo de La Habitación Roja es siempre bien recibido por mi cerebro. Por cierto, a esta lista de históricos, en breve tendremos que añadir el «Entusiasmo», de Tórtel.
Un disco doble al que no le sobra nada.
Opto por repetir: habré escuchado, de carrerilla, millones de veces, el «Tommy», de The Who. En esta ocasión hablo de la banda sonora de la película.
Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
Como la mayoría del público hispano desconoce el buen pop y rock que se hizo en Yugoslavia, y a mí me chifla, una buena recomendación: Oliver Mandić y su «Probaj me».
¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Imposible recordarlo. Seguro que algún gran concierto de los que se celebraban en Fallas, a mediados de los ochenta. Algunos valían mucho la pena. O algún directo de alguna banda valenciana, por aquella época. Sin tener poder de decisión, vamos, siendo un chavalín, lo primero que viene a mi mente es un bolo de El Titi en Godella, una localidad cercana a Valencia.
¿Y el mejor concierto que has visto?
Hay algo que me fastidia mucho, y es que me cuesta mucho disfrutar, en el sentido estricto de la palabra, con un directo, por muy impresionante que sea. Me pierde la vena analítica. Ya sea un megaespectáculo de Madonna en el Palau Sant Jordi, o una audición de fin de curso de una orquesta de bandurrias y laúdes. Recuerdo habérmelo pasado muy bien en muchas actuaciones de bandas locales, en los noventa (Doctor Divago, Máquinas, Ciudadano López, Magnéticos, Tent, RC Druids, Transfer). Jon Spencer y El Niño Gusano siempre cumplían. No me preguntes por qué, pero en mi cerebro ha quedado almacenado que disfruté con conciertos como los de Throw that Beat in the Garbagecan! o Deniz Tek, en Valencia. Ah, y un soberbio espectáculo de Tony Bennett, en el Principal. En el de The Who, en Zaragoza, me sorprendí berreando aquello de «See me, feel me». Y del espectáculo de Dire Straits en Barcelona, en el 92, salí afónico, la verdad. Eso sí, creo que una de las actuaciones que más me han impactado fue aquella de Ray Davies, creo que fue en el Tívoli barcelonés, en la que, él solo, repasaba toda su carrera.
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Elige y razona tu elección:
Serrat/Aute.
60/40. Serrat tiene media docena de discos buenísimos. De Aute me interesa, sobre todo, indagar sobre su época yeyé y sus participaciones en películas de la época como «Días de viejo color», donde hace un par de apariciones dando vida a una especie de cantautor «beatnik» y canta en francés ‘Los burgueses’.
Sabina/Robe Iniesta.
50/50. Respeto el trabajo de ambos, pero ninguno de los dos personajes me entusiasman. Es más, me dan pereza. Eso sí, siempre han hecho lo que les ha dado la gana, y eso es digno de elogio.
Radio Futura/Los Planetas.
40/60. Ambas formaciones han sabido reinventarse a medida que avanzaba su carrera, y ambas forman parte de la Historia de nuestra música. A Radio Futura siempre los vi y analicé objetivamente. Reconozco su importancia, la interesante personalidad de sus componentes, pero no me emocionan. Los Planetas son unos Brincos con mala leche. Lograron que el pop volviera a ser respetado.
Nacho Vegas/Quique González.
50/50. Ninguno de los dos son santos de mi devoción. Con Nacho Vegas me lo paso mejor en directo que en disco. La carrera de Quique González me parece muy coherente. Poco más.
Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
40/60. Los dos tienen composiciones enormes y vidas singulares; con los dos disfruto, pero me lo paso mucho mejor con Gainsbourg. Su actitud era mucho más punk y anarquista que la de muchos bocazas con cresta y pendiente. ¡Y coqueteó con Hardy, Gall, Bardot, Birkin..!
Frank Sinatra/Elvis Presley.
50/50. Inmensos los dos, aunque preferiría que hicierais que me decantara entre Tony Bennett y Chuck Berry.
Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
70/30. Aquí no dudo. Objetivamente, y salvando las distancias, Springsteen nunca ha creado nada comparable a «Let’s get it on» ni, mucho menos, a «What’s going on?». Además, el universo Gaye es mucho más inquietante e imperfectamente atractivo.
Tom Waits/Lou Reed.
40/60. Waits me gusta, pero he de reconocer que tiene muchísimo valor poseer una cosecha creativa tan increíblemente abundante, y que casi todo lo que hayas hecho valga la pena. Ese es el mayor mérito de un Lou Reed que, también es verdad, dejó de interesarme hace varios años.
Michael Jackson/Prince.
70/30. Me quedo antes con el desequilibrio emocional de Michael Jackson, que con la cursilería egocéntrica de Prince. Siento más empatía por el primero que, además, bailaba y cantaba mucho mejor, sus videoclips eran mucho mejores y lucía los calcetines blancos con zapatos como nadie. Cada vez que veo su mítica interpretación de ‘Billie Jean’, «moonwalk» incluido, se me ponen los pelos de punta. Jackson logró, a un nivel creativo e interpretativo, con dos discos, lo que no ha logrado Prince con veinte. Tengo la sensación de que si me hubieran dejado hablar con él, hubiera podido hacer que entrara en razón. Lo digo en serio.
The Rolling Stones/The Velvet Underground.
50/50. Los Stones, simplemente, por una cuestión de memoria histórica, constancia y respeto. Ahora, nunca les perdonaré (imagino que fue cosa de Jagger) el esperpéntico dueto con Lady Gaga. De la Velvet me quedo con su electrificante sensualidad. Los dos han contribuido, a partes iguales, a que la música sea mucho más imprescindible.
Paul McCartney/John Lennon.
40/60. Siento por Paul cierta compasión. Da la sensación de que casi todo el mundo le ha tomado el pelo, aunque creo que todo es una pose, y que fue más listo y reflexivo que John. McCartney hizo algunas cosas interesantes tras The Beatles, pero las apariciones y voz de Lennon soportaron mejor el paso del tiempo. La interpretación de ‘(Just like) Starting over’ es escalofriante.
Bob Dylan/Neil Young.
40/60. A estas alturas de la vida, globalmente, y echando la vista atrás, Neil Young puede estar más satisfecho con su trayectoria.
Elvis Costello/Paul Weller.
50/50. Son dos de mis «padres» musicales. Crecí escuchando sus discos y les he visto evolucionar, en solitario o en compañía. Además de dignísimos compositores, son dos personas con la cabeza muy bien amueblada. Dos de los tíos más inteligentes que ha dado el rock británico. Creo que, ambos, con dieciséis años, ya tenían claro que, a estas alturas estarían donde están.
Miles Davis/Jimi Hendrix.
50/50. Dos genios. Inconformismo creativo.
Camarón/Enrique Morente.
60/40. Siempre me pareció encomiable la actitud de Enrique Morente, pero he de quedarme con Camarón, simplemente por una cuestión temporal; llegó antes. Personalmente, hizo que, por fin, me decidiera por adentrarme, mínimamente, en el mundo del flamenco y, sobre todo, en ese flamenco más abierto en su pureza. Su interpretación de ‘Al verte las flores lloran’ me suena a rock, y el inicio de ‘La leyenda del tiempo’ es totalmente mágico. Incluso «Calle Real» me emociona.
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¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
En primer lugar, nunca me he considerado un crítico musical. Soy periodista porque soy curioso. Imagino que junté esa pasión, la de conocer e indagar, con mis otras pasiones: escribir, divulgar, la cultura y, sobre todo, la música. Suena muy tópico, pero una de las cosas que más claras tengo en la vida es que sin música no podría vivir. En el sentido estricto de la afirmación.
¿Quién fue tu maestro periodístico?
Creo que la publicación que más me enganchó, en mis tiempos mozos, sobre todo por su estilo y espíritu, fue «Popular 1». No creo tener un único maestro periodístico. Respeto a muchísimos profesionales. Cuando decidí dedicarme al Periodismo, disfrutaba con Miguel de la Quadra-Salcedo y, sobre todo, con el tándem Pérez-Reverte/Márquez. En el terreno musical, tres cuartos de lo mismo.
Un equipo de fútbol.
Sin duda, el Valencia CF. Hay muchos elementos de su entorno, ideología y actitud de gran parte de la afición, que no comparto, pero nombres como Kempes, Solsona, Tendillo, Arias, Sempere, Botubot, Subirats, Carrete, Castellanos… me provocan unas sensaciones especiales. Además, de pequeño, casi todos mis amigos eran del Real Madrid, del Barça, de la Real Sociedad o del Athletic. Me parecía, casi, un acto de rebeldía ser del Valencia CF. Penev, Mijatović (no le guardo rencor), Mendieta, Piojo López, Aimar, Baraja, Villa y, sobre todo, Albelda, se han encargado de mantener viva esa simpatía que siento por el club. Soy todo lo opuesto al típico forofo, pero la dupla Baraja-Albelda me ha hecho pasar jornadas de ensueño. Por cierto: ¿cuántos de aquellos amigos de mi infancia seguirán siendo de la Real o del Athletic?
Un político.
Tal vez no todos los políticos sean iguales; eso sí, los que tienen el poder y la posibilidad de cambiar las cosas, hasta ahora, me han demostrado que sí lo son. Por acción y omisión. La mayoría de ellos defiende, en primer lugar, sus intereses, y, en segundo, los del partido. Los públicos quedan relegados, como mínimo a un tercer puesto. Es de cajón. Un ejemplo: ¿Quién puede llegar a pensar que alguien como Andrea Fabra está obsesionada por la cosa pública? Y, por desgracia, los parlamentos y las cúpulas de los partidos están repletas de personas que se ajustan a ese perfil. Aquí no dudo. Me aburre mucho oírles hablar. La mayoría vive en otra realidad.
Una ciudad para vivir.
Si no fuera por la mayoría de sus políticos, ciertos sectores de su burguesía, el carácter eminentemente conservador, masoquista y pasota de su ciudadanía, y gran parte del ambiente fallero, Valencia podría convertirse en el lugar ideal para vivir. Remigi Palmero lo definió, a la perfección, hace varios años, precisamente, en EFE EME. Dijo algo así como que Valencia te marcaba, era ideal para crear, pero vivir en ella varios meses seguidos acaba quemándote. Así pues, apuesto por Sarajevo. Allí, es posible que las cosas andén peor, pero, al menos, todo el mundo es consciente de que le están tomando el pelo. No he visto, ante la adversidad, por parte de la ciudadanía, un grado de dignidad mayor. Hace casi tres lustros que la visité por primera vez, y me atrapó sin remisión.
El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Detestar es un término demasiado radical. Es difícil que llegue a detestar un disco (no me refiero a subproductos, bromas pesadas, montajes descarados…). Siento un grandísimo respeto por el oficio de artista, de músico… Posiblemente, y lo digo con todo el pesar de mi corazón, hay momentos en los que me sabe mal no ser capaz de asimilar algunas cosas que hacen Animal Collective.
¿Vinilo, cedé o mp3?
He sido mod; como ya he comentado, soy bastante fetichista, y adoro el vinilo, pero no soy nada purista. He visto conciertos alucinantes que sonaban a rayos, comencé a soñar con la música a partir de casetes sobadísimos y programas de radio que trataban de sobrevivir entre interferencias… y el iPod, junto a las mollejas de cordero, me parece uno de los mejores legados de la Humanidad. ¡Escuchar la canción que quieras, donde quieras y cuando quieras! Gracias al mp3 y la Red podemos permitirnos el lujo de descubrir grabaciones con las que, de otra manera, nunca nos toparíamos. Punto. Llamadme superficial. Otro asunto es su correcto o incorrecto uso. Estoy a favor del que tiene que ver con los aspectos didáctico y de democratización de la música. Además, quien afirme que es capaz de conseguir cualquier vinilo original, por muy extraño que sea, miente.
La película que nunca te cansas de volver a ver.
Hay varias: «Uno de los nuestros», «Las flores de Harrison»… Siempre que reviso (y son muchas) «El cazador» imagino que el personaje de Christopher Walken acabará no apretando el gatillo. La comunión banda sonora-película en «Érase una vez en América» pone los pelos de punta. También podría revisar 86 veces seguidas, sin despeinarme, casi toda la filmografía de Berlanga, Tarantino, Kubrick y Kusturica. De todas maneras, creo que una de las cintas que más he revisitado es «Before the rain», de Manchevski.
El libro que nunca te cansas de releer.
«Griego busca griega», de Dürrenmatt, y «El palacio de los sueños», de Kadaré.
Una serie de televisión.
«Luz de luna» marcó una época, no solo sentimentalmente, sino en aspectos narrativos, visuales y filosóficos. Estoy encantado de que la última década haya sido tan productiva, aunque hace tiempo que nos movemos por terrenos peligrosos, y el «todo vale» comienza a imperar a partir de refritos de refritos. Confieso haber devorado compulsivamente productos como «Las chicas Gilmore», «24», «Malcolm in the Middle»… pero si tuviera que quedarme con tres me decantaría por «El ala oeste de la Casa Blanca», «Futurama» y, sobre todo, «Breaking Bad».
Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?
Soy más partidario de que cada uno lleve su hilo musical a cuestas. A mí me pasa. Desde antes de despertarme, hasta después de dormirme, mi cerebro es como una especie de iPod gigante que no para de poner banda sonora a mi existencia; no hay tregua. Haga lo que haga, siempre hay una canción sonando en mi cabeza. El impacto exterior tiene que ser increíblemente traumático para que sea capaz de desconectar. Me pasó, por ejemplo, hace ya varios meses, cuando haciendo la compra sonó el ‘En Navidad’, de Rosana.
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