«Un buen disco, un puñado de canciones bien trenzadas, le permiten a uno escapar de la mediocridad que nos rodea»
Oh, Libia!
«#2»
DISCOS DE PASEO
Texto: ÀLEX ORÓ.
Vivimos en una época gris, casi oscura, en la que las tonalidades mate han sustituido a las brillantes. Todo es gris y solo las pequeñas cosas nos pueden ayudar a sobrellevar un día a día que siempre viene cargado de malas noticias para la mayoría. Un buen disco, un puñado de canciones bien trenzadas, le permiten a uno escapar de la mediocridad que nos rodea. No todos los discos sirven, y por ello, cuando encuentro uno, abro una cerveza, cierro los ojos, me la bebo y me dejo llevar. El disco que más ha contribuido últimamente a incrementar mi dispendio en este alcohólico brebaje es “#2”, el segundo disco de los levantinos Oh, Libia!, que ha editado en la recta final de 2012 el sello independiente barcelonés Discos de Paseo, una discográfica casi artesanal con pocas pero muy sugerentes propuestas musicales (tan solo tres referencias en el año recién finalizado).
“#2” es un disco que transita entre la psicodelia, el folk y el pop pero para hacer este viaje no utiliza el camino más corto, la recta mimética del paradigma musical. Oh, Libia! Prefiere esconder detalles en pequeños recovecos sonoros y navegar por curvilíneos meandros musicales. Lo consiguen gracias a la producción de Ken Stringfellow (fundador de The Posies y músico de Big Star o R.E.M., entre otros) y a la remasterización de la docena de canciones del disco en los estudios Abbey Road.
Se abre con dos propuestas de suave lisergia: ‘Pictures’ y ‘Jelly jolly babes’, en los que se detecta un cierta querencia beatle en las estructuras vocales. Como ya hemos comentado, la propuesta del grupo valenciano se aleja del mimetismo y el revivalismo por lo que esta apuesta psicodélica puede incluso recordar en algunos momentos a The Stone Roses por sus ambientes flotantes. El tercer tema, supone un cambio de tercio sonoro, ‘Cool in my soul’ tiene alma folk, mientras que ‘Useless states of sound’, el cuarto, deja entrever una propuesta algo más experimental y bailable con su final acuático. ‘Everything’s pretty’ y ‘Dancers’ son, quizás, los dos cortes más pop del disco y tienen un aire a Left Banke, uno de los buques insignia del psych-pop norteamericano de los sesenta. No obstante, nuestra canción favorita de “#2” es, sin duda, ‘Drugs in pools’, en la que detectamos un péndulo musical que va de los ya citados Stone Roses a los Beach Boys, The Zombies, un tema de una dulzura extrema y un magnetismo arrebatador. El álbum cruza su ecuador con canciones como la vibrante ‘Christian suicide’, la que exhibe más músculo sonoro del elepé, y ‘Summer fields’, con un bonito final in crescendo. ‘Bitches’ es otro de los platos fuertes: un tema con el ADN del power pop primigenio de The Raspberries, con ritmo, melodía y bonitas armonías vocales. Una delicia. Cierra la escucha ‘Teens’, una composición de corte intimista, de sueños adolescentes imposibles de cumplir y que hace que el viaje cósmico-sonoro de “#2” termine de manera exultante.
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