«La banda muestra querer ser algo más que un grupo de rockabilly al uso desde este trabajo inicial. Por eso las influencias del doo wop y hasta el tex-mex se dejan caer desde el primer momento»
The Nu Niles
«Good luck, good friends & good rockin’»
PART RECORDS, 1999
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Todavía con el artículo delante de su nombre, la banda barcelonesa The Nu Niles, que acabaría convirtiéndose en el proyecto músico-vital de Mario Cobo, debutaban con su primer larga duración en 1999. «Good luck, good friends & good rockin’» era el artefacto que daba el disparo de salida (en cuanto a elepés) a una banda más amiga de formatos como los 45 rpms o los 10”. De hecho, el álbum no deja de ser la suma del 10” del mismo nombre y el epé «El tren de la costa». Incluso sería correcto resaltar que lo realmente editado en 1999 es ese 10” mientras que la versión íntegra en cedé no llegaría hasta un año después.
El disco abre camino a trabajos posteriores como «Get set… Go!» (2003), «Destination now» (2005), «You didn’t come to my funera»l (2007), «Sin rendición» (2009) y «Nu Niles» (2011). Muy lejos todavía del paso de la banda al castellano, doce canciones en inglés y cuatro en idioma patrio forman un álbum cuyo mejor elogio es decir que no parece hecho por una banda nacional. Único disco grabado por la formación integrada por Miguel Ángel García a la voz, Mario Cobo a la guitarra solista, Mike Segura a la guitarra rítmica, Daniel Nunes al contrabajo y Joaquín Artega a la batería, con las colaboraciones puntuales de Blas Picón (después miembro de pleno de la banda), Kike García, David García o Arecio González, el grupo se muestra más cómodo de lo que suele pasar en los discos de debut. Combinando versiones con temas propios, también se producen las primeras colaboraciones compositivas entre Cobo y Ben Rowdon, algo que se iba a convertir en un elemento habitual en posteriores entregas, ya con el guitarrista liderando el proyecto incluso en tareas vocales.
«Good luck, good friends & good rockin’» es un disco espléndido, de eso no hay duda. Desde la inicial ‘Rock-a-duba’, las influencias caen para formar un complejo puzzle que da forma a una música que adquiere personalidad propia. Recuerdo una excelente frase que el Dr. Rawk firmaba para le revista «Ruta 66» sobre el disco en la que decía que “un excelente vocalista, instrumentación impecable y de época, versiones de Eddie Cochran y Ray Anderson, y un manojo de temas propios que suenan escapados del Lousiana Hayride allá por 1955 ¡Fenómenos!”. No se puede definir mejor con menos palabras, aunque sí merece la pena resaltar que la banda muestra querer ser algo más que un grupo de rockabilly al uso desde este trabajo inicial. Por eso las influencias del doo wop y hasta el tex-mex se dejan caer desde el primer momento con mención especial a ese ‘Qué pasa’ en forma de ranchera que años después recuperarían en Sin Rendición.
Quedaban todavía lejos los mejores momentos del grupo, con la mejor formación que han tenido nunca. Con el animal escénico que es Ivan Kovacevic al contrabajo y el buen hacer permanente de Blas Picón a la batería, mientras Mario Cobo asumía todas las tareas compositivas y, por supuesto, guitarrísticas y vocales, pero sin cimientos como «Good luck, good friends & good rockin’» nada hubiera sido posible.
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Anterior entrega de Operación rescate: The Passengers (U2 y Brian Eno).
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