«Si un músico no tiene el impulso de continuar alimentándose, ¿qué vamos a esperar de su música?»
Es un clásico, el del músico que no oye música, que se quedó en los discos de juventud y ha decidido no avanzar. Ese es el tema que Juanjo Ordás desarrolla en esta nueva entrega de «Corriente alterna».
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Cuando el aficionado maneja más música que los propios músicos, malo. Eso ocurre bastante en España, país en el que los músicos incultos superan por inmensa (¡infinita!) mayoría a los músicos cultos. Es increíble la cantidad de rockeros –sí, vamos a delimitar un poco– que viven de la música o tratan de vivir de ella y no solo se mueven en parcelas comunes, sino que además hace tiempo dejaron de ampliar sus conocimientos. Y no se trata de aulas, amigos, que sarna con gusto no pica. Ahí los tienes, repartiendo dosis de autenticidad desde los escenarios más iluminados o desde los garitos más underground cuando hace tiempo que dejaron de cultivar la música que aman. ¿Cómo van a pedir respeto cuando ellos mismos no respetan –no se creen– aquello que les da de comer?
La mayoría de los cantautores o songwriters ibéricos que se dicen influidos por Dylan no poseen en su casa más que un greatest hits de su maestro, gran parte de aquellos que se llenan la boca hablando de los Stones simplemente tienen en sus estanterías “Exile on Main St.”. ¿Y aquellos que citan a los Allman Brothers? ¡Solo han escuchado una jam de media hora y ya creen haberse enterado del principio y fin de la película! Todos se pierden el nudo central, claro. Y así se deja ver en entrevistas que dan vergüenza ajena.
¿Leer revistas? ¿Para qué? Si entre los quince y los diecinueve años ya escucharon los cinco discos que hay que escuchar para que a uno le cuelguen la medalla del valor rockero. Poco les importa que las trayectorias sean eso, una sucesión, un trabajo continuo. Por eso, artistas como Quique González, Enrique Bunbury, Amaral o Santiago Auseron deben cotizar aún más a la alza, porque siguen moviendo sus neuronas, porque siguen escuchando nueva música, leyendo nuevos autores, hojeando páginas de revistas especializadas con la misma avidez que el mejor aficionado. Hay algunos más, claro, pero no demasiados. ¿Alguien cree que la colección de discos de David Bisbal debe dar asco? Echad un vistazo a la de muchos de vuestros héroes o a la de la joven promesa. Si un músico no tiene el impulso de continuar alimentándose, ¿qué vamos a esperar de su música? Así se editan los discos que se editan.
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Anterior entrega de Corriente alterna: El gusto es nuestro.
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Puedes seguir a Juanjo Ordás en su blog diario.