«En sus temas se deja notar que han concurrido varias fuerzas y se alternan los arreglos orquestales con los más cercanos a la fiebre electrónica contemporánea y los más estrictamente rockeros»
Miguel Ríos
«Memorias de un ser humano»
HISPAVOX, 1974
Texto: DARÍO VICO.
A finales de 1974, y tras salir de la cárcel de Carabanchel, donde le había llevado una recordada y ejemplarizante redada antidroga, Miguel Ríos decide marcharse durante un tiempo a Estados Unidos, para recorrer el país con mayor relajación que lo había hecho en su gira promocional de unos años atrás. Allí no solo se empapa de la pujante contracultura del momento y de las últimas tendencias musicales, que apuntan a la sofisticación del sonido, principalmente con el uso de sintetizadores, de la priorización del formato álbum frente al single y de la importancia del mensaje frente a la comercialidad, sino que conoce a Margaret Watty, que se convertiría en su compañera y llegaría incluso a componer alguna letra para sus canciones.
A su regreso Miguel se encuentra que las posturas hacia él se han radicalizado; en una gira conjunta con Serrat es pitado por muchos que le recriminan su reciente experiencia carcelaria, mientras otros le aclaman como un mártir del sistema. Tampoco su discográfica y los medios especializados le consideran ya el “embajador del pop español”, sino un personaje conflictivo y un tanto incómodo; su propuesta para grabar un nuevo álbum conceptual basado en la “Sinfonía del nuevo mundo” y arreglado no ya por la “muralla de sonido orquestal” de Waldo de los Ríos sino por los sintetizadores de Teddy Bautista se quedan en la edición de un single que no alcanza el éxito esperado. Durante este tiempo Hispavox y el artista parecen trabajar en paralelo, pero sin entenderse. La discográfica trata de explotar al Miguel “de toda la vida” editando un recopilatorio tras otro, mientras el músico publica, con escaso apoyo, diferentes singles de escaso talante comercial en los que va pergeñando lo que busca para su álbum más ambicioso hasta el momento, «Memorias de un ser humano», que aparece en la primavera de 1974. En sus temas se deja notar que han concurrido varias fuerzas y se alternan los arreglos orquestales con los más cercanos a la fiebre electrónica contemporánea y los más estrictamente rockeros. Tras descartarse la inclusión de alguna suite quedan ocho temas de largo desarrollo, en los que destacan las colaboraciones de un grupo de músicos con los que Miguel se entiende a la perfección; Teddy Bautista, Johnny Galvao, José María Guzmán, Mariano Díaz… Miguel incluso coescribe un tema con su mujer, Margaret Watty, “Sweet California”, que recuerda su reciente estancia en el estado del sol.
La crítica especializada queda un tanto sorprendida y tarda en reaccionar frente álbum, al que califican finalmente como interesante pero un tanto irregular. Quizá su fallo en aquel momento fue tratar de apuntar a muchas direcciones cuando lo que se exigía era concreción y compromiso con una línea muy marcada, pero aún así hoy resulta un LP muy interesante de escuchar y para el que el tiempo ha pasado con menos contundencia que por otros hitos de su discografía más notorios en su momento.
Hispavox tampoco sabe muy bien qué hacer con el disco. Aunque no creen en él, lo envuelven en una lujosa portada satinada que está entre las más originales de la historia del pop español; un dibujo de Máximo Moreno (posterior portadista de Triana y otros grupos del sello Gong) muestra la cabeza del músico que emerge de la tierra y el cabello se sustituye por ramas, hojas y frutos. Una imagen muy bucólica que sustituye a la inicialmente planteada, y menos acertada, de un Miguel calvo y avejentado, que llegó a verse en algunas revistas como «Disco Express». También tarda en reaccionar tras su edición, y pasa un mes hasta que comienzan a publicitar a fondo el disco con una campaña de prensa que utiliza el lema “una obra total, que demuestra que Miguel Ríos es el único que, en castellano y con absoluta mentalidad rock, sabe hacer un LP de calidad que además es un éxito de ventas”. La realidad es que el disco se vende solo moderadamente y que, por ejemplo, es superado por un álbum de concepción muy similar, el «Conversaciones conmigo mismo» de Juan Pardo. Treinta años después, es el disco de Miguel el que queda como uno de los mejores ejemplos del incipiente “rock adulto” español.
[Texto publicado originalmente en EFE EME 66, de marzo de 2005.]
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